El escritor Vicente Monroy (Toledo, 1989) es autor de varios libros de poemas, así como del comentado ensayo Contra la cinefilia (Clave intelectual, 2020). El pasado año, además, publicó su primera novela en la editorial Lengua de Trapo, Los Alpes marítimos, ficción contemporánea que forma parte de los Nuevos Episodios Nacionales que repasan la historia reciente de nuestro país. Los Alpes marítimos es una novela sobre el arte y la vocación, pero también sobre la pérdida de la juventud y el necesario intento de recuperar las ilusiones al llegar a la treintena; todo ello con los atentados de Las Rambas de 2017 de fondo y el recuerdo feliz de un viaje de verano a los Alpes marítimos. Conversamos con el autor via email.
1. Los Alpes marítimos forma parte de una colección mayor llamada Episodios Nacionales, donde se trata de dar la réplica a Galdós con elementos históricos de la España contemporánea. Cuéntame cómo se plantea tu libro en esta colección, si nace de una propuesta, si ya tenías una idea de novela en mente, si escogiste el atentado de las Ramblas como elemento relacional o este vino ya impuesto, etc.
El yihadismo, los videos del ISIS, la hipervisibilidad de la tragedia, los fenómenos internautas, la explotación de las imágenes y la información, la deslocalización de la violencia, el miedo y la radicalización de los discursos identitarios en los países occidentales… Son temas que siempre me han interesado y sobre los que había escrito anteriormente. La escritura de mi anterior libro, el ensayo Contra la cinefilia, dejó en el tintero un ensayo sobre los videos publicitarios del ISIS. Así que la propuesta de los Episodios nacionales me entusiasmó desde el principio, y no dudé en elegir el atentado de las Ramblas como tema de la novela, aunque al principio me interesaba más como ensayista. El gran reto era encontrar el punto de vista desde el que contar los hechos. Bajo ningún concepto quería reconstruir la tragedia, ni dar vida a sus protagonistas o a sus ideólogos, tópicos literarios que detesto cuando se los leo a otros escritores. Lo que quería era reflexionar sobre la percepción del evento histórico en la vida de alguien de mi edad, una posición que me exigía un modelo alternativo de narración histórica. El atentado de las Ramblas funciona como un motor en el corazón de la novela, que me permite abordar otras cuestiones sobre el presente que orbitan a su alrededor.
2. Los Alpes maritímos es una novela que abre y cierra en verano (aquel en el que los protagonistas van a cumplir treinta años), y cuyo centro de gravedad es también otro verano (aquel previo a la entrada a la universidad de los dos amigos). Y ambos son, de alguna manera, veranos decisivos, pero también bellos; dos oasis de libertad, pues. Cuéntame por qué escogiste la época veraniega para centrar la historia, ¿tiene que ver también con una cierta idea liviana de la juventud (en el sentido de tiempo despreocupado y feliz)?
Es la influencia de Pavese, claro. Mis personajes se enfrentan a la clásica problemática pavesiana del paso a la edad adulta en un mundo aterrador, pero también cálido y liviano. También es un remanente de mi juventud, es decir, de mi etapa como poeta.
3. Uno de los temas centrales del libro son las pasiones, que tienen que ver con el arte, que es el elemento vertebrador y que dispara todas las acciones, pero no solo. Ya que existe un redescubrimiento de dos pasiones añadidas: la familia y la amistad. ¿Cómo trabajaste estas dos líneas narrativas? ¿Tenías ya claro hacia dónde iban a ir o se fueron desarrollando según lo escribías?
