Luis Costart Tafalla ha muerto. Murió en la mañana del día 30 de marzo de este año 2023, en Valencia, España. Recién cumplió 70 años el mes de noviembre del año 2022.
Yo estaba en la planta alta de mi casa en Ukomba Bata (Guinea Ecuatorial), al lado de donde estuvo la casa de Luis. Trini, mi esposa, lanzó este tipo de exclamaciones que, antes de conocer lo que pasa, sabes que algo terrible ha ocurrido. Y me dio la fatídica noticia que le acababa de dar una cuñada de Luis (Luis convivió con una guineana, con la que tuvo dos hijos).
Consternación, tristeza, desesperación, congoja, aflicción, angustia, abatimiento… Palabras que no acaban de expresar con exactitud ni el sentimiento ni las sensaciones que a uno le recorren el físico y el ánimo, cuando sabe que alguien que te quería, como Luis sabía querer, ha muerto.
Luis me quería mucho, nos quería a los que le conocimos. Quería a este país.
Luis, zaragozano, vino a Guinea como médico de la Cooperación Española, a principios de los años 80. Quizás fuera en 1981. Después de una breve estancia en Mbini fue destinado a Acurenam, mi distrito, donde permaneció varios años. Amó mucho a las gentes de los lugares donde estuvo. En Acurenam se compenetró tanto con sus gentes que le hicieron un rito para adoptarlo como hijo del clan Oyac. Es lo que me contaron mis hermanos del clan. Yo aún no había regresado de mis estudios en España.
Cuando lo conocí, sería en el año 1989, fue como rencontrarse con un hermano. Y en mis frecuentes estancias en su casa de Bata conocí a Juan Aranzadi.
Luis amó a este país y a su gente, se mezcló con nosotros, se metía donde nosotros nos metíamos.
Después de los problemas que tuvo Cooperación Española, Luis y su amigo y compañero, Mario Sarsa Manresa, fundaron en Bata el Centro Médico Aragón. Muchos le llamaban doctor Aragón. Montaron en mejor laboratorio de análisis clínicos de Bata, quizás de la Guinea Ecuatorial de entonces. Y curaron a mucha gente. Las más de las veces de forma altruista, cuando aún no caía al maná del petróleo y había más gente que no podía pagar la consulta y los medicamentos. Pero todos los que acudían al doctor Aragón salía con el tratamiento bajo su brazo. No se lo hemos podido agradecer suficientemente.
Luis se estableció entre nosotros. Y quería seguir con nosotros. Luis se sentía guineano. Y se comportaba como tal. Él y otros a los que contagiaba su alegría de vivir lo considerábamos uno más de entre nosotros. Pero ni a él ni a nosotros se nos pasó por la imaginación, siquiera un momento, que le estaba vedado a un español, nada menos que a un español, sentirse guineano. Y, desgraciadamente, nuestra ingenuidad se vio sorprendida por la perfidia de la injusticia y Luis fue forzado a alejarse del país que había querido que fuera definitivamente el suyo.
Después de su forzada marcha de Guinea Ecuatorial mantuvimos el vínculo lo más estrechamente que pudimos. Siempre que yo estaba de viaje por España procuraba ir a visitarlo, primero en Zaragoza, luego en Alcalá de la Selva, un pueblo de Teruel donde se estableció como médico rural hasta su jubilación, hace un lustro.
Y teníamos la esperanza de que el destino nos sonriera, que algún día pudiera volver y quedarse en mi casa como propia, como yo me quedaba en la suya, y que pudiéramos, aunque mayores, volver a darnos una vuelta por los feriales de Bata, por los bares de Comandachina, Monduasí, Zona.
No hay palabras para expresar el desgarro que uno siente en el ánimo al saber que esta esperanza se ha desvanecido definitivamente.
Luis Costart Tafalla ha muerto. Y con él, una parte de mí, una parte de nosotros. No hay palabras.