Cuando yo era niño, me obsesionaba el conjunto vacío.
Todos los años estudiábamos la teoría de conjuntos en matemáticas. Lo estudiábamos al principio del curso, aprendíamos lo que era un conjunto disjunto, una intersección, la propiedad conmutativa y la propiedad transitiva y también aprendíamos lo que era un conjunto vacío. Luego dejábamos atrás la teoría de conjuntos y aprendíamos, supongo, otras cosas que se parecían más a las verdaderas matemáticas. Pero al año siguiente, cuando comprábamos el libro del nuevo curso, ahí veíamos de nuevo aparecer la teoría de conjuntos. Y, una vez más, ahí teníamos al conjunto vacío.
Considero una pena que los niños de hoy en día ya no estudien teoría de conjuntos. La teoría de conjuntos es una imbecilidad manifiesta porque no sirve para nada y no tiene ninguna función ni utilidad práctica. Pero por eso mismo se aproxima a la poesía, al arte, a la filosofía y también a la mística.
Veamos el problema del conjunto vacío. El conjunto vacío es un conjunto que no tiene ningún elemento. Visualmente, el conjunto vacío es un redondel dibujado con un lápiz en cuyo interior no hay nada. Esta era mi lucha cuando era pequeño: intentar demostrarle al mundo que un conjunto que no tiene ningún elemento NO PUEDE SER UN CONJUNTO. Mis profesores me decían muy ufanos: sí es un conjunto, pero está vacío. A mí me parecían unos imbéciles.
Sin embargo, con el paso de los años, creo que empiezo a comprender, o quizá a vislumbrar, qué es exactamente un conjunto vacío.
Ahora me doy cuenta de que toda la teoría de conjuntos que nos enseñaban a los niños a fines de los años 60 o quizá a principios de los 70, lo más importante de todo era, en realidad, el conjunto vacío.
Ahora me doy cuenta de que el conjunto más importante es el vacío porque en realidad todos los conjuntos son conjuntos vacíos. ¿Sería este, en realidad, el mensaje? No hay nada dentro del sobre, nada dentro del armario, nada dentro de la cabeza, nada dentro del libro. El puño cerrado se abre: no hay nada dentro. Dentro de la boca hay palabras, y dentro de las palabras hay viento, y dentro del viento no hay nada, ni siquiera una sombra. Todo es apariencia, y una apariencia lleva a otra apariencia. Todo está vacío. Y sin embargo todo parece existir. Todo parece existir, pero todo está vacío.
Yo mismo estoy vacío. No soy nada. Hay en mí enfados, ilusiones, decepciones, miedos, sueños, pero nada de eso soy yo verdaderamente. Soy un conjunto vacío. ¡Qué equivocado estaba yo de niño! En realidad, los únicos conjuntos verdaderos son los conjuntos vacíos. Hacer este descubrimiento es una forma de felicidad.
Todo parece existir. Incluso yo parezco existir. Me siento a mí mismo, me veo reflejado en el espejo, puedo decir mi nombre y mi dirección. Y sin embargo dentro no hay nada. Hay palabras, ideas, viento, humo. Nada. Un conjunto vacío.
No es cierto que un conjunto vacío no sea nada. Es un conjunto, pero está vacío. No es cierto que una persona, o un libro, o una montaña, o un poema, no sean nada. Son lo que parecen ser, pero en realidad están vacíos. Que estén vacíos no quiere decir que no sean nada o que no sean importantes.
Son lo que son, pero están vacíos.