(Continuamos con una nueva entrega de El Correo de Faba, sección en la que se ofrece a nuestros lectores acceso a la correspondencia selecta de Julio José de Faba. Hoy nos escribe Zo Brinviyer, una voz personal que a pesar de su juventud es dueña de una notable experiencia como encantadora de palabras que desentrañan el alma de los movimientos. Adjuntamos al final de su texto, un breve perfil de la autora.)
VACIANDO EL CUERPO
Por Zo Brinviyer
Querido JJ:
Vuelvo a estar en una clase, observando, y me acuerdo de ti.
Aquí no hay espejos. Los alumnos no aprenden a bailar Butoh viendo vídeos en youtube ni imitando al profesor. Ni siquiera le miran. Creo que no miran nada fuera. Creo que miran dentro. Pero qué ven. El maestro guía el viaje:
Los pies sumergidos en el barro. Las moscas saliendo por la boca. Un pájaro herido en la mano izquierda. Una gota resbalando por la rodilla. Un tigre en el estómago. La piel de escamas. Los ojos en la espalda.
Aprenden a mirar de otra manera, despertando el inconsciente, desarrollando la imaginación y olvidando las formas de movimiento aprendidas. “Si no nos liberamos de nuestros hábitos, si no los podemos reconocer, no nos será posible permitir que lo involuntario manifieste su sabiduría sutil”, declaraba Kazuo Ohno, uno de los fundadores del Butoh.
El maestro, decía también, “ayuda al alumno a analizar y a componer los propios movimientos de su cuerpo”. Cada maestro de Butoh tiene su propia manera de entrenar la imaginación. En esta clase no hay pasos a seguir, no hay reglas, no hay una única forma de hacer las cosas, no hay sentido común. No hay formas.
Me preguntarás si esto es danza. Sin ninguna duda. Hay movimientos abstractos, no reconocibles. Algunos cuerpos casi inmóviles parecen escuchar más que hablar, mientras otros que se agitan y tiemblan parecen gritar en silencio. La imaginación provoca sensaciones que se traducen en movimientos únicos, inesperados y originales que no podrá reproducir otro bailarín, no es algo que se pueda fabricar.
Veo un cuerpo que se retuerce. Otro que se abre. Al fondo, el cuerpo quieto, concentrado y despojado de una mujer. Vuelvo a mirar. Noto cómo respira y me doy cuenta del sutil movimiento sumergido. No es que ocupe el espacio y el tiempo, sino que lo produce. El bailarín de Butoh aprende a controlar la energía a través de una atención mental permanente. En este sentido, el Butoh parece una danza límite donde los bailarines se entregan a otro estado, en el que parece no haber ni principio ni fin. Hay una continua metamorfosis, y los bailarines se concentran en las transiciones sin pensar a dónde tienen que llegar.
Sigo mirando. No sé si ellos, los que bailan, están aquí. Se han olvidado de los que miramos. No bailan para nosotros. No demuestran nada. No compiten. No se exhiben. No quieren expresar, contar ni representar. Van más allá. Tatsumi Hijikata, el otro fundador del Butoh, aspiraba a “realizar los movimientos de la muerte a través de la muerte misma”. Los bailarines de Butoh se conectan con ese otro mundo invisible a través de los pies, se enraízan en la tierra, bebiendo su energía y anclándose en el presente. Los bailarines de ballet se elevan sobre las puntas cubiertas de sus pies y se acercan al cielo repitiendo, automatizando y perfeccionando sus técnicas de salto y giro. En cambio, aquí, los pies desnudos hablan, sostienen, miran, absorben, y sobre todo, conectan. La elevación en Butoh surge del descenso, se alcanza la luz atravesando las tinieblas. Y la belleza se revela a través de la fealdad, el desequilibrio, lo irregular o lo grotesco. El bailarín de Butoh puede experimentar el gozo de la vida a través de la conciencia de la muerte.
No te extrañes, cuando veas un espectáculo de Butoh, si los creadores se inspiran en temas violentos, ocultos, fantasmales, expresionistas o surrealistas. La verdad es que el Butoh abarca todos los temas posibles y además lo hace desde perspectivas muy diferentes. Cada bailarín es distinto a los demás. Y cada uno desarrolla su propio estilo. El Butoh no entiende de géneros, edades ni nacionalidades. El Butoh no sólo se baila en Japón. Se ha expandido por todo el mundo.
Quizá por eso, cada vez, es más difícil definir qué es el Butoh. Habrá que quitarse los zapatos, dejar de contemplar, vaciarse e intentar comprender a través de la experiencia.
Un abrazo desde el abismo,
Zo
¿QUIÉN ES ZO BRINVIYER?
Zo Brinviyer escribe y dirige. Entre sus obras destacan Cómo vas a morir si no tienes madre, Cuando nada duele y El tiempo de la sed, con representaciones en Teatro Pradillo, Casa Encendida, Sala Ítaca, Certamen Coreográfico de Madrid, Teatro Ensalle (Vigo), Sala Gades (Málaga) y Teatro de los Manantiales (Valencia). Su último proyecto, El deseo de ser infierno, ha sido concebido en el marco del Espacio Teatro Contemporáneo de la Sala Cuarta Pared de Madrid.
www.laforastera.com