Estamos asistiendo en directo y de forma vergonzosa, a un genocidio de un pueblo donde las víctimas son seres inocentes, niños en la flor de la vida, mujeres, hombres ajenos a grupos terroristas, donde se bombardea hospitales, a vehículos de asistencia humanitaria, a ambulancias, a desplazamientos masivos de un lado a otro dejando sin casas a miles de personas que pierden todo, niños temblando de miedo sin comprender que está pasando, un país destruido por la acción de unos terroristas contra Israel y donde la sed de venganza arrasa vidas sembrando dolor, angustia, terror y olvido.
Y mientras, los países europeos y del mundo no hacen nada. Callan. Critican con la boca pequeña, pero no acuerdan tomar sanciones que sin embargo, si lo hicieron con la invasión de Rusia a Ucrania. Estamos asistiendo a un aumento de conflictos donde peligra la paz mundial y donde una vez más, existen intereses geopolíticos que alimentan los intereses bélicos.
Europa calla sin realizar esfuerzos para parar los dos conflictos existentes que más preocupa a la inestabilidad del mundo. Los representantes europeos que no han sido elegidos por la sociedad, alimentan con sus declaraciones el fuego de la beligerancia anunciando sin ningún rubor que Europa debe armarse, ser más fuerte por una posible entrada en guerra y dando incentivos a las empresas de armamento que se frotan las manos ante estas decisiones belicistas.
En Palestina y en numerosos lugares de la Tierra, las bocas de cañones y misiles no dejan de sembrar muerte, olor a pólvora y gritos de angustia sin que nadie haga nada, sin que haya acuerdos diplomáticos para parar el horrible sufrimiento de pueblos que solo aspiran a vivir en paz y libertad.
¿Qué hacemos la sociedad civil? ¿Cómo podemos parar esta locura que los gobernantes y políticos del mundo miran a otro lado? ¿Por qué ese afán de hacer daño a los demás? ¿Por qué levantar muros contra la libre circulación de los humanos? ¿Por qué permitir que miles de inmigrantes huyendo de guerras, dictaduras y crisis climática que afecta a sus países, encuentren la muerte en el mar o confinados en campos de refugiados? ¿Por qué las violaciones de los derechos humanos a los pueblos originarios? Son tantas las preguntas que las respuestas quedan mudas y sólo las lágrimas pueden borrar nuestra mirada ante tanto sufrimiento. ¿Nos acercamos sin remedio a la caída de nuestra civilización?
Si los gobernantes y su séquito no despiertan, debemos ser nosotros los que de forma pacífica mostremos nuestra indignación. Ya lo he dicho en más de una ocasión. Levantemos nuestras manos blancas buscando a la paloma de la paz y llenemos nuestros balcones con banderas blancas. Es lo único que nos queda.
Se acercan las elecciones europeas y sólo deberíamos votar a quien de forma pública y ante los medios de comunicación, se comprometa a luchar por la paz.
No quiero seguir viendo a niños muertos, heridos, mutilados, tristes sin vida, ojos grandes que no entienden porque los mayores les hacen daño. No quiero seguir viendo casas destruidas, campos de refugiados, pateras de la muerte, misiles de venganza.
Sin duda, estamos asistiendo en directo a la decadencia de nuestra civilización al haber seguido un camino equivocado, donde el capitalismo masivo, el neoliberalismo arrollador, la explotación intensiva de los recursos naturales, han sido grandes columnas que tarde o temprano caerán sembrando un reguero de víctimas hundiendo las cimas de nuestra evolución.
La matanza indiscriminada que se está llevando a cabo en Palestina, en lugar de encontrar a los terroristas que entraron en Israel masacrando a gente inocente en otro acto gravísimo de violación de los derechos humanos, solo genera más odio. No se puede bajo ningún concepto humano y no se puede permitir, que un gobierno, para buscar a terroristas, tenga que destruir todo un país inocente en un genocidio de tremendas consecuencias, arrasando sus casas, jugando con la población civil que se vayan de un lado a otro, no dejando pasar la ayuda humanitaria, permitiendo que el hambre debilite al conjunto de una sociedad.
No hay palabras ni calificativos que puedan justificar lo que todos estamos viviendo en directo. Las imágenes que nos llegan se difuminan en las siguientes noticias de los noticiarios. La insensibilidad es el paso anterior a la indiferencia y de ésta, al olvido, a cerrar los ojos, a sentir el problema lejano y a ser cómplice pasivo de este holocausto que asola en muchas partes del mundo.
Debemos crear una sociedad humanista, responsable, amante de la vida y respetuosa con la naturaleza, un mundo donde la paz sea la finalidad de nuestra existencia, donde el amor sea la bandera de las naciones, donde las fronteras sean líneas invisibles, donde la vida sea el respeto ineludible, donde la esperanza sea el camino de nuestra evolución y donde nuestra huella, sea la felicidad entregada a las generaciones futuras.
Y para ello se necesita a líderes responsables, comprometidos seriamente con la sociedad y que sean la verdadera voz de la sociedad.
No permitamos que con nuestros impuestos, sean utilizados para entregar armas para matar como en la próxima visita del Presidente de Ucrania a España pidiendo ayuda militar. Lo que nuestro presidente debe entregarle, son palomas de la paz y compromiso diplomático para que las guerras se extingan con las manos abiertas.
Votemos con responsabilidad en las elecciones europeas y si ninguno de los que se presentan se compromete por la paz, que nuestros votos sean nulos y de esta forma con el silencio de nuestros votos, las banderas blancas silencien el sonido de los misiles y los gritos bélicos de nuestros políticos. Ellos no pueden decidir a espaldas de quien les pagamos y les mantenemos en sus sillones privilegiados. Tal vez, no sé, de nosotros depende.