From here to ear es posiblemente la instalación que más interés despierta entre los visitantes de on&on, la última exposición organizada en La Casa Encendida. La muestra reúne distintas obras que se mueven entre lo efímero y lo materialmente irrepetible, obras que quedan en unos casos subordinadas al transcurso del tiempo y en otros entregadas a lo morboso de la degradación o al ensimismamiento del proceso generativo. Entre todas ellas, la instalación del artista y compositor francés Céleste Boursier-Mougenot fascina al público de todas las edades por reunir un conjunto de factores que la hacen especialmente inteligible y fácilmente asimilable. Polisémica y divertida, From here to ear está protagonizada por unas pequeñas avecillas, aves que comparten especie con las que hace más de 150 años sirvieran a Darwin para demostrar la evolución por selección natural de las especies.
Pinzón cebra es nombre común de los cerca de 30 pájaros que forman parte de la obra del francés y que desde el pasado mes de noviembre y hasta mediados de enero están viviendo en un cuidado ecosistema de paredes blancas. Boursier-Mougenot ha recreado en Madrid lo que previamente ya había montado con pequeñas variaciones y mucho éxito en otros centros de arte de Londres, Linz y Nueva York entre otros. Se trata de un agradable y dramático ambiente organizado alrededor de un conjunto de guitarras eléctricas y platos de batería volteados que se convierten en esta instalación en soportes donde los pinzón cebra encuentran reposo y en los que el curioso espectador encontrará el motivo de su contemplación. Porque esto es en general lo que se le deja hacer al espectador en esta exposición, contemplar el espectáculo. En este caso, no es otro que el de una orquesta de movimientos donde los pájaros son los apresurados y descuidados intérpretes. Ellos convierten este particular aviario en una sala de sonido en continuo proceso generativo. El potencial musical y sonoro de los instrumentos se deja en From here to ear a expensas del movimiento aleatorio de los pájaros, factor accidental que no atiende a partituras ni a ningún otro razonamiento musical y que, a diferencia del propósito del artista, se mantiene al margen de cualquier organización o inclinación artística.
Sin embargo la no intencionalidad se convierte en hecho artístico gracias a la organización que hace de los distintos elementos el artista francés. Cada vez que los pájaros se posan sobre las guitarras, sus garras pellizcan las cuerdas produciendo con ello la amplificación de diversos sonidos perfectamente armonizados con su entorno. Lejos de resultar estridentes, estos sonidos se comprenden casi de inmediato como una sonorización del movimiento espontáneo de los pájaros. Causa y efecto. El espectador puede entender rápidamente el mecanismo de la pieza, quizá el más curtido en lo musical encuentre cierta semejanza con los primeros acordes de algunos de los temas de Sonic Youth (como su conocido Scred Trickster) o con otras referencias de lo musical. No obstante, estos sonidos son una anécdota, como lo son también los ligerísimos y brillantes tintineos que producen los pájaros cuando picotean el pienso que el artista ha dejado sobre algunos de los platillos. Todo ello, acompañado por los incesantes gorjeos de los pájaros, que dicho sea de paso arrojan luz sobre los trastornos del habla humana, hace que el espacio quede impregnado de una mutabilidad sonora. En el contexto de una exposición como on&on estos factores nos invitarían a hablar de la transliteración sonora de la vida natural, la música y los nuevos procesos creativos, los cambios de paradigma en la creación sonora, el papel del oyente, la aleatoriedad heredada de John Cage, la espacialización sonora o su vinculación con la vertiente ornitológica de muchas de las obras de Olivier Messiaen. Sin embargo ninguno de estos argumentos daría con el quid de esta obra que se sitúa entre el ready made y el espectáculo ofrecido en un zoológico. Una experiencia estética en cualquier caso, con todos sus matices, que se sitúa entre lo bello y lo terrorífico, que tiene tanto de inquietante y conmovedor como de hipnótico y divertido, una experiencia a la que contribuye sin lugar a dudas el contexto museístico tanto como la disposición del espectador.
Céleste Boursier-Mougenot, como corresponde a la que fue su dedicación como escenógrafo teatral, cuida todos los detalles en From here to ear. Las alturas en que aparecen ubicados los instrumentos, la afinación de las guitarras, el lugar donde se deposita la comida, la distancia entre la escena y el espectador, los nidos de los pájaros, la amplificación de los sonidos…, todo está concebido para que el resultado sea estéticamente bello y también para que el espectador se sienta lo suficientemente cerca de la situación como al mismo tiempo ajeno a la misma. Estas condiciones son exactamente las mismas que se darían en un zoológico o en una escena teatral. En la instalación encontramos a los pájaros desarrollando su vida cotidiana o representando una escena en particular que viene determinada por una serie de pautas. Quizá en algún momento uno de ellos se detenga – como de hecho sucede – y nos mire, entonces tendremos la ilusión de una interacción, pero nada más alejado de la realidad. Como mucho, y si nuestros movimientos son lo suficientemente bruscos (cosa poco probable teniendo en cuenta que permanecemos bajo la atenta mirada de los vigilantes de la sala), conseguiremos que los pájaros vuelen y quizá con ello produzcan algún sonido. Pero es en la situación opuesta de la instalación donde su poética se hace más intensa. Vayan a la hora en que la pequeña comunidad de pinzones cebra descansa (sobre las 13:00 o 13:30), se encontrarán entonces zambullidos en una instalación potencialmente sonora sumergida en el más absoluto silencio. Un espacio inanimado en el que quizá pueda disfrutar de la visión que le proporcione uno de estos pajarillos dormido sobre las cuerdas de una guitarra mientras su pecho, que se infla y desinfla como el de un Orfeo silente, aplasta suavemente las cuerdas sin emitir ni tan siquiera un leve rumor. Es en esa situación cuando se aprecia con claridad cuál es la esencia de la obra, como también cuál es su parte más terrorífica. No hace falta que los pájaros vuelen, ni tampoco que hagan sonido cuando se posan en los travesaños de la guitarra. Más allá de la escena, la instalación es un momento posible. La potencialidad de la situación creada es más fuerte que la situación en sí misma que se convierte ya en espectáculo.
Dicho espectáculo gusta por divertido, por entretenido. Observar durante unos minutos a los graciosos pájaros de pico rojo y mofletillos dorados trajinar por el espacio montando semejante jaleo tiene algo de circense. Como en el circo estos animales están privados de su medio natural y sometidos a una situación absurdamente anómala para su condición vital. Si bien la instalación parece consistir en esos segundos de espectáculo, no debemos olvidar que también trasciende nuestro contacto temporal y efímero con ella. La obra permanece día a día hundida en su propia temporalidad -piensen que ahora mismo puedan estar sonando esas guitarras-. En el marco de una sala de exposiciones como la de La Casa Encendida, esta instalación cobra su significado precisamente en el desplazamiento de temporalidades que despliega. From here to Ear, transforma el tiempo de un here (aquí) en el tiempo abstracto y en potencia del ear (oído).
Video de Céleste Boursier-Mougenot en el Barbican Center de Londres