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Mientras tantoEl campesino, la vaca y el pez gordo

El campesino, la vaca y el pez gordo


Érase una vez un pobre campesino que iba un día al mercado a vender una de sus mejores vacas. A la mitad del camino se encontró a un pez gordo.

—Eh, ¿dónde vas, campesino?- preguntó el pez gordo.

—A vender mi vaca al mercado- contestó el campesino, tratando de seguir adelante.

—¡Pero qué vaca tan guapa!- dijo el pez gordo, alzando una mano para intentar tocarla.- ¡Cómo se nota que sabes criar vacas!

vaca guapa

El pez gordo era un pez gordo del mundo del teatro. Al alargar su mano hacia la vaca, esta desconfió y asustada se dio media vuelta, queriendo volver a casa. El campesino fue a por ella y la encauzó de nuevo hacia el mercado.

—¿Cuánto pides por esta vaca tan guapa?- inquirió el pez gordo.- Porque, a lo mejor, a mí me interesa… Y no hace falta que vayas hasta el mercado, si te la puedo comprar yo…

—Pues…- respondió el campesino, que aún no había decidido a cuánto venderla.

El campesino dudó porque, la verdad es que el mercado quedaba aún lejos y si le vendía la vaca al pez gordo, pues podía volver a casa y avanzar en las tareas del campo, y además comer con su mujer y sus hijas. Para colmo, era lunes y los lunes había lentejas, su plato favorito. Así que decidió decirle un precio algo más bajo de lo que hubiera pedido por ella en el mercado.

—La vaca cuesta 251 monedas.

—Bueno, verás… Yo soy un pez gordo del teatro, estoy preparando mi próximo montaje teatral, y necesito una vaca… Y la verdad es que esta tuya es una vaca muy guapa…

—Pues por 251 monedas es suya…

—Bueno, yo te puedo dar muchas más monedas…

El campesino se puso muy contento de repente. Pensó que tal vez si vendía la vaca a un precio más alto, podría pasar mejor el invierno, y no sufrir tantas penurias.

—Yo te puedo dar 547 monedas por esta vaca- dijo el pez gordo tras hacer sus cuentas.

—¿547 monedas? ¡Trato hecho!- contestó el campesino, relamiéndose por haber hecho tan buen negocio y pensando en todas las lentejas que iba a comer ese día, y en lo contenta que se pondría su esposa cuando se lo contara…

—Lo que pasa es que no te puedo dar ahora esas monedas, pero te prometo que en cuanto estrene mi montaje teatral te las daré.

El campesino se quedó un poco chafado, pues no sabía si confiar o no en el pez gordo. La vaca, que era más lista que el campesino, quería darse la vuelta hacia casa, pero el campesino no se lo permitía…

—No te preocupes en absoluto, porque yo soy un pez gordo de palabra. Y para que veas que soy de palabra, venga, dime tu número de teléfono, que lo apunto y en cuanto estrenemos dentro de unos meses te llamo para darte las 547 monedas. E incluso te invito al estreno. ¿Has ido alguna vez al teatro?

—Nunca.

—¿Te gustaría?

—Claro.

El pez gordo anotó en un papel el número de teléfono del campesino, y se lo guardó en el bolsillo del pantalón. Se dieron la mano para cerrar el trato y el campesino le entregó la vaca al pez gordo. Después volvió a casa pensando en las 547 monedas que le iba a dar el pez gordo unos meses después. La vaca miraba hacia atrás tratando de encontrar a lo lejos al campesino y mugía alto para que este le escuchara, pero no la escuchó. Él estaba ya cerca de casa…

El pez gordo, guiando a esa vaca tan guapa hacia el teatro, metió la mano en el bolsillo, sacó el papel en el que había apuntado el teléfono del campesino, lo arrugó y lo tiró al suelo.

Cuando el campesino llegó a su casa y le contó la venta a su mujer, este le atizó en la cabeza con la cuchara de remover las lentejas tres veces y le llamó tonto muchas veces. El campesino comió lentejas junto a su mujer y sus hijas con tres chichones en la cabeza y pensando que ya vería su esposa, que un día recibirían la llamada del pez gordo para pagarles las 547 monedas y para invitarles al estreno.

El pez gordo estrenó su obra, y triunfó y ganó mucho dinero, y todo el mundo alabó esa vaca tan guapa. Salió mucho en prensa, todos hablaban de él. Meses después, cuando la obra dejó de dar dinero, el pez gordo cocinó la vaca e invitó a todos los de su compañía de teatro a comérsela en un gran festín.

Y, así, de tanto comer vacas, es como se ponen gordos los peces.

@nico_guau

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