No disponía de un plan de escritura previo muy estricto, apenas algunas intuiciones. Me interesaba reflejar la falta de planes, agarraderos y esperanzas de mis protagonistas, así que el método de escritura tenía que adaptarse a esa indeterminación: tenía que trabajar con formas abiertas y cambiantes. Es una novela escrita sobre la marcha, que no se parece en nada a la que me imaginaba cuando empecé a escribirla. El problema de este tipo de escritura sobre la marcha es el esfuerzo de síntesis que exige. Tuve que eliminar casi dos terceras partes del primer borrador, un proceso bastante tedioso. Pero estoy muy contento con el resultado, porque cuando me preguntan de qué trata Los Alpes marítimos no tengo una respuesta. ¿Trata de un atentado? ¿Del paso a la edad adulta? ¿De la futilidad del arte contemporáneo? De todo y de nada, supongo. La vida es así: nadie sabe muy bien de qué va la cosa. Y el deber de un escritor es abrirse camino hacia la vida a través del lenguaje.
«el deber de un escritor es abrirse camino hacia la vida a través del lenguaje»
4. Hablando de redescubrir, una lectura que podría hacerse de Los Alpes marítimos es que se trata de un canto a la reinvención de la juventud. Ambos personajes principales (los amigos Pablo y Darío) están al borde de la treintena y buscan formas de acomodar su ímpetu a la edad adulta. En ese sentido, me parece que es una novela menos de claudicaciones que de recalibrar situaciones. ¿Estarías de acuerdo con esto?
Estoy de acuerdo, también la novela se mueve siempre en la cuerda floja, igual que sus personajes, tratando de encontrarse, recalibrando su ritmo, su tono y sus dimensiones. Todavía estoy investigando qué tipo de escritor quiero ser, y no me asusta que las dudas y las dificultades sean visibles en el texto. Además, es una novela que nace de una crisis personal, así que no puedo tratar esta cuestión sin referirme a mi propia experiencia. El paso a la treintena fue muy duro para mí, y el desencanto emocional, laboral y creativo de mi protagonista fue también el mío. Escribí Los Alpes marítimos en una situación no muy distinta de la de Pablo, de regreso en casa de mis padres y sin saber qué camino tomar. Escribir fue, en este caso, también una forma de entender mi situación. Pero no soy un pesimista ni me rindo fácilmente, así que mi forma de encarar el miedo y la frustración no es excesivamente trágica. Una de las canciones que más he escuchado mientras escribía Los Alpes marítimos es Summer, Highland Falls, de Billy Joel, que empieza con esos versos fantásticos: «They say that these are not the best of times / But they’re the only times I’ve ever know / And I believe there is a time for meditation / In cathedrals of our own».
5. Respecto a lo anterior, siento también que ese aprendizaje tardío al que se refiere la novela tiene que ver precisamente con lo que no se quiere. Da la impresión de que el conjunto de personajes que la pueblan no tienen del todo claro qué hacer, pero lo que sí aprenden es lo que no quieren hacer, y en este sentido, la vuelta de Pablo a Madrid es paradigmática. Cuéntame qué opinas de esto.
Tu lectura es muy perspicaz. Ya he dicho que Los Alpes marítimos es una novela que no consigo definir fácilmente. No tengo claro cuál es su tema central y mucho menos su mensaje, lo que quiere decir. Pero sí puedo definirla negativamente, porque siempre he tenido claro lo que no quería que fuera —una novela testimonial, psicológica, río, queer, histórica, etcétera—. Esto tiene que ver con la percepción del mundo de mis personajes, pero también con la mía. Soy consciente de que, como escritor, he llegado al mundo en un momento peculiar, de apariencia crepuscular, en el que casi todas las grandes palabras parecen escritas, y no merece la pena repetirlas. Hasta cierto punto es un alivio, porque todavía quedan muchas palabras pequeñas por escribir, pero sería absurdo soñar a estas alturas con cambiar las cosas a través de la literatura, que no nos salva de nada. La gran urgencia de la escritura (y del arte en general) de nuestra época es descubrir nuevas utilidades para la imaginación. Es más difícil que nunca saber qué merece la pena decir, pero podemos empezar por decidir qué queremos callar. Quizás el único camino honesto para llegar a la literatura en esta época sea tomar partido por el silencio, en un sentido literario pero también humano. Los escritores de mi generación tienden a ser verborreicos, opinan de todo, sueñan con acaparar focos y portadas. Qué actitud tan mediocre. Es evidente que no puedo negarme a ciertas cosas si quiero encontrar un público, un interlocutor, y te confieso que si por mi fuera no estaría respondiendo esta entrevista. Preferiría ocupar este tiempo en trabajar en mi próximo libro. Preferiría no tener redes sociales. Lo hago por necesidad, pero todavía puedo decir, como Bartleby: Preferiría no hacerlo. Es lo poco que nos queda en un mundo donde no podemos negarnos firmemente a muchas cosas. A pesar de todo, podemos decir: Preferiría no hacerlo.
