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El día que se quebró el mito

 

Sesenta años son muchos para seguir velando a un muerto que tal vez jamás existiera. Pero eso es precisamente lo que hace un par de semanas hacía el establecimiento del fútbol inglés, el primigenio, el más antiguo con creces del mundo mundial. Porque hace poco más de 60 años, la visita de un grupo de bárbaros prácticamente desconocidos en la vieja Albión marcó con todo el dramatismo de una persiana que se cierra en las narices de un comprador incauto o la contundencia de un muro que se erige sin pudor en medio de una ciudad el fin categórico de una ilusión que jamás logró recomponerse: la selección de Hungría, invicta en tres años y 32 partidos, ganadora de los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952 y de la Copa Internacional de 1948-1953, pisó el edén del fútbol y dictó una cátedra magistral como nunca antes lo hiciera equipo alguno. Pero claro, en Inglaterra nadie tenía ni la más pírrica idea de quiénes eran estos amateurs; noventa minutos más tarde ya nadie podría olvidarlo.

 

Hasta la II Guerra Mundial, el fútbol inglés fue el mejor organizado del mundo: tenían buenos estadios y una red de comunicaciones ejemplar. Sin embargo, los ingleses siempre han padecido de una paranoia aislacionista que les hace desconfiar de todo lo que se gesta en el continente. Pasó con los Juegos Olímpicos, con el mundial, con la Copa de Europa… Y en definitiva les habría de costar, porque cuando finalmente se abrieron a la idea de competir con los plebeyos del mundo del fútbol, cayeron en cuenta de que su concepción aristocrática del deporte era francamente anacrónica en términos tácticos y que, comparados con los futbolistas del centro y este de Europa, en Inglaterra lo que había era mucho «tuercebotas».

 

Antes del “Partido del Siglo” contra Hungría, Inglaterra no había perdido un encuentro en casa contra equipos que no fueran de las islas británicas. Pero este dato es engañoso, porque en aquella época se disputaban muchísimos menos partidos. De hecho, el récord invicto de Inglaterra en casa contra equipos no británicos al enfrentarse a Hungría en el ’53 era de 22 partidos disputados a lo largo de 30 años. De ellos solo cuatro habían tenido lugar en Wembley, un estadio impresionante, claustrofóbico, en el que una fanaticada de 100.000 personas se encontraba prácticamente al pie del terreno de juego.

 

Lo cierto es que los húngaros le dieron el baile de la vida a una Inglaterra que jugaba con Stanley Matthews y Alf Ramsey (futuro entrenador de la selección del ’66). El partido quedó 3-6 y han podido ser más. Los ingleses se vieron batidos por primera vez en terreno propio y los húngaros ni sudaban. El partido de vuelta se jugó en Budapest al año y sigue siendo la peor derrota que ha sufrido la selección de los tres leones en su historia: 7 a 1, y hasta luego. Una desgracia para la nación que, por inventar el deporte, se creía dueña de él.

 

La gran lección de Hungría a Inglaterra no fue táctica —que también—, sino técnica; los magiares eran maestros del balón, mientras que los ingleses buscaban siempre el pase largo y el cabezazo. No obstante, esa fórmula dio resultado los primeros 40 años del fútbol, e Inglaterra llegó a ser una gran selección, aunque nunca jugó con Uruguay y Argentina, que sin duda poseían mejores futbolistas. Lo que hubiera pasado en caso de encontrarse con las dos grandes selecciones sudamericanas de la época ha quedado, obligatoriamente, en el grueso archivo de lo que nunca sabremos.

 

Lo que sí sabemos es que los años 50 sirvieron para derrumbar el mito del fútbol inglés. Primero, la selección quedó retratada en el mundial del ’50 cuando no pasaron de la primera ronda tras perder contra los Estados Unidos y contra España; luego con la masacre que les propinaron los húngaros. Y después también a nivel de clubes, con la creación de la Copa de Campeones. Ellos proclamaban al Wolverhampton el mejor club del mundo en el ’54 porque le habían ganado al Honved en Molineux. Pero tan pronto surgió la Copa de Campeones de Europa los clubes ingleses se vieron dominados. Inclusive el United de los Busby Babes participó en la edición del 57-58, antes del trágico accidente aéreo de Múnich, y fue eliminado por el Real Madrid.

 

El fútbol les ha cobrado a los ingleses la soberbia que mostraron hasta los años 50. Siempre se proclamaron los mejores, hasta que llegó el día de demostrarlo. Un día ganaron, y fue con un gol que no entró y otro con el campo invadido de hinchas…. Coincidió aquello, además, con el declive del dominio latino del fútbol de clubes y la aparición en Europa del Celtic, del United. De inmediato volvieron a la canción de los mejores del mundo, a buscar reconstruir el mitologema del «inventor del juego». Pero ya era demasiado tarde: ya habían pasado demasiados mundiales, demasiadas derrotas, y en la era de la televisión, a los ingleses ya no les creyó nadie.

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