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El fetichista de las fechas

 

El fetichista de las fechas (¡que soy yo!) se ha encontrado esta mañana, al mirar desganadamente el calendario (el mío es un fetichismo –un fechitismo– hastiado ya, a estas alturas), con que se conmemora el día de San Expedito. «Oh, dejar mi camino expedito al fin», me he jurado, con la ceniza de mis energías. He metido al santo en Google, a ver, y he encontrado una historia fenomenal, que viene que ni pintada para el propósito. Lo mejor es lo del cuervo:

 

Al momento de su conversión, un cuervo se hizo presente simbolizando al Espíritu del Mal y le dijo Cras… Cras… Cras… (lo que en latín siginifica Mañana… Mañana… Mañana…) intentando persuadirlo en la misma hora de su conversión al Cristianismo a que lo dejara para después. San Expedito reaccionó enérgicamente aplastando al cuervo con su pie derecho mientras exclamaba Hodie… Hodie… Hodie… (que en latín significa Hoy… Hoy… Hoy…) no dejaré nada para mañana, a partir de hoy seré Cristiano.

 

El cuervo era, obviamente, por encima del espíritu del Mal, el espíritu de Alberto Cortez, con su insidioso «a partir de mañana». Toda reacción antiprocrastinadora es, básicamente, una reacción antialbertocorteziana. Y todo intento de ir por la buena senda (¡la senda del hoy, del aquí y ahora!) es un ejercicio de resistencia duodinámica, o también calcanhottística. La cosa está clara, pues: frente a la procrastinación albertocorteziana, hay que empeñarse en el duodinamismo calcanhottista. Sí, habría que hacerse un hombre ya: calcanhotta, duodinámicamente. Lo que pasa es que con este cachondeo no hay manera…

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