Hace varios días que D y yo hablábamos de visitar la exposición Magnum (El cuerpo observado) en la Fundación Canal, y hoy por fin nos hemos animado. Posponer las obligaciones cotidianas y rendirse a estas pequeñas distracciones, resultan reconfortantes, mucho más cuando la ciudad parece estar tan ausente, y dormida como yo. Tal vez sea una tontería, pero no es fácil encontrar el acompañante perfecto cuando una está acostumbrada a abandonarse a sus impulsos artísticos casi siempre sola y sin ningún rigor. Fue precisamente, esta falta de sintonía, la que me llevó a dejar de visitar exposiciones con otro amigo. Había entre nosotros un desajuste tal en la forma de mirar las obras, que me desesperaba. Si yo iba rápido, él se detenía minutos enteros, lo que para mí era una eternidad; otras veces sucedía al revés. Era yo quien me detenía y él pasaba de largo, buscando su propio espacio, ese espacio que yo no le daba, pero que a juzgar por su ensimismamiento era muy importante para él. Con D todo parece distinto, además de nuestra conexión; detalles nimios como un comentario siempre bien recibido, o simplemente mantenernos callados, sumidos en el silencio de los detalles, no parece importarnos a ninguno de los dos.
Encogidos por el frio, entramos deprisa en el edificio. Conforme bajamos las escaleras y nos adentramos en el interior de la sala, los retratos parecen darnos la bienvenida. Torsos desnudos, bocas sugerentes, ojos que nos miran. No en vano el objetivo de esta exposición es analizar la sexualidad y la intimidad desde el voyerismo y la perfomance según proclama el catálogo. Son 130 fotos realizadas por 14 fotógrafos internacionales: De Eve Arnold a Alec Soth pasando por imágenes icónicas de Philippe Halsman, Herbert List, Susan Meiselas, Werner Bischof, Antoine d’Agata, Bieke Depoorter, Bruce Gilden o la española Cristina García Rodero.
Desde que supe que había una selección de fotos de Antoine d’Agata, aumentó si cabe más mi interés. Conocía su trabajo gracias a JG, un fervor que consiguió contagiarme con sus comentarios elogiosos y algún que otro libro en los que me sumergí con la curiosidad y el morbo de alguien ajeno a ese mundo. Lo suyo no son las fotos amables, sino mostrar el lado salvaje fruto de sus andanzas nocturnas y su coqueteo con las drogas. Prostitutas, la vida extrema, una búsqueda de la belleza en la sordidez de la oscuridad. Contrasta tanta grisura con la luminosidad de la sala, esas paredes amarillas donde sus fotos borrosas parecen destacar todavía más y que de algún modo te involucra, hasta sentir un escalofrío.
Nada que ver con las fotos desenfadadas de Philippe Hasman donde personajes famosos como la misma Marilyn o Dalí saltan desentendiéndose de la cámara. Él mismo lo dijo: “Cuando le pides a alguien que salte, su atención se centra en el acto de saltar. es entonces cuando la máscara cae y la persona real se hace visible.” Cuenta en su biografía que Marilyn Monroe saltó más de doscientas veces a lo largo de tres horas hasta que llegó el “salto perfecto”. Tampoco Joan Crawford lo tuvo fácil para resultar perfecta en su sesión de fotos ante Eve Arnold, la primera fotógrafa de Magnum. Necesitó 8 semanas para conseguir que la actriz se olvidara de la cámara y de ella. Durante aquellos días, la acompañó captando lo que era su vida fuera de los focos. Paso a paso, la retrató maquillándose, bajo las manos expertas de la masajista, nos enseñó la realidad descarnada de una diva en la madurez que no escatima esfuerzos para resultar espectacular, pues como ella declaró, en su mundo una arruga es una tragedia.
Con la sensación amarga de los estragos del tiempo, avanzamos por los pasillos. La realidad ahora es otra. Pocos se hubieran atrevido en mostrar la sexualidad en la India, como lo hace Olivia Arthur a solo unos metros. Transexuales, el orgullo gay, la desnudez de dos amantes abrazadas. ¿Qué es la vergüenza? ¿Qué resulta vergonzoso y por qué? (…) se pregunta Arthur. La legalidad es tan estricta en la India, que muchas de estas fotos no han podido mostrarse. Su intención era enseñarnos la audacia y la fuerza de las personas que han tenido que luchar para poder sentirse cómodos en su propia piel. “Me reuní esporádicamente con algunos de los protagonistas con los que tuve una sesión de retrato más formal; con otros he desarrollado relaciones más largas, los fotografié varias veces y continué viéndolos durante el proceso. Me sentí abrumado ante las personas que retraté, lo cómodos que estaban con su propia piel y la fuerza que desprendían«.
No dejo de sorprenderme. Cada foto de la exposición es un pequeño relato, sobre la Mafia, sobre los soldados americanos durmientes, sobre la España oculta. La historia de Ágata posando sobre un fondo rosa, Ágata con las manos en los bolsillos en un paisaje nocturno. Frente algunas permanezco detenida un buen rato, siento las voces de sus protagonistas, incluso su respiración. En todas ellas, el cuerpo humano se convierte en el protagonista dejando que seamos nosotros los que relatemos la historia. Me maravilla el talento de estos artistas capaces de obtener de cada modelo, la expresión justa, con esa naturalidad tan difícil, que solo una gran fotogenia y mucho talento son capaces de conseguir.
Al salir, y de camino a casa, seguimos hablando D y yo sobre lo mucho que nos ha gustado, y con la dureza de las fotos todavía en la retina, pienso en la suerte de que la cámara te quiera y de ser capaz de escribir historias con imágenes. Hay que ser muy buen fotógrafo para eso, y todos ellos lo son.
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Fundación Canal hasta el 28/3/2021 (Sala Mateo Inurria, 2)
Fotos: Joan Crawford por Eve Arnold.
Estigma por Antoine d’Agata
Marilyn Monroe, actriz estadounidense, y Philippe Halsman por Philippe Hasman
Isham en casa de sus padres por Olivia Arthur