Yo no tengo por qué dudar de las palabras de un hombre tan sincero como el presidente. Lo que ocurre es que todo lo que dijo que le dijo a Biden se lo tuvo que decir en FFWD tras el minuto escaso que duró el encuentro donde, por otro lado, Biden parecía no estar. Es todo un poco raro. Y digo esto insistiendo en que no tengo por qué dudar de las palabras de un hombre tan mayormente sincero. Hubiera sido gracioso haber podido acercar un micrófono para escuchar la voz del presidente en fast forward, como si fuera la de los oompa loompas. No es de extrañar el gesto (inexistente) de Biden al no comprender nada, a pesar del perfecto inglés de su interlocutor. Otra cosa rara es que Biden no pareció percatarse de la presencia de nuestro presidente hasta casi el momento en que se separaron. Había algo automático en el moverse del mandatario americano. La escena, en realidad, fue inquietante. Ese paseo no parecía organizado, ni grabado para que los líderes hablaran entre ellos. Parecía organizado para que los líderes simplemente caminaran. Para que los viéramos andar de paso. Así que el encuentro fue saltarse el protocolo, algo más: el presidente fue un espontáneo en la plaza. Biden, más que un autómata, parecía tratar de seguir con el plan establecido, ignorando al espontáneo al que nadie, por razones de orden o de sorpresa, trató de sacar de allí. Incluso pareció separarse justo en el momento en que quizá alguien se prestaba a intervenir, como quien tiene calculado el tiempo de la llamada antes de que la localicen. El presidente quería una foto al lado de Biden y el presidente la obtuvo, aunque fuera robándola. Esto le deja a él, a su persona, supongo que satisfecho, independientemente de lo que cualquiera pueda pensar de él (de la imagen de España ni hablamos), lo cual parece que, llegados hasta aquí (incluso si no hubiéramos llegado), no sólo le da igual, sino que da la impresión de que acelera por si acaso se pierde algo.