El pasado domingo, 750 policías civiles y militares entraban en la favela de la Mangueira de Rio de Janeiro para pacificarla, como dicen algunos, o para ocuparla militarmente, como prefieren llamarlo otros. La idea es limpiar la favela de narcotraficantes e implantar allí una Unidad de Policía Pacificadora (UPP), como se ha hecho ya en otras 17 favelas cariocas, para evitar que el crimen organizado vuelva a adueñarse de la comunidad. Al Batallón de Operaciones Especiales (BOPE) no le costó un solo tiro ‘pacificar’ la Mangueira, seguramente porque previamente habían avisado a los criminales para que huyeran en lugar de enfrentarse a las fuerzas de la autoridad. Evidentemente, los traficantes fueron a otro lugar. Y pocos días después, el pasado jueves, los agentes entraban en la favela de Engenho, dejando, esta vez sí, ocho muertos como triste balance.
La elección de las favelas hasta ahora pacificadas no es aleatoria. Al margen de símbolos como Cidade de Deus y el Complexo do Alemão –la pacificación de este último, con tanques de por medio, el pasado noviembre dejó imágenes difíciles de olvidar en la retina de los brasileños-, la mayoría de las 18 favelas hasta ahora ocupadas están en la zona sur de la ciudad, el área más rica de una urbe de contrastes sociales extremos en los que la favela convive con los barrios más nobles. Y la Mangueira está al lado del célebre estadio de Maracaná, el mismo que albergará la final del Mundial de Fútbol de 2014.
Las UPP son una vieja aspiración de los partidos de izquierda, en tanto que sintetizan el deseo de que el Estado vuelva a tener presencia en las favelas, más allá de la aparición fusil en mano. Sin embargo, la estrategia de la ocupación no es más que la militarización del territorio si no se corrigen problemas de raíz. Para el diputado Marcelo Freixo, las UPP forman parte de la estrategia del gobernador de Rio, Sérgio Cabral, para ‘maquillar’ la ciudad de cara al Mundial y a las Olimpiadas de 2016. Para Freixo, el verdadero problema en Rio son las milicias, los grupos paramilitares que, a día de hoy, ejercen más poder que las viejas facciones del narco en las favelas cariocas. El verdadero problema es, dice el diputado, que Rio de Janeiro es una sociedad dual, en virtual estado de apartheid, donde una tercera parte de la población carece de derecho alguno. Y, mientras no cambien las cosas, las milicias seguirán floreciendo. Ya se han noticiado algunos casos en que los agentes que pertenecen a las UPP han comenzado a extorsionar a los vecinos al estilo de los grupos paramilitares.
Aquí os cuelgo el enlace a la entrevista completa, aparecida hoy en el diario Público, con el diputado Freixo, uno de los políticos más íntegros y valientes que he conocido en Brasil, y en cualquier otro lugar. Sale unos meses después de que Freixo me recibiese en su despacho de la Asamblea Legislativa de Rio, haciéndome un hueco en una agenda que se volvió ajetreadísima desde que José Padilha se inspiró en él para diseñar uno de los personajes protagonistas de su Tropa de Elite 2, un filme muy interesante para entender qué se cocina entre los despachos policiales y las favelas cariocas.Y también aquí, en estas páginas de Fronterad, escribí sobre el tema, en el reportaje “La sociedad carioca, en estado de apartheid”.