6. En un segundo plano, tu novela nos habla de las clases sociales, de la oposición entre la gente de barrio (La Bordeta / Sants-Montjuic, en Barcelona) y las familias adineradas de Sarrià. ¿Por qué te interesaba plantear esta confrontación?
Es una venganza. He tenido que lidiar personalmente con esos pijos gays catalanes de los que hablo. Los conozco y los detesto. Espero que los protagonistas se encuentren en el libro, lo que no es difícil porque no me he molestado en cambiar sus nombres.
7. Vinculado con la pregunta anterior está el tema del dinero. Y la paradoja de que los que más tienen, aparecen en la novela más hastiados, aburridos y faltos de sentido, sin espacios en los que poder ser ellos mismos. En la novela se plantea en términos de “máscaras” (lo plantea, de hecho, Darío en una fiesta). ¿Sería este el clásico de “el dinero no da la felicidad”? Porque curiosamente el hecho de que el novio de la madre del protagonista se quede sin trabajo y se venga a vivir con la familia se plantea como algo bueno y positivo.
Odio el dinero casi tanto como me gusta el arte. El dinero es con diferencia lo que más odio del mundo.
8. Me interesa que en el libro se hable mucho de pintura, al estilo clásico. De acuarelas, caballetes… del arte en su vertiente matérica, con las pinturas, los pinceles, etc ¿Por qué quisiste rescatar esa visión del arte de la pintura que parece que en la actualidad haya sido, de alguna forma, relegada a los márgenes por otras formas de creación artística?
Pablo es un artista ingenuo que no entiende el estado actual del arte. Esto no significa que su lucha para encontrar la verdad no sea lícita. Algunas grandes obras de arte requieren una visión ingenua del mundo, y la ingenuidad forma parte de cualquier carácter revolucionario. Además, siempre me ha interesado la dimensión artesanal del arte. También en la escritura, que es un arte manual, aunque muchas veces se nos olvida. El lenguaje es un material especialmente abstracto y complejo, pero exige ensuciarse las manos igual que cualquier otro. Creo que el trabajo del escritor está más próximo al del artista plástico que al del filósofo. Consiste en modelar, pulir, dar color, explorar las dimensiones del relato. Por eso Flaubert no se definía como un escritor, sino como un colorista.
9. Un último tema importante: la felicidad planteada como un recuerdo imposible de recuperar, como algo que solo podemos identificar cuando ya ha pasado; esa tragedia. Dice, de hecho, Pablo hacia el final de la novela (p.212): “Quizá sea verdad eso que dicen: que no hay lugar más inhabitable que aquel donde se ha sido feliz”. ¿Estarías de acuerdo?
No, no estoy de acuerdo. En general no estoy de acuerdo con nada de lo que dicen y hacen mis personajes. Escribo para quitarme de encima sus ideas, que de otro modo podría terminar por creerme. Tengo mis días, pero soy una persona muy feliz. Sobre todo cuando encuentro tiempo para escribir. No hay una figura que encuentre más estúpida que la del escritor atormentado, víctima de su propia lucidez. El oficio del escritor es difícil, pero divertidísimo. ¿Qué clase de idiota sufre por un oficio en el que no hace falta madrugar?