Home Mientras tanto El fracaso, esa terrible palabra, cómo aceptarlo y afrontarlo. (Parte II)

El fracaso, esa terrible palabra, cómo aceptarlo y afrontarlo. (Parte II)

 

                                                                                                          No se puede luchar por la victoria,

 si en el fondo del corazón 

 lo que se busca son las tablas

                                                                                                                   Anatoly Karpov


…(continuación de artículo anterior)

 

Sin lugar a dudas, cuando una persona, falla, se equivoca, fracasa, pierde, toma una decisión importante, algo sucede en el exterior, pero ¿qué? Dentro de su ámbito extrínseco, puede suceder que esa persona no apruebe un examen importante, no obtenga el trabajo que tanto ansiaba, la mujer que le gustaba, le guste otra persona, erre en la elección de la carretera que supuestamente le conduciaría a su destino y se desvíe 20 kilómetros, las acciones que acaba de comprar se han ido a pique, lo que supone una importante merma económica, no se gané el sprint en una vuelta ciclista porque siguió una rueda que no era “la buena”, por lo tanto quedó tercero cuando era el más fuerte, eligió mover al peón de torre dos casillas cuando lo correcto era mover una torre y esa mala decisión le ha hecho perder no solo la partida, sino una partida de cinco horas que era decisiva para quedar dentro de los tres primeros de su provincia. Todos estos hechos son reales, tan reales que, la mayoría de la gente conocerá personas a las que les haya sucedido esto. Son hechos extrínsecos, es decir, externos al “yo”, por lo tanto, y hasta cierto modo, “recuperables”, es decir, aquel que se equivocó de desvío e hizo 20 kilómetros más, ya sabe que la salida en el kilómetro 7 no es la que le lleva a su destino, sino la que está a 3 kilómetros más adelante; el estudiante que falló en el examen podrá presentarlo de nuevo unas semanas después o, en el peor de los casos, repetir el curso y presentarlo otra vez; aquel que no “conquistó” a la mujer que quería podrá intentarlo de nuevo, de otra manera o buscar otra persona; el agente bursátil que falló comprando unas acciones podrá ir recuperando su cartera con operaciones menos arriesgadas pero más seguras hasta volver a tener la liquidez de antes. Como se ha visto, en todas estas situaciones, existía la posibilidad de “reparar el fallo” pero, ¿qué ocurre cuando el problema es el interior de uno mismo?, ¿qué ocurre cuando el miedo a fallar –de nuevo- paraliza a la persona?

 

Ya se ha comentado que el fracaso produce dolor, desestabiliza emocionalmente, en un primer instante engrandece las debilidades y uno ve, siente y piensa que ha cometido más fallos (en número o gravedad) de los que realmente ha cometido y, a nivel psicológico, uno de las primeras reacciones que se tiene es: el instinto de huida.

 

El instinto de huida no es otra cosa que una escapatoria ante un hecho u acto que amenaza o pone en peligro al sujeto y, como “se ha fracasado” y ese fracaso me ha producido dolor, y el dolor, es algo que a nadie le gusta, lo aparentemente lógico es recoger las cartas de la mesa y retirarse del juego, de la escuela, de la Bolsa de Valores, de las relaciones amorosas, de conducir el coche, etcétera. Ese mecanismo de huida no es otra cosa que un acto instintivo y ¿qué es el instinto? El instinto no es otra cosa que aquel conocimiento o reacción que no pasa por un proceso de raciocinio, de este modo, el instinto (no el raciocinio) le dice al cerebro: Huye, evita aquello que te produjo malestar, dolor, decepción. Pero es justamente ahí, ante un fracaso o meta no conseguida cuando uno debe detenerse –que no es lo mismo que paralizarse- e intentar recuperar el estado emocional, si bien es verdad es muy difícil recuperarlo totalmente, sí lo suficiente para pasar a la segunda fase que sería: Bien, he fallado, ¿por qué ha sucedido? Los jugadores de ajedrez saben que más pronto que tarde perderán un partida, con suerte no será decisiva, en otras ocasiones dará como campeón al rival pero, la victoria y la derrota en ajedrez, son un binomio inseparable, no se entiende uno sin el otro pero, es la actitud ante esa derrota, la que hace que la balanza pueda inclinarse más veces hacia un lado o hacia el otro. Es en el modo de asumir ese “fracaso” lo que puede dar más o menos posibilidades de que vuelva a ocurrir –del mismo modo que se produjo esa derrota-.

 

Si uno, después de la derrota, es capaz de templar su estado anímico y analizar, ver, entender, comprender aunque sea en menor medida la razón (intrínseca o extrínseca) del fallo, eso produce ya una sensación de “No completo fracaso”, inconscientemente, el hecho de detectar el fallo, el error, la imprecisión hace que la confianza se recupere mínimamente aunque el hecho más duro y difícil es el de: volver a enfrentarse a aquello que provocó dolor por el fracaso o derrota.

 

En el mundo del deporte siempre se ha escuchado que “X” jugador tiene como “bestia negra” a tal rival. ¿Qué sucede?Pueden suceder dos cosas: Que ese rival sea tan inmensamente superior que por fuerza, técnica, táctica, conocimiento, experiencia gane el 99% de las veces o, la más común; que ante un rival con el que se haya perdido un par de veces, uno de manera consciente o inconsciente, admita la superioridad del rival sin que esta exista realmente. Por decirlo de otra manera, cada vez que uno se enfrenta ante ese rival, antes de empezar el encuentro, ya ha lleva “pieza de menos”, y lleva “pieza de menos” porque uno no ha logrado sobreponerse a la derrota anterior, sigue paralizado y, lo que es peor, si pudiera, evitaría ese encuentro. Grave error.

 

Para superar psicológicamente esos momentos de derrota, no hay que huir y huir y evitar de nuevo la posibilidad de otra derrota más. NO. Eso es el gran error. Hay que volver a mirar a los ojos a aquello que en un primer momento nos atemorizó y pensar. No me importa perder, siempre y cuando tenga otra oportunidad para intentarlo. Hay que fallar de nuevo, equivocarse, caerse pero lo importante, lo verdaderamente importante es tener contacto con el miedo, con aquello que da miedo porque, tarde o temprano, la estabilidad mental volverá y uno se dará cuenta que la fiera era más grande en la imaginación que en la realidad, lo importante es no dejar que el miedo se enquiste en la cabeza.

 

Siempre recuerdo aquella frase final que dijo Kasparov cuando en 1997 fue derrotado por Deep Blue. Kasparov, nunca hasta ese entonces, nunca había perdido un match a varias partidas, para él, además, perder contra un ordenador, fue doblemente doloroso, más si tomamos en cuenta que su última partida la perdió por invertir el orden de jugadas en la apertura.

 

C. J. Tan (programador de Deep Blue) comentó: “Nos gustaría dar las gracias a Kasparov, una de las mentes más brillantes del mundo y un hombre muy valiente por prestarse a participar en este experimento… Continuaremos nuestra relación con Gary, pero quizá a un nivel menos competitivo…”.

 

A lo que Kasparov espetó como punto final de su discurso y que demuestra el dominio del miedo ante un nuevo reto o un nuevo enfrentamiento contra “algo” que de momento nos ha vencido.

 

Kasparov comentó: “Estoy sorprendido de oír a C. J. Tag que le gustaría cooperar sobre una base menos competitiva. Para mí, la competición apenas a comenzado”.

 

Cabe mencionar que Kasparov se enfrentó en dos encuentros más contra super-ordenadores y, si bien es verdad que los dos terminaron en empate, no dejó que el miedo de esa derrota de 1997 le impidiera volver a aceptar el reto.

 

…(continuará).

                     Mikel Iker Menchero Pérez

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