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Mientras tantoEl diablo se viste de Forcadell

El diablo se viste de Forcadell


 

Siempre me han llamado la atención los ademanes de la Presidenta del Parlamento catalán: esa figura menuda y nervuda de andares presurosos. Yo entiendo esas prisas porque la República ya no espera, aunque sean unas prisas autoinducidas, autogeneradas como una tara psicológica, una fobia, unos miedos atávicos de aquelarre, casi sanguíneos, después de tan larga siembra. Ahora estamos (están) en época de cosecha, una cosecha única, una cosecha última, final, se podría también decir, cuyo fruto son ejemplares como Forcadell, un fruto definitivo. Del tipo de la uva pasa.

 

 A Carme (se pronuncia «karma», ¡oh!, el destino: cúanto mal ha hecho el separatismo a la lengua catalana embadurnándola de una salsa empalagosa, la única salsa que permite ingerir Forcadelles, Puigdemontes y Junqueras como si fuesen comibles) la veo yo en el telediario con toda la independencia metida dentro. La independencia como una solitaria, como el parásito alojado en el cuerpo.

 

Forcadell es enjuta y parece vivaracha y ejecutora. Temible en su ambiente. Podría ser hasta ciega, parcialmente. Parece consumida por el separatismo. A mí me recuerda a los profesores de instituto poseídos por extraterrestres en aquella película, The Faculty, dirigida por Robert Rodríguez. Esos pasos cortos, pequeños y dictatoriales, la reverencia del bedel al separarle el trono en el Parlament, la mirada baja y decidida y como dopada.

 

Es como la atleta invencible de una imaginaria RDC (República Democrática Catalana), una suerte de nacioncita absurda y totalitaria. Satélite de no se sabe qué. Exagerados los músculos nacionalistas, llenos de sangre pura catalana reinyectada. A Forcadell yo la veo como a una máquina tan democrática como un garrote. Es la Iván Drago de la ANC, la Terminator de la Generalitat. Es Montag, el bombero que quema (con pasión, en este caso) los libros, que se mantiene viva gracias a la persistencia de una obsesión.

 

El instrumento. Porque Forcadell, al contrario que Junqueras, por ejemplo, es instrumento. Carme parece ajena a toda sensibilidad, incluso a esa que le hace llorar a Junqueras. Como si ni siquiera fuera mínimamente humana. Forcadell parece fabricada en un laboratorio como si fuese el resultado de cuarenta años de terribles experimentos sociales. Forcadell es un prototipo que ha dirigido un parlamento autonómico hacia la destrucción como si en sus sueños hubiera dirigido una revista de moda hacia el éxito.

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