Lo que queremos decir es que el fútbol es uno de los caramelos más preciados en la región africana de referencia, poblada por millones de personas a las que el octogenario presidente Obiang Nguema llamó pobres mentales. (En el pasado, haberlo utilizado sin entrecomillar ha hecho que algún lector mío haya creído que es fruto de mi cosecha, cuando nuestra inventiva no daría para tanto)
Estos días las naciones africanas que previamente se habían calificado se dan cita en Camerún para jugar la Enésima Edición de la Copa de África de Naciones. La razón de nuestro interés por este evento aparentemente deportivo es el entusiasmo con que algunas personas que se significan como opositores al régimen de Obiang lo viven. Y entonces se hace necesario construir por la vía rápida el pensamiento del porqué ningún opositor serio al régimen del que se ha hablado debe ser seguidor de la selección guineana. Y viene en el título; es decir, porque el fútbol es un caramelo. En la jefatura de Estado de Camerún hay un anciano que lleva allá desde un año después de que Ronald Reagan accediera al poder. Su país, junto con otros, entre ellos Guinea, son de estos que regularmente expulsan a sus ciudadanos de sus tierras para que vayan a morir al desierto o en el Mediterráneo. Y por más que Sani Ladan crea que la culpa de esta expulsión es europea, por la misma hay que empezar. No parece que Camerún, como Guinea, tuviera la educación gratuita, y si la gente no se muere es porque los ciudadanos son emprendedores, aunque sus ingentes esfuerzos no siempre dan frutos. Entonces la mayor parte de las veces pasan las de Caín, y esto lo sabe el escritor Donato.
Guinea Ecuatorial no tiene apenas sistema sanitario, y en las calles de las principales ciudades guineanas se pueden leer los carteles anunciadores de la posibilidad de que el mismo Estado, el banco del país, te preste dinero para que escolarices a tus hijos, un hecho que debería escandalizar a todos de no ser porque se creyeron a pie juntillas lo de que eran efectivamente pobres mentales. Pero hemos de volver a Camerún. ¿Se acuerdan de que en el aire pulula todavía la pólvora de las atrocidades que cometieron los dos bandos que se enfrentaron mediando entre ellos un asunto que se dejó de resolver en la colonización? Ahora que ya saben de qué se trata, preguntaremos a quien nos haya seguido hasta aquí si tendría sentido que un refugiado sirio que estuviera en cualquier frontera quisiera estar pendiente de la suerte de su selección de futbol. Bueno, se entendería si se supiera que en la cuestión del patriotismo se está siempre fuera de toda lógica.
Pero en el caso de los guineanos, ¿tiene sentido que los mismos que hace unos años hicieran campaña en contra del partido amistoso entre España y Guinea estuvieran ahora frotándose las manos de lo que piensan disfrutar de una victoria de su país? Es decir, ¿por qué en aquel caso vieron que era un caramelo y ahora lo han dejado de ver? Lo probable es que si la selección de Guinea obtuviera un triunfo significado, más de un líder opositor se pondría su mejor traje y grabe un mensaje de felicitación a… Bueno, no sabríamos a quiénes, porque la realidad nuestra es que la oficialidad cree que los actuales jugadores de la selección, o la mayoría de ellos, no son guineanos, habiendo dado el caso de que, en el pasado reciente, eran, en abrumadora mayoría, brasileños.
Pues los opositores lo han dejado ver porque este caramelo está vendido en el envoltorio del patriotismo, de ahí que no han podido resistir a la obnubilación. Y eso hace que se olviden, si lo supieron alguna vez, que para oponerse a la sinrazón que ha determinado sus vidas tienen que hacer muchos sacrificios, y uno de ellos en inhibirse de toda celebración de cualquier cosa en la que estuviera metida la dictadura, y sería un acto de resistencia. No lo van, hacer, pero es justo terminar este articulo recordándoles que para los mismos efectos que los esperados con la victoria de su selección hubiera dado igual que la cúpula de la dictadura, actualmente personificada en Nguema Obiang Mangue, reuniera en un acto público a los jugadores del Real Madrid, o a los del FC Barcelona, y les pagara por la felicidad que dan a los ciudadanos de Guinea, pues todos son seguidores acérrimos de estos clubes. Y es más, no son ellos los únicos que deberían alegrarse por el pago a los jugadores de sus clubes preferidos, sino porque, además de que Guinea Ecuatorial no tiene una liga de futbol, o no juegan, hace tiempo que la mayoría de los africanos sólo tiene ojos y sentimientos para el fútbol europeo, desde el Atlántico hasta el Océano Índico.
Ya vamos sabiendo que dentro de otros 50 años los dos dictadores que han pasado por la vida política de Guinea habrán adquirido la categoría de héroes. ¿Se acuerdan de cierto libro que se escribió en Guinea que hablaba de algo así como que Macías era víctima? Pues lo recordamos no solo porque existe una pulsión inevitable por ensalzar la figura de los malditos que nos han tocado de presidentes, sino porque sería chocante la escena de unos opositores eufóricos abrazados al hermano militante Nguema Obiang Mangue por su bien hacer para llevarnos a la victoria. Bueno, que no se diera esta escena es porque, francamente, lo de la selección de Guinea es una filfa que suena a matraca rota.
Madrid, 12 de enero de 2022