Sobre La noche de la verdad, de Albert Camus
Ya había publicado El extranjero, pero cuando en 1944 Albert Camus comienza a escribir en Combat apenas es un escritor conocido. En aquel periódico de la resistencia contra la ocupación nazi en la Francia de Vichy, Camus redactaba sus primeros artículos y editoriales con frenética lucidez, entre el estruendo de fusiles y el humo de incendios lejanos que nublaban un París «enorme, a oscuras». En cada tecla de su máquina de escribir desplegaba toda su artillería literaria y cívica, su afán por la libertad desde el arpón de la palabra.
Publica el primer artículo en marzo de 1944 como redactor jefe. Hasta el último, en junio de 1947, contando con algunas piezas esporádicas entre 1948 y 1949, Camus consolida su voz, que destaca entre aquella minoría frente a la invasión del totalitarismo nacionalsocialista, y llega a ser considerado como un pensador de prestigio de la inmediata posguerra. Un total de 165 textos abordando los más variados asuntos: desde política internacional y colonial, hasta consideraciones sobre la justicia, la ética y la libertad. Todo bajo el prisma del tema central: ¿cómo se regenera el mundo y la democracia después de vivir un cruento enfrentamiento global?
El 7 de septiembre de 1944, pocos días después del fin de la Segunda Guerra Mundial, Camus escribe que «la dura y maravillosa tarea de este siglo es construir la justicia en el más injusto de los mundos y salvar la libertad». Sus textos, su escritura de ideas trabajadas y al mismo tiempo apremiante y nerviosa, emana ya la poca esperanza de un hombre que denuncia y lamenta con impotencia que algunos de los principales periódicos de su país hayan caído presos de los invasores y se hayan convertido en altavoces cómplices de una ideología totalitaria que se expandía por Europa.
«Son textos pegados al terreno de los grandes acontecimientos y en ellos puede dibujarse una trayectoria personal -que es la de Camus y tantos otros- que va del entusiasmo a la decepción», explica Manuel Arias Maldonado en el prólogo de La noche de la verdad (Debate, 2021), compilación encomiable de los artículos de Camus en Combat que constituye la pequeña historia «de un momento apasionante de la historia europea y francesa». O en palabras de Camus: «un problema de civilización», como expresa en una pieza titulada El pesimismo y el valor. «Se trata para nosotros de saber si el hombre, sin el socorro de lo eterno o del pensamiento racionalista, puede creer por su cuenta en sus propios valores. Esta empresa nos supera muchísimo a todos. Lo digo porque es lo que creo: Francia y Europa tienen hoy que crear una nueva civilización o perecer».
Maldonado se pregunta qué interés pueden generar hoy estas creaciones periodísticas casi ochenta años después de ser escritas. «El siglo XX se va alejando de nuestra vista. Sin embargo, nos sigue fascinando». Junto al lujo meritorio de sacarlos a la luz, reparar hoy en estos textos casi octogenarios de un Camus que apuntalaba su estilo literario (durante los años en Combat escribe su famosa novela La peste) significa, además, que las ideas de aquel joven periodista, con carácter de «filósofo político» en defensa de la democracia en tiempos difíciles para las libertades, siguen perennes.
En el campo del periodismo, disciplina a la que Camus dedica numerosos artículos en Combat, el escritor advierte de la simbiosis letal entre verdad y persuasión que amenazaba la democracia en aquellos años existenciales y también hoy día, cuando una desconfianza generalizada hacia todo, en especial hacia la información no solo institucional sino también periodística, provoca que junto a la emoción y al improperio impere como opio romántico la pugna sin sentido contra la razón y el debate constructivo. Para Camus, un periodista es «un historiador sobre la marcha» y su labor consiste en contemplar la actualidad desde una visión ética y crítica, porque «si la mentira, con una tirada de millones de ejemplares, conserva pese a todo cierto poder, basta al menos con decir la verdad para que la mentira retroceda».
Un artículo fechado de 1944 y titulado Periodismo crítico parece escrito para los tiempos presentes de fake news y posverdad. Camus reivindica «que los artículos de fondo tengan fondo y que las noticias falsas o dudosas no se presenten como noticias ciertas. Es a ese conjunto de formas de proceder a lo que llamo ‘periodismo crítico’. Y, una vez más, precisa un tono y precisa también que se sacrifiquen muchas cosas. Pero quizá bastaría con empezar a planteárselo». El mismo Camus da fe de su ejercicio libre de expresar las ideas: «La crítica objetiva es para mí lo mejor y no me cuesta admitir que se diga que una obra es mala o que una filosofía no es buena para destino del hombre».
Camus considera que el periodismo precisa un nuevo tono, un nuevo lenguaje, para expresar ese nuevo mundo ignoto que se abre después de un dramático hito histórico como fue la Guerra Mundial. «Para tiempos nuevos hacen falta, si no palabras nuevas, al menos una forma nueva de disponer de las palabras. Esa colocación solo el corazón puede dictarla, así como el respeto que proporciona el amor verdadero. Solo a ese precio contribuiremos, en la humilde parte que nos corresponde, a darle al país el lenguaje que lo moverá a escuchar».
¿Y cómo se construye un nuevo lenguaje, una nueva ética, una nueva civilización? «Con la confrontación de ideas, con la sangre del pensamiento, con el dolor y el valor. (…) Si la época ha padecido nihilismo, no es haciendo caso omiso del nihilismo como conseguiremos la ética que precisamos. No, no todo se reduce a negación y absurdo. Lo sabemos. Pero primero hay que poner encima de la mesa la negación y el absurdo, ya que con eso es con lo que se encontró nuestra generación y eso es lo que tenemos que solucionar». ¿Sería esto posible en el mundo de hoy? ¿Un diálogo sin prejuicios? ¿En un tiempo en que, como diría Camus, a veces «la verdad se vuelve difícil»?
Probablemente y por desgracia, ni la época de Camus ni la actual, envuelta todavía en otro hito dramático como la pandemia del coronavirus, comparada hasta el encono con metáforas bélicas, participen de la mesura de un mundo ilustrado. Pero ante todo, siempre será más propicio el combate de la palabra: la retaguardia de la reflexión constante desde la que forjar un carácter ético que sepa dar respuestas rápidas y lúcidas, como las de Camus, en situaciones extremas y perentorias.
Para cultivar ese ambiente reflexivo, Camus incide en crear «las condiciones de la información honrada y el debate objetivo», es decir, generar un ambiente de diálogo con expectativas «dejando claras nuestras diferencias y subrayando nuestras semejanzas». Lo expresa el 1 de septiembre de 1945 en un extenso artículo que inicia con la siguiente frase: «Ha empezado la posguerra». En el páramo yermo de un nuevo tiempo, Camus estaba convencido de la fuerza regeneradora y salvífica de la palabra. «Este mundo no se salvará hasta que hayan concretado su lenguaje y su vocabulario. Todos hacemos trampa con el significado de las palabras o, al menos, todos nos decimos mutuamente palabras que cada uno se toma en un sentido diferente. Nos dicen a menudo que tenemos un mundo por hacer de nuevo. Quizá sea cierto, pero no lo haremos de nuevo hasta que le hayamos proporcionado un diccionario».