Eugeni Jofra era un hombre de claroscuros que medía casi dos metros de altura, vestía de luto y en su semblante se adivinaba una mezcla como de malhumor, seriedad y tristeza. Lo paradójico y asombroso resultó ser que alcanzó el éxito contando chistes tal cual era, como con pena, con un tono que parecía emerger del eco cansado de sus entrañas, un timbre algo hosco y monocorde, como si su voz estuviera siempre recién despierta.
Aparecía en el escenario sentado en un taburete con el aspecto de un poeta maldito: camisa y pantalón oscuros, la barba poblada, el pelo con aire desaliñado, las gafas sombreadas, una cruz grande sobre el pecho que le daba la prestancia de un obispo anglicano. Y entonces se tomaba su tiempo de silencio antes de saludar al público. Esos mutis prolongados, lejos de extenuar, provocaban ya hilaridad antes de arrancarse con el primer chiste. Pero primero daba un sorbo al vodka con naranja en la mesita como de barra de bar que le acompañaba como atrezo indispensable de sus actuaciones. Luego, una calada profunda a su Ducados y enseguida soltaba un suspiro largo de voluta de humo que envolvía al micrófono. Y comenzaba: ¿Saben aquell que diu…?
Esa presencia parsimoniosa y fúnebre era fruto de su peculiar personalidad. Que aquella imagen no fuera una pose sino su propio natural, forjó pronto un estilo único y exitoso en el humor español de finales del siglo XX. Veintidós años después de su fallecimiento (Eugenio cayó desplomado de un ataque al corazón a la edad de 59 años en la pista de baile del piano bar de Barcelona Oliver y Hardy), el director David Trueba ha llevado a la gran pantalla un recorte humano, profundo y desconocido de la vida de Eugenio con el título Saben aquell, expresión con la que se hizo conocido el humorista catalán y que usaba como muletilla para empezar sus chistes. La película, que se centra en la forja del personaje Eugenio y en los primeros años de su carrera como cómico, va más allá o más atrás del humor: ausculta su corazón melancólico, explora su génesis y, sobre todo, homenajea al amor de su vida, que cimentó su éxito: Conchita Alcaide, su primera mujer.
La conoció de casualidad en los años sesenta en Barcelona. Conchita era una joven de Huelva que se había marchado de su tierra a formarse como delineante, además de tocar la guitarra y cantar en los bares de Barcelona. Así la conoció Eugenio y así se enamoró perdidamente. Él tenía su vida medio montada: había estudiado Dibujo en la Escuela Messana, se dedicaba al diseño de joyas y estaba a punto de casarse con otra chica. Pero aquella noche que se encontró con Conchita, su vida cambió. Eugenio le propuso cantar a dúo, pero la propuesta quizás escondía una opción que trascendía lo musical. Eugenio y Conchita se casaron dos años después y crearon el dueto Els Dos, un nombre sencillo pero significativo: ellos dos congregaban una fuerza indestructible de felicidad y amor, a pesar de que la música no les diera para vivir holgados y tuviesen que compaginarla con sus trabajos previos (él en las joyas, ella como delineante) para poder sacar a flote una familia. No obstante, cosecharon éxitos como dúo, sobre todo por la bella voz de Conchita. Els Dos llegó al cuarto puesto en la candidatura para representar a España en Eurovisión en 1970.
En esa etapa de luz, Eugenio es entrañable, sonríe, está vital y feliz en el escenario al lado de Conchita. En la película, Carolina Yuste (Conchita) y David Verdaguer (Eugenio) subliman la interpretación, que es soberbia. Crean con extraordinaria naturalidad la armonía de aquella pareja que tanto se amaba. Yuste y Verdaguer actúan en estado de gracia. La primera funde la viveza del sur con la bohemia catalana y el barniz de una voz lírica, hermosa y personal. Por su parte, David Verdaguer encarna y resucita el aura, porte, gestos y voz de Eugenio desde la primera escena de una manera tan creíble y sutil que el espectador olvida que se trata de una interpretación y cree estar frente al genio del humor revivido. De este modo, Saben aquell puede erigirse también como un homenaje a ellos dos, a lo que fueron antes del éxito de Eugenio, a la admiración que se profesaban y que buscaba sin límites la felicidad del otro. Las consecuencias de ese amor son poderosas: una fuerza que saca a relucir los dones de cada uno, la belleza de cada uno, lo mejor de cada uno. A pesar de las tragedias que estaban por venir.
Tal y como se narra en el film, con Albert Espinosa como coguionista y basado en las memorias del hijo de Eugenio, Gerard Jofra, Conchita tuvo que ausentarse de los escenarios para cuidar de su madre enferma en Huelva. Ella le dijo a su marido: «Cuenta tus cosas, Eugeni, a la gente le haces gracia». Él se resistía, no quería actuar sin ella, era su seguridad de hombre inseguro: «Me tiemblan las manos, Conchita, me quedo en blanco, lo paso mal», le decía él. Fue en mili cuando Eugenio se aficionó a escribir sus acudits para no aburrirse en las guardias, pero ni por asomo podría llegar a imaginarse que sus chistes acabarían por convertirse en su medio de vida, que comenzaría esa misma noche en que, aupado por Conchita, se atrevió a actuar solo. Y se obró el milagro.
Cuando días más tarde regresó Conchita a Barcelona, asistió con felicidad al descubrimiento que se propagaba: Eugenio, de pronto, se estaba convirtiendo en un fenómeno de masas. Els Dos, como dúo musical, había llegado a su fin. Pero lejos de sentir contrariedad, ella lo apoya, ella se alegra por él, ella le sigue animando y amando. Ella sonríe. ¿Qué se puede hacer frente a Eugenio sino sonreír? Siempre sonreír. Aunque él, con los años y los derroteros dramáticos de su vida, dejara de hacerlo. «Yo me río por dentro», afirmó en una entrevista. Pero aquel golpe tan hondo que le causó la muerte de Conchita en 1980, cuando él tenía 38 años y justo despuntaba su fama, le afectaría para siempre. La escena de la reacción de Eugenio el día en que entierran a Conchita es probablemente uno de los momentos cenit de la cinta de Trueba, debido a la concentración y contención tan emotiva de la tragedia que vive un hombre que acaso también lloraba «por dentro».
Y es que solía decir Eugenio que la risa tiene que nacer de momentos trágicos, y que la prueba de fuego para saber si una persona tiene sentido del humor es ser capaz de reír desde la pena. Él bien lo sabía. Quién sabe si cada vez que el público se desternillaba Eugenio no se hacía la ilusión de que Conchita siempre estaba ahí, recién llegada de Huelva. Contenta de verle feliz haciendo reír a la gente. Quién sabe.
Título: Saben aquell
Dirección: David Trueba
Reparto: David Verdaguer, Carolina Yuste, Pedro Casablanc, Ramon Fontserè, Marina Salas.
Guion: David Trueba, Albert Espinosa
País: España
Año: 2023
Duración: 117 min.