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Mientras tantoEl ‘Canto de la Sibila’

El ‘Canto de la Sibila’

De libros raros, perdidos y olvidados   el blog de Carlos G. Santa Cecilia

 

Necesitados como estamos de mensajes que iluminen el incierto porvenir, no podemos dejar pasar el más importante hallazgo de los últimos tiempos en el codiciado universo de la adivinación y la profecía. Quién iba a pensar que entre los arrumbados cantorales que la Biblioteca Nacional desenterró, restauró y clasificó para una exposición reciente después de dormir durante años –o siglos– el sueño de los justos, iban a aparecer cuatro folios con unos textos y una notación musical que nos traen nuevas señales desde el abismo de los tiempos.

 

De origen incierto, la Sibila es una sacerdotisa que profetiza el futuro y hunde sus raíces en la mitología griega y latina. Los Oráculos sibilinos fueron compilados por un erudito bizantino de origen judío. En el siglo IV el apologeta latino convertido al cristianismo Lactancio describió una decena de sibilas, de Delfos a Persia –se cree que puede ser la misma y recibe distintos nombres según el lugar donde oficiaba–, y tradujo sus mensajes al latín para combatir la herejía arriana. Miguel Ángel representó en los frescos de la Capilla Sixtina cinco sibilas. La eritrea, de brazos potentes y acentuado torso, aparece pasando las hojas del libro en el que estaba escrito lo que habría de suceder. Encontramos su efigie también en el pórtico occidental de la catedral de León.

 

 

 

Fue san Agustín, en el siglo V, quien introdujo definitivamente a la Sibila eritrea en la tradición cristiana. En La ciudad de Dios narra que, disertando sobre Cristo con el procónsul Flaciano, éste le mostró un códice griego en el que estaban copiados unos versos de la pitonisa. Se trataba de una composición acróstica que formaba la frase: “Iesus Chistus, Dei filius, Salutator”, esto es, el origen divino de Jesucristo predicho desde tiempos inmemoriales. San Agustín incluyó la traducción latina de los versos en su obra y pasó a formar parte de la liturgia cristiana durante la Edad Media. En torno al siglo X aparece por primera vez como composición musical con estribillo en un manuscrito de la abadía benedictina de San Marcial de Limoges y arraiga definitivamente en el sur de Europa a partir del siglo XII, por lo general en las catedrales.

 

El Concilio de Trento, a mediados del XVI, suprimió toda veleidad pagana, pero tal era la popularidad que había adquirido el Canto de la Sibila que se mantuvo en algunos lugares y ha sobrevivido hasta nuestros días. Las representaciones, con distintas variantes, tenían lugar durante la Misa del Gallo. Un niño ataviado como una doncella (no se admitía a mujeres en el presbiterio) y acompañado de gran aparato escénico hacía su aparición en la iglesia portando una espada desnuda. Desde el altar y seguido o subrayado por el coro, entonaba su canto profético que anunciaba el fin del mundo y el juicio final. La señal del juicio, afirma uno de los estribillos, es que “la tierra se cubrirá de sudor”.

 

A partir del siglo XIII hay testimonios de que se usaba ya la lengua vernácula. La versión musicada más antigua, en gallego, se encuentra en las Cantigas de Santa María, de Alfonso X el Sabio, a la que siguen, en catalán, la que se conserva en el archivo de la catedral de Barcelona y la de Pollença en Mallorca. Los aderezos de la Sibila de Barcelona incluían un par de guantes, un traje, una peluca y una cola peluda que le daba apariencia de sirena. La versión que se ha representado en la catedral de Palma de Mallorca casi sin interrupción durante los Maitines del día de Navidad fue declarada en 2010 Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.

 

El musicólogo Raúl Luis García se ha dedicado los últimos años a estudiar y catalogar un pecio de cantorales que fueron llegando a la Biblioteca Nacional fruto de las amortizaciones y del abandono. Son enormes libros corales o de facistol en pergamino que repiten los cantos litúrgicos, obsoletos desde comienzos del XIX, pero que para los monasterios y las iglesias habían constituido un signo distintivo y una fuerte inversión, por lo que muchos presentan enmiendas y añadidos. En un antifonario de la segunda mitad del siglo XVI (MPCANT/73) alguien había incorporado, al final, cuatro folios, sin duda más antiguos, que nada tenían que ver con el cantoral.

 

Después de muchas dudas y consultas, se confirmó la primera sospecha: era una versión desconocida en castellano del Canto de la Sibila. Además de 28 en latín, se conocen seis en catalán, seis en castellano y dos en gallego de sendos manuscritos de las Cantigas, pero esta era la más extensa en lengua romance. Hay un bifolio inicial perdido, por lo que no es fácil establecer el número de versos que componían el canto; las cuatro hojas conservadas contienen 11 estrofas –la primera incompleta– que no coinciden con ninguna otra versión. La notación musical también presenta variantes con respecto a las fuentes conservadas y la asemejan con otros manuscritos de la catedral de Toledo, su origen más que probable. El Departamento de Música de la Biblioteca Nacional vivió días de euforia y la catedral toledana, que está volviendo a recuperar la tradición y donde se representó hasta comienzos del siglo XX, ya se ha interesado por el hallazgo, si bien –herencia tridentina– lo incluye en un capítulo de celebraciones “paralitúrgicas”.

 

Vestida, en la tradición toledana, con sayal blanco en forma de alba, cenefas bordadas en cuello y muñecas y una cinta ancha de color rojo alrededor de la cintura, ceñía su cabeza con una corona de flores. Su irrupción estelar precedida por dos ángeles y dos clerizones con hachas encendidas, un pertiguero y un guarda del templo, sobrecogía a los fieles. Con su voz angelical entonaba las más terroríficas premociones. “Juicio fuerte será dado y muy cruel de muerte”, reza el estribillo. Este es el mensaje de rechinar de dientes que nos trasmite la Sibila desde la más insondable antigüedad, según la transcripción diplomática de las estrofas que hizo Raúl Luis García:

 

…si grande escuridad

Entonce seran ayuntadas las animas delos iustos e peccadores quantas en el mundo fueron nascidas desto sed sabidores

Entonce es espreuesceran todas las gentes e restriñiran los sus dientes asi como si fuesse inuierno con grand pauor del infierno

Los quatro euangelistas sus trompas uernan tañendo con una boz muy ayrada bien ansi uernan diziendo

Levantad uos los passados quantos en el mundo fuistes nascidos todos uos ayuntad ante el rey dela magestad

E uerna el fijo de sancta maria y iuzgara todo derecho mostrara su claridad de la luz que tiene en el pecho. E los angeles que son sin pecado seran muy espantados

Alli uerna sancta maria en coro sobre los angeles e dira ay mio padre ay mio fijo ay mio spiritu sancto los que por uuestro amor fueron baptizados no deuen ser condenados

Tornarse ha los iustos el rey muy glorioso dezirles ha muy alegre un sermon muy sabroso

Venid benditos del mi padre precioso rescebid el mi reyno que es muy largo e uicioso

Tornarse ha los malos sañudo e ayrado dezirles ha por nueuas un mezquino mandado

Id uos malditos ministros del pecado iredes con lucifer que es uestro adelantado

Para siempre iamas acorro no auredes a qual señor seruistes tal galardon rescibiredes

  

[La soprano Montserrat Figueras, fallecida en 2011, grabó con su marido, Jordi Savall, esta histórica y excepcional versión (en catalán) del Canto de la Sibila]

 

[Vídeo que presentó, para su candidatura en la UNESCO, el Consell de Mallorca]

 

El Canto de la Sibila hallado en el cantoral de la Biblioteca Nacional

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