El término “tosco”, quién lo iba a decir, viene del latín tuscus, “etrusco”. ¿Significaba esto que cuando los romanos incorporaron las ciudades-estado o lucumonias etruscas a la República romana sus habitantes gastaban fama de ser ásperos, rudos o carentes de elegancia? Los autores romanos, empero, reconocían que los etruscos eran cultos, elegantes y dados a la buena vida y el refinamiento; ¿quién mejor que los romanos ilustrados sabía que Roma le debía muchísimo a la cultura de los rasenna, ya que durante el período monárquico Roma fue una colonia etrusca? Tuscus, por tanto, valía decir en Roma de origen etrusco o que alguien tenía maneras de etrusco, es decir, “ser tosco”. Farinata degli Uberti, en su encuentro infernal con Dante del que ya hemos hablado, al escuchar a alguien hablar con el inconfundible acento de su ciudad, se dirige a Dante en estos términos:
“O, toscano cortés que cruzas vivo
(O Tosco che per la città del foco)
por la ciudad del fuego conversando,
ten la bondad de detenerte un rato.
Tu manera de hablar muy claramente
muestra que eres de aquella noble patria
a la que yo tal vez dañé sin exceso.”
Infierno X, 22-27
(Traducción de José María Micó)
Tosco, en este contexto dantesco, es simplemente “toscano”, “de Tuscia o Etruria”. Por tanto, ¿de qué se trataban realmente esas “maneras toscas” o “etruscas”? Hay que ir mucho más atrás en la historia, a las jergas de los bajos fondos de la Roma clásica, al dialecto romanesco de la época. En la Roma antigua hubo una larga calle de dudosa fama llamada Vicus Tuscus que partiendo de la zona más antigua del Foro republicano se dirigía hacia el Foro Boario y el puerto fluvial en el Tíber, bordeando el Velabro, la vaguada que conecta el Foro con el Foro Boario y la Colina Capitolina con la pendiente occidental de la Colina Palatina donde más tarde se asentaría la colonia griega y bizantina de Roma. Ese Vicus Tuscus, por tanto, era “el callejón etrusco” o “el barrio etrusco”. ¿Por qué se llamó así a lo que acabaría convirtiéndose en uno de los barrios más conocidos de la ciudad? Hay varias escuelas de pensamiento al respecto: allí habitaban en la época monárquica y alto republicana artesanos etruscos, los artífices de gran parte de los monumentos de la ciudad; allí se asentaron los refugiados procedentes de las guerras civiles de las ciudades-estado etruscas o tal vez porque en esa calle había un santuario con una estatua de Vertumno, un dios etrusco. Sea cual fuera el origen real del nombre del barrio, parece que ya en el siglo III a.C. la zona adquirió una pésima y merecida reputación en la ciudad porque se convirtió en el barrio chino (más bien en uno de los barrios chinos; había otros, como la Suburra o los alrededores del Circo Máximo) de Roma, especializado en la prostitución de baja estofa, la callejera, particularmente la masculina. Por ello, en una zona con tanta gente de mala vida, tanta rabiza, tanto rufián y tanto hombre zafio que allí acudía a buscar los servicios más baratos y vulgares de la prostitución de Roma, no podía esperarse demasiado refinamiento. ¿Nos puede extrañar entonces que en el argot urbano de Roma se llamase “toscos” (tusci) a quienes frecuentaban aquel barrio? Aquella palabra pasó al latín vulgar como tuscus, “disoluto, desvergonzado, vil”, del que la heredarían las lenguas romances peninsulares. Resulta muy difícil asociar el adjetivo “tosco” a la Toscana o a sus gentes, pues allí todo parece refinado, asentado y elegante, hasta el punto de que “florentino” era sinónimo de esas cualidades, pero al César lo que es del César, y al vicus tuscus lo suyo.