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Mientras tantoEl amor como supervivencia

El amor como supervivencia


 

Suena Wakin on a Pretty Day,

de Kurt Vile

 

Muy a pesar de ciertas irregularidades que podamos encontrar en su desarrollo, Les combattants (ídem, 2014), debut en la dirección de Thomas Cailley, es un meritorio ejercicio de libertad creativa. Y eso que su sustrato dramático parte de unos códigos establecidos y fijados por la comedia sentimental clásica, en este caso, con Howard Hawks a la cabeza. Ahí está esa inversión de roles en el que ella, Madeleine, es una joven obsesionada con entrar a formar parte de un cuerpo de élite militar para aprender a sobrevivir en el momento en que (según sus teorías) se produzca un cataclismo mundial, y él, Arnaud, es un atolondrado y pasivo joven que solo aspira a pasar el verano como único horizonte vital y que se enamora de ella hasta el punto de seguirle en su aventura. La presencia femenina que tergiversa el mundo anodino y gris del sexo masculino. Y sin embargo, no tardamos en ser conscientes de que la imprevisibilidad va a apoderarse de nosotros.

 

 

Les combattants es una película que muta con una sencillez admirable y evita plegarse a una sola fórmula. Así pues a la inicial comedia sentimental enmarcada en una ciudad de provincias costera le seguirá una pequeña incursión en el subgénero bélico dentro de un campo de entrenamiento poco propicio para los juegos amorosos. Arnaud y Madeleine, prisioneros de sí mismos, ella de sus obsesiones, él de un amor que no sabe muy bien si correspondido, en un momento determinado aspirarán a la libertad y la película, en un nuevo cambio de registro se convertirá en una película de aventuras con su pareja de fugitivos, a la manera de las Malas tierras (Badlands,1973) de Terrence Malick. Todo se desarrolla sin prejuicios, con absoluta libertad, y sin dilatar en exceso sus diferentes fragmentos para que el espectador no tenga tiempo a cuestionarse mucho las cosas. De esa manera aceptamos un nuevo requiebro dramático cuando el periplo de los dos protagonistas parece convertirse en un film de terror con tintes apocalípticos. De la misma manera, Cailley ha ido variando el tono de forma habilidosa. De la comedia al drama para acercarnos a la tragedia.

 

 

Sin embargo no sería del todo justo apreciar Les combattants, y el trabajo de Cailley, por su pericia narrativa o su divertida, y juguetona, estructura dramática, ya que bajo sus imágenes transparentes y sus puntuales notas de humor absurdo –esas que juegan tan bien el intercambio de roles- esta película habla de cosas serias con la sencillez con la que lo hacían las comedias clásicas. Y no solo por el discurso que articula la propia Madeleine –formulado muy a las claras en un momento determinado- cuyos razonamientos, basados en sus estudios en economía, son el reflejo perfecto de una generación confusa y desencantada, sino también por el proceso de aprendizaje que a través de su enamoramiento lleva a cabo Arnaud, joven simple aspirante a una vida sencilla pero cuyo destino le lleva a descubrirse un héroe. Y todo bajo el trasfondo de un discurso en torno al amor y de como este a la vez puede convertirse en nuestra perdición o en nuestra libración. 

 

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