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El duende de las imprentas

 

 

¿Es la tinta la sangre del pensamiento? Aún no se ha extinguido en nuestro mundo, sigue siendo útil para la transmisión de ideas. ¿Nos secuestran el alma los retratos que nos toman?

 

Las imprentas como las iglesias o los teatros son recintos cerrados donde se producen prodigios y milagros. Es fácil que alberguen fantasmas, huellas, presencias, tanto de aquellas imaginaciones que se transformaron en carne de papel y tinta entre sus máquinas, como de los artífices que las hicieron posibles. Los autores, el impresor, el montador, el jefe de máquinas, y sus respectivos ayudantes (sin contar con las mujeres de la encuadernación), estuvieron presentes en el final de aquel embarazo que dio a luz una revista.

 

Entre lo que se habla en una imprenta, más lo que va escrito en esos papeles que allí se multiplican; más lo que se desea en silencio entre los que la habitan, pueden quedar muchos espíritus prendidos en los recovecos de una imprenta ¿Y por qué no fantasmas?

 

«Los duendes de las imprentas» existen, forman parte del vocabulario del gremio. Son los responsables de que las cosas cambien de sitio –misteriosamente– para perderse. Aunque hay que reconocer que la culpa no es sólo de ellos. Se reúnen tantos papeles y objetos en un despacho de imprenta, que si alguien cambia algo de sitio en una mesa ajena, puede que enloquezca al dueño, cuando intente encontrarla.

 

La mano del hombre que toca la plancha de Teatra –recién mordida– no es un espectro. Es el fogonero que mete los fotolitos al horno, para que las imágenes entren en acetato, y salgan en plomo laminado.

 

Estas planchas se atornillarán posteriormente a las bobinas de las rotativas, y se lanzarán las primeras maculaturas, guiándose por los ferros. Podrán ser tiradas en máquinas de una tinta, de dos, o de cuatro. Las rotativas de cuatricromía son más grandes que caballos, se puede uno subir a ellas, como a las locomotoras o a los camioncitos. Cuando se pone en marcha el motor, comienza el viaje definitivo de las palabras, acompañadas por un,

 

           – Ta-rran-chán,

 

          – Ta-rran-chán,

 

          – Ta-rran-chán, (…)

 

que más que al sonido de un tren, recuerda al de una sierra mecánica. Las rotativas funcionan con gasoil, no es la tinta el único fluido que se compromete en la realización de una revista; como tampoco lo es el sudor de sus autores a la hora de escribirla. Hay muchas vidas invertidas detrás de cualquier papel impreso que sale de una imprenta.

 

 

(El fotomontaje que desencadena este memorial de artes y oficios, fue realizado a partir de fotografías tomadas en la la Imprenta de Luis Pérez, en Carabanchel Bajo, mientras se imprimía el número 11 de la revista Teatra, dedicado a la ceguera.)

 

 

Fotomontaje: Juan Antonio Vizcaíno

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