Home Mientras tanto El cantaor de la estrella ha muerto

El cantaor de la estrella ha muerto

 

Relámpagos de fuego fueron los que guiaron

a Enrique Morente, al otro lado de la raya.

Miró de muerte la estrella a su cantor,

en la aurora de esa mañana.

 

Yo tampoco lograba dormirme en mi cama; trastocado el sueño,

por las largas oraciones carnales de la madrugada.

Insomne, me revolcaba en la lija de mis sábanas,

cuando abrí los ojos hacia el cielo, que ya pintaba en azul azafata.

 

Colgado del centro de mi ventana, descubrí al astro reluciente,

brillando con un resplandor soberbio y extraordinario;

la magnitud de su brillo era la de Venus multiplicado por cuatro.

 

Mi admiración era proporcional al terror reverencial que me despertaba.

Era estrella y también medusa -incandescentes ambas-;

pellizco de mercurio vivo suspendido en el aire.

Brillaba con obscenidad, como lo haría un escarabajo ahíto de diamantes.

 

Su extremo resplandor vaticinaba algo maligno,

como el que debe experimentarse ante un ser,

que por su inmenso poder puede fulminarnos.

Presentimiento de la muerte frente a la superpotencia de la Naturaleza.

 

Algunos pueblos africanos, cuando sufren una gran desgracia,

dicen humildemente: «Dios ha venido a vernos».

Habría que asesinar a los televisores, como se hacía con los mensajeros

que portaban noticias funestas. Alguien tiene que pagar por tanto miedo.

 

Fueron los telediarios con su certeza de ancla de petrolero,

los que certificaron su fallecimiento unas horas más tarde.

Si la primera plana de la noche había sido la inesperada muerte de Morente,

la contraportada fue el anuncio de una lluvia de estrellas gemínidas, esa madrugada.

 

Nunca había oído hablar de estrellas fugaces de invierno.

¿Por qué este año? ¿Por qué esta noche?

¿Por qué se acercaban tanto a la Tierra las estrellas,

en la fecha  de la muerte del cantor que tanto las cantara?

 

Entonces recordé al lucero monstruoso de la alborada.

¿Estarían relacionados ambos fenómenos celestiales?

La superstición forma parte de la ceremonia de los miedos atávicos.

¿Habría venido la estrella a llevarse a Morente, a su vera iluminado?

 

La única gemínida que fui capaz de capturar esa noche,

cayó en picado, por la otra cara del vidrio de mi ventana.

Dejó una larga y luminosa estela de cometa perdurable,

como si desde otro mundo, al nuestro, la hubieran lanzado.

 

Plenamente reconfortado, le di la mano a mi esperanza,

y pensé, que con el lucero de la mañana y la estrella de Morente,

esta estrella fugaz había hecho tres en raya.

 

Todo estaba señalado. Ante tanta sobrenaturalidad,

lo mejor sería recogerse en humildad de superviviente,

escuchar la canción, y bosquejar una plegaria.

 

http://www.youtube.com/watch?v=P4gotpkrdxk&NR=1&feature=fvwp

 

P.S. (Faba pide disculpas a sus visitantes, por la obscenidad gráfica de algunas de las imágenes extraestelares que se insertan en el vídeo adjunto.) 

Salir de la versión móvil