Lo que ocurrió entonces fue que brotaron nuevos intérpretes que comunicaban el suelo y los árboles. Aparecieron pequeños hongos en la base de cada tronco. Primero surgieron pequeños rebozuelos por todas partes, un amarillo entre la tierra negra. Bajo la tierra, las hebras de estos hongos crecían y se convertían en los pelos de las raíces, de forma que no podían separarse. Todo era un borrón y una maraña. Las hebras agrupaban pequeños mensajes de la tierra y la roca. Esos hongos eran nuevos en el bosque. Nadie los había visto antes. Los árboles alimentaban a los hongos con sus líquidos azucarados, y a cambio los hongos apartaban de los árboles todo aquello que pensaban que podía ser perjudicial para ellos, las toxinas o los metales, y cuando habían reunido elementos suficientes se transformaban en variedades cada vez más disparatadas: porcini, cepes,boletus. Todo era una forma de pensar y de comparar. Si el agua caía en un terreno demasiado alejado de los árboles, se la podía transportar hasta estos a través de los filamentos de los hongos. Era una educación, un pequeño proceso de aparente autoensamblaje, al igual que un grupo de personas podría hacerse cargo de una gasolinera abandonada para transformarla en un cine del que toda la comunidad pudiera disfrutar.
¿Qué utilidad podría darse a esta humilde colección de textos que vamos agrupando semanalmente? Me gusta fantasear que un buen sitio para ellos sería de cita introductoria de capítulos de un libro de ciencia. Así, el episodio dedicado a las interacciones biológicas o la sección que se ocupa de la simbiosis podría estar encabezado por este texto, a la manera en que algunas novelas comienzan con una cita inspiradora.
¡Qué bien descrita la simbiosis micorrízica! Parece el texto perteneciente a El bosque animado Algún crítico ha señalado hiperbólicamente al autor como el nuevo Martin Amis y yo no estoy de acuerdo, porque Martin Amis es mucho Martin Amis