La aparición de las memorias de Tony Blair, a los tres años de abandonar el poder, han sido un bombazo editorial en Gran Bretaña. Ningún otro libro de este tipo ha tenido un arranque tan espectacular en la historia de aquel país
Como muchos políticos, el brillante ex-primer ministro, que habla bastante claro en su obra, ha querido adelantarse al narrar unos controvertidos hechos recientes antes de que los historiadores establezcan de forma inapelable una versión de los acontecimientos que le sea totalmente desfavorable. El propósito resulta evidente en el caso de la intervención en Irak, un suceso que ha empañado especialmente la imagen del político. Blair no se arrepiente de haber embarcado a Gran Bretaña en la operación aunque lamenta buena parte del resultado de la guerra. Creía que las armas de destrucción masiva existían y, más aún, que el mundo sería un lugar más seguro con el derrocamiento de Sadam Husseim. Su convencimiento de la maldad del dictador iraquí venía de antiguo antes de que Bush llegara al poder y montara su ofensiva.
Los dos capítulos que el autor dedica a Irak están estructurados con habilidad como la defensa de un abogado ante unas acusaciones en principio apabullantes. Ello quita una cierta amenidad a estos pasajes pero es un buen pasto para los estudiosos de la guerra de Irak y de las motivaciones de los que la iniciaron.Tratando de refutar el calificativo de «perrillo faldero de Bush» que se le ha aplicado con frecuencia , Blair apunta que se unió al americano por estar convencido, en aquel momento, de la bondad de la intervención y no por servilismo hacia el poderoso.
Dado que los detractores del tamdem Bush-Blair consideraban al primero un comboy agresivo e inculto y al segundo un político de altos vuelos y con visión, los ataques a Blair de los adversarios del conflicto, especialmente de la izquierda de su partido o del periódico «The Guardian», han sido más descarnados y lacerantes que los dirigidos a veces contra el desprestigiado Bush. Puede decirse que el británico suscita un odio desproporcionado y tendencioso si se análiza toda su trayectoria política, en cuyo aspecto exterior hay logros notables, Kosovo, Sierra Leona, preocupación por Africa etc…Estos días el «Daily Mirror» lo tildaba de piadoso e hipócrita mea pilas mientras que el Guardian, dentro de su tono ácido habitual, es más matizado al enjuiciar el libro: es «honesto, confuso, memorable, a veces emocionante, perezoso o vacío….e intelectualmente correcto».
La mayor parte de los comentaristas señalan que la obra, a pesar de su longitud, es absorbente, no se puede dejar.Entre los temas en que Blair se franquea sin tapujos destaquemos:
a) Lady Di. Era fascinante, manipuladora, subyugaba pero, cuando irritada y resentida, podía ser un peligro. Su suegra la Reina reaccionó torpemente en las fechas de su muerte y Blair tuvo que hacerle ver que el pueblo británico no comprendería su frialdad
b) Brown, sucesor y correligionario de Blair : fue un desastre como primer Ministro, era brillante pero en sus reacciones había pocas dosis de humanidad.
c) Chirac :no estaba de acuerdo con él en muchas cosas, tenía una idea distorsionada, caricaturesca de los americanos pero era un tipo presidenciable. No así su rival(socialista) Jospin que parecía un simple profesor de francés.De ahí que fracasara frente a Chirac.
Blair confiesa con candidez que en 1983 votó por su partido, el socialista, aún pensando que su victoria sería mala para el país. Lo hizo porque era candidato.
Un crítico ha subrayado que Blair podía hacer locuras, que era un genio con lagunas pero que nadie podrá decir que no fue importante. Lo fue.