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Mientras tantoEl desnudista

El desnudista


 

Dicen que Cintora, el Ed Sullivan español (Pablo Iglesias es su Elvis Presley mientras Errejón y los otros son sus Beatles) maneja la redacción de su programa como Messala a sus invencibles caballos negros. En realidad su espacio se mueve con idénticas ruedas de cuchillo, donde a cualquier incauto que se acerca demasiado se le empuja a la arena del circo con un simple tirón de riendas.

 

Lo del presentador despótico con sus compañeros ha sido objeto cinematográfico y hasta literario, aunque sólo fuera por el de Foster Wallace y sus Animalitos Inexpresivos, que son en lo que se convierten todos esos contertulios campeones de otras cadenas que se atreven a medirse al tribuno, todo un clásico metido en el fango del que saca el mecenazgo.

 

Cintora es, por ejemplo, el PSC cediendo sus locales el nueveene para añadir un poco más de confusión a Cataluña, ese lugar trastornado y bipolar que se debate entre el llanto de Junqueras y la euforia patológica de Mas, a lo que ahora hay que añadir a David Fernández presidiendo la comisión de investigación de los asuntos turbios de Pujol, cuya honorabilidad era un título nobiliario.

 

A Fernández uno le imagina dando golpes en la mesa con la sandalia, en lugar de con el mazo, para imponer orden en la sala, y ya casi no se puede pensar en nada más cañí, aunque la impresión sea de un parlamentarismo a lo La Fura dels Baus donde casi todo es pirotecnia y efectos especiales, que es lo que le explicaba Schindler a Stern. El alemán se encargaba de la presentación y el judío del trabajo. El problema es que en Cataluña no parece que haya nadie que se encargue del trabajo. En Cataluña todos son Schindlers heroicos.

 

A Cintora también le gusta la pirotecnia (no en vano vive de ella) y por eso siempre cuenta con sus artistas permanentes, como la Revolución (hoy en pleno lío fundacional como trotskistas y estalinistas), tirando petardos (los mismos que le estallaron ayer en las manos y en directo a Monedero) mientras él parece disfrutar como un niño haciendo del programa una travesura.

 

En ‘Las mañanas de Cuatro’ sólo faltan los contertulios desnudos igual que en ‘Adán y Eva’, flamante estreno de la casa, en el que la telerrealidad se supera ofreciendo un voyeurismo embrutecido, desprendido de su esencia individual y furtiva y expuesto en prime time como Cintora, que es un desnudista sin par (y con la superioridad moral de un sesentero Sullivan), o como David Fernández en primera línea política, aunque sea regional, pues ya se sabe que en la España democrática a ciertas categorías inferiores se las sube inmediatamente a Primera División.

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