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El grito de Yemen

“Unos hombres armados invadieron nuestra casa y la convirtieron en un punto de reunión de francotiradores”, recuerda Ala, un desplazado interno yemení de 22 años, mientras camina entre los escombros de su antigua casa en Adén, al sur de Yemen.

Hace tres años, la emergencia que sufre este país se convirtió en la mayor crisis humanitaria del mundo. ¿Cómo se llega a esta situación, qué supone y por qué no cesa? Las respuestas se encuentran en las consecuencias de la guerra que asola el país desde 2015, el cual ya se encontraba en situación de pobreza por aquel entonces: muertes, desplazamientos masivos, hambre, cólera, infraestructuras sanitarias inoperativas y una economía al borde del colapso. A este escenario se suman las inundaciones anuales y la falta de fondos para la ayuda humanitaria.

“En 23 años de trabajo humanitario, pocas veces he presenciado tanta miseria y desesperación. Más de cinco años de conflicto en Yemen han provocado que el 80 % de su población dependa de nuestra ayuda humanitaria para sobrevivir. La mayoría come una sola vez al día: un poco de té y pan. Una de cada ocho personas ha tenido que huir de los bombardeos y los combates. Este conflicto continúa matando a civiles inocentes en Yemen”, cuenta el Representante de ACNUR en Yemen, Jean Nicolas Bizou.

A lo largo de 2020, ACNUR ha manifestado en numerosas ocasiones que, sin una llegada urgente de fondos, muchas familias desplazadas dejarían de recibir ayuda. Esta mezcla de factores hace añicos a Yemen, a vidas como la del joven Ala y a los refugiados que el país, a pesar de su crítica situación, acoge.

Las cifras olvidadas de Yemen

—100.000 muertos a causa de la guerra.

—3,6 millones de desplazados internos. Además, el país acoge a más de 247.000 refugiados y solicitantes de asilo.

—80 % de la población (más de 24 millones de personas) en necesidad de ayuda humanitaria.

—7,4 millones de personas necesitan asistencia nutricional.

—167.278 posibles casos de cólera entre enero y agosto de 2020. Más de 2,3 millones de casos desde 2016.

—50 % de las infraestructuras sanitarias inoperativas.

—300.000 personas pierden sus hogares, cosechas y ganado tras lluvias torrenciales de este año y sus consecuentes inundaciones.

—Falta el 42 % de los 252 millones de dólares que necesita ACNUR para dar respuesta a desplazados internos y refugiados.

Y ahora la Covid-19

Hasta el momento, se han confirmado 2.057 casos y 597 muertes por Covid-19 en Yemen, según datos oficiales de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Las comunidades de personas desplazadas en el país solo tienen, de media, 1 baño cada 50 familias para hacerse con el mejor escudo frente a este virus: la higiene y el distanciamiento social. Muchas familias de más de cinco miembros conviven bajo lonas de plástico que hacen las veces de casa. No hay habitaciones en las que aislarse. No hay espacio para separarse. Y entre lonas y lonas, entre casas y casas, no hay hormigón, solo un par de pasos de aire. Familias conviviendo con otras familias en condiciones de hacinamiento. Los estragos de la huida, de la pobreza, de cinco años de guerra.

“La Covid-19 se está expandiendo de manera muy rápida entre comunidades empobrecidas en Yemen y las familias tienen muy pocas opciones para protegerse. El hacinamiento es generalizado. Los refugiados y desplazados internos yemeníes no se pueden aislar por sí mismos. La mayoría no tienen agua corriente y ni siquiera pueden lavarse las manos de forma regular”, explica el Representante de ACNUR en Yemen.

“Tenemos miedo”

Las condiciones de vida de las personas desplazadas en Yemen cortan el aliento, pero a ellas, les asusta aún más la llegada de la Covid-19. “Debido a esta enfermedad, tenemos miedo y nos quedamos en casa”, asegura Ahlam, desplazada yemení de 29 años. Perdió a su marido por el conflicto y su casa fue destrozada. “Fuimos testigos de tres funerales la semana pasada de personas que murieron repentinamente”, continúa. Se sienten vulnerables y salir a la calle no es sinónimo de trabajar. Encontrar un trabajo en una economía a punto de colapsar es prácticamente imposible.

Tanto ella como su madre y sus hermanas dependen de la ayuda humanitaria de ACNUR para sobrevivir. Actualmente, viven alquiladas en un alojamiento de Ibb, al norte de la ciudad de Taiz, que pueden asumir gracias a las ayudas de dinero en efectivo que reciben por parte de ACNUR. “Este dinero nos salvó del desalojo”, explica Ahlam. “El propietario quería sacarnos de la casa, pero pagamos dos meses de alquiler y el resto del dinero lo usamos para comprar alimentos porque no teníamos nada en nuestra casa”.

Lo que se habría hecho

En lo que va de año, ACNUR ha dado asistencia y protección a más de 1,3 millones de desplazados internos, refugiados y solicitantes de asilo en Yemen. Refugios, materiales de emergencia como mantas, colchones y utensilios de cocina, ayudas económicas para alquileres y para otro tipo de necesidades (gastos en salud, alimentos y otros servicios), ayuda legal, asistencia psicosocial, acceso a educación, vivienda y proyectos de generación de ingresos. “Sin embargo, estos son menos de la mitad de los desplazados internos del país. Básicamente aquellos en las condiciones más críticas de vulnerabilidad”, apunta Alexis Ariza, jefe de Unidad de Programas de ACNUR en Yemen. A través de las ONG con las que trabaja, ACNUR tiene presencia en más de 1.200 asentamientos de desplazados y coordina la asistencia de otras agencias de Naciones Unidas para la provisión de servicios mínimos de salud, agua y educación. Además, ACNUR es la única agencia en el país a cargo de atender las necesidades de los refugiados.

Con la dotación de todos los fondos necesarios se podría haber hecho mucho más. “A estas alturas del año, en 2019 habíamos podido proporcionar refugios de emergencia a más de 15.000 familias recientemente desplazadas mientras que este año hemos logrado construir solamente 9.000. Esta diferencia de 4.000 refugios se traduce en que alrededor de 28.000 personas siguen esperando en campo abierto o viviendo en cuevas o debajo de los árboles después de haber salido corriendo de sus casas en los últimos seis meses, incluyendo a niños y ancianos”, explica el trabajador de ACNUR.

Una decisión más que difícil

La falta de recursos, asegura Ariza, obliga a ACNUR y a sus socios a determinar quién recibe cada servicio. “En muchos casos, eso quiere decir que hay que decidir entre la vida de un niño de cinco años o de un anciano de 70. Es decidir si apoyas a una familia de desplazados para que pueda pagar el alquiler de sus casas por tres meses o si apoyas a tres familias por un mes y el mes siguiente miras qué te inventas para seguir protegiéndolