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Mientras tantoEl comboi II: “Mapache”

El comboi II: “Mapache”


(‘Comboi’ viene de la expresión “fer comboi” (“hacer convoy”), que significa juntarse con amigos para organizar un evento, normalmente una comida o una fiesta, con el simple motivo de celebrar la alegría. La AVL (Acadèmia Valenciana de la Llengua) lo define como “Actividad festiva, diversión colectiva”, y además se mantiene el sentido de “pandilla, banda”.)

 

 
Mapache– foto de Salu Cubells

MAPACHE
Texto y dirección: Gabriel Ochoa
Con: Sergio Caballero
Producción: Bisílaba
del 31 enero al 2 febrero en el Teatro Off (València)

 

En Mapache, estrenada el pasado 31 de enero en el Teatro Off  de València, tras montajes como Vives y Rashid y Gabriel, Gabriel Ochoa sitúa de nuevo el foco en el vínculo personal profesor/a-alumno/a como motor para resolver una situación dramática específica, generalmente unida a los problemas de un/a adolescente con su entorno.

Ochoa, o Gabi, como se le llama en València, es una figura bien conocida y querida en la profesión valenciana. Filólogo, autor y director teatral y cinematográfico, es un todoterreno de la industria cultural que ha combinado su actividad docente como profesor de literatura dramática en escuelas de teatro con la investigación académica o la programación (fue elegido programador temporal del Teatro Escalante en la infructuosa temporada 2020-2021).

Esta nueva obra es, de todas, donde la propuesta queda más desligada del teatro mimético convencional pues, aunque Ochoa propone siempre estructuras deconstructivas, con rupturas temporales y argumentales, esta vez se alía plena y ciegamente con el actor en escena, un Sergio Caballero confidente de los espectadores, para crear un espectáculo que algunos llamarían ‘posdramático’, cercano a la performance, donde el actor es ejecutante de todo cuanto ocurre en la escena. Más que un actor en el sentido clásico que asumimos, adopta la figura de un rapsoda o juglar que nos cuenta la historia en primera persona, actúa los demás personajes, comenta y valora lo que sucede o nos da sus propias impresiones sobre el mundo actual. Al más puro estilo de un Brecht o un Piscator, el teatro es visto aquí como un artefacto sociológico que permite transmitir valores a través de una historia, con interrupciones de alivio cómico que Sergio da con su variedad de registros.

Por el tono didáctico, el registro de lenguaje, la forma de dirigirse a un patio de butacas como enteramente joven, la variedad de recursos orientados al alivio cómico o la figura del actor convertido en rapsoda o juglar, este Mapache pertenece al campo teatral pero también al educativo, acercando con simpatía esta propuesta al teatro para la infancia y la juventud, público ideal y necesario de este montaje.


Mapache
– foto de Salu Cubells

UN CAFÉ CON… GABI OCHOA 

Dejamos aquí una breve conversación con Gabi Ochoa, autor y director de Mapache, donde habla de su faceta como autor-director, de la función social del teatro o de la escena valenciana actual.

Te atreves con un monólogo. ¿Qué ventajas e inconvenientes dramatúrgicos le ves a este formato?
Me he fijado mucho en lo que denomino el “monólogo Fringe”, los monólogos que hay en el Festival Fringe, de Edimburgo. Son monólogos-río que, de alguna manera, cuentan una historia y muestran una catarsis, una revelación a lo largo del proceso. Es más, hay dos que se han convertido en series, Fleabag y Baby Reindeer (Mi reino de peluche). Me gusta ese tipo de monólogos, donde poco a poco se va revelando información hasta llegar a una anagnórisis final del personaje, donde conoce o comprende algo. Como le pasa a Edipo, cuando se da cuenta de que se había casado con su madre y a partir de ahí, cambia su percepción. Tiene las ventajas de que solamente es un actor. Pero eso mismo también son los inconvenientes. No sé si denominarlo “teatro pobre”; no tiene por qué serlo, pero creo que es interesante porque hay que trabajar con muchos mecanismos. El monólogo tiene muchas pautas. Pueden ser últimas palabras, como hacen Jordi Balló y Xavier Pérez en El mundo, un escenario, puede ser un monólogo de propaganda, o un monólogo de la conciencia. Mapache tiene un poco de conciencia, un poco de propaganda, un poco de últimas palabras, un poco de todo.

Sueles dirigir tus textos. ¿Separas al director del escritor, o eres de los que continúa el proceso de escritura durante los ensayos y a pie de escenario? ¿Qué método de trabajo has encontrado más orgánico?
Soy un director-dramaturgo, es decir, dirijo lo que he escrito. Lo que hago es el proceso, el salto a la sala de ensayos. Y cuando dirijo, lo hago desde el texto. Siempre digo que hay tres tipos de director: el actor que pasa a director, por lo tanto, trabaja desde la interpretación; el director puro y duro, que de alguna manera tiene un mecanismo visual y muchos mecanismos de trabajo; y el dramaturgo que es director, que lo que hace es saltar a la sala de ensayos. Yo planteo un texto, pero sé siempre que se va a mover dentro del ensayo y hay cosas que los actores, en este caso Sergio Caballero, me plantean, y yo digo: “Va, pues sí”, y otras veces digo: “No”, porque cambia la intención. Para mí, la intención es el hilo que lleva la historia, no la puedo obviar. Me siento muy orgánico así: primero, me viene muy bien escribir pensando en los actores, aunque luego no sean ellos los que lo interpreten. Y luego, por ejemplo, con Mapache, le fui pasando fragmentos del texto a Sergio, que me daba algún feedback. Normalmente, los primeros cuatro o cinco días de ensayo hacemos trabajo de mesa, lo que llamo yo “levantar puntos y comas”, cambiar frases o intenciones para que se entienda todo. Y a partir de ahí vamos trabajando, o cambiando frases hasta el último momento. Creo que, como decía Paco Zarzoso, todo en escena, cada palabra, cada frase, significa, así que es importante tenerlas en cuenta. Hay veces que Sergio ha dicho una palabra que ha cambiado la significación y, de hecho, las notas que le doy tras el ensayo son sobre todo de texto. Pero las intenciones están ya en la primera dirección, cuando escoges al actor o a la actriz. Si has escogido bien, sabes que ya tienes un trabajo hecho.


Mapache
– foto de Salu Cubells

La obra trata de cómo Rubén, un profesor de Instituto, intenta comprender y reorientar a Iván, un joven alumno. En obras anteriores, como Rashid y Gabriel o Vives, ya planteabas el vínculo profesor/a-alumno/a casi como un diálogo socrático. ¿Crees en la función social del teatro?
Pronto haré veinte años como profesor de literatura dramática y unos siete u ocho como profesor de guion, y me gusta esa manera de entender el teatro. Me gusta mucho Brecht porque posee, a través de la distancia brechtiana, una parte de función social, pedagógica incluso, que el teatro puede tener. Me siento cómodo ahí, creo mucho en la función pedagógica del diálogo (que es algo muy socrático) y en que eso nos ayuda a entender nuestro presente. Juan Mayorga en algún momento lo decía: el teatro tiene otra verdad, que seguramente es más profunda. El teatro permite analizar con perspectiva, aunque la perspectiva sea del presente más actual. Me gusta mucho ese teatro y trabajarlo así, siempre intentando no ser aleccionador, ni excesivamente pedagógico, ni moral, ni nada por el estilo, simplemente intentando entender nuestro presente. Tanto Rashid y Gabriel en su momento, como Vives, como Mapache son tres textos escritos para la juventud. También para un público adulto, ya que el del teatro para la juventud es un público adulto y hay que tratarlo como tal. Esa función social también tiene una anagnórisis, una revelación para esa persona. Brecht decía eso: no quiero que te emociones, lo que quiero es que esto de alguna manera te entre y lo reflexionemos al salir por la puerta del teatro. El teatro puede tener muchas funciones interesantes, de juego, de entretenimiento, etc. Pero esta función social es la que a mí me parece más interesante.

Una pregunta que hacemos a todos nuestros entrevistados: ¿cómo ves el panorama teatral valenciano actual? No hay respuestas incorrectas.
No creo eso de que estemos en crisis, el teatro siempre está en crisis. Pero sí diré dos datos que creo que son interesantes y reveladores a la hora de analizar, más allá de que en la última programación que ha presentado el Institut Valencià de Cultura (IVC), el valenciano está muy minusvalorado, y esto es importante. Aunque yo soy un dramaturgo que escribe tanto en castellano como en valenciano, vivimos en un territorio con lenguas cooficiales, por lo tanto, tendría que ser al 50%. Pero diré dos datos que creo que son importantes. Las últimas cinco producciones que he hecho son con uno o dos intérpretes. Esto me hace reflexionar sobre qué tipo de teatro podemos hacer. Por ejemplo, me parece impensable hacer una obra con siete actores y actrices. Esto tendría que hacer reflexionar a la gente que ocupa cargos públicos en la administración, no solamente en el ámbito local sino también a nivel autonómico y nacional. Tenemos teatros como el Centro Dramático Nacional, que es para todo el mundo, para toda España, y teatros como el Español, etcétera, que deberían acoger todo tipo de lenguas y todo tipo de variedades.

Por otro lado, me parece interesante lo que ha pasado este mes de enero. Se han estrenado cinco espectáculos valencianos. Esto tiene que ver con que las ayudas del IVC salieron muy tarde, tanto la convocatoria como la resolución, lo que ha supuesto que todos los espectáculos hayan tenido que estrenarse a principios de 2025. Es un tipo de (voy a denominarlo claramente así) violencia institucional, en la que no se dan cuenta que están obligando a un calendario de trabajo, pues obviamente afecta a nuestras estructuras y nuestras maneras de trabajar. Nosotros, por ejemplo, tuvimos que retrasar los ensayos de Mapache tres veces porque no sabíamos si podríamos hacer la obra.

Hace poco supimos también que el IVC  va a incentivar la dramaturgia valenciana, también la dramaturgia viva, que siempre es bueno, a través de una serie de acciones como el Torneo de Dramaturgia, la Ínsula Dramataria, y una nueva propuesta llamada Inédits, basada en lecturas dramatizadas de autoría valenciana actual. También es verdad que el IVC ha intentado que se hagan algunos clásicos, que es interesante, pero no olvidemos que los clásicos los podemos también adaptar los dramaturgos y dramaturgas valencianas, que eso ayuda al ecosistema. No solamente tiene que ser el Institut Valencià de Cultura, también deberían ser otras instituciones, como el Ayuntamiento de València, en el caso mío, porque yo vivo en València, pero también el Ayuntamiento de Alicante, Castellón, Alcoy, Benifaraig… cualquier municipio, sobre todo los grandes, Gandía, Alcoi, La Vall d’Uixó, Vila-Real y obviamente, las diputaciones también, que creo que ayudan. Esto hace que podamos no solamente trabajar en nuestra comunidad, sino también salir fuera.

Samaruc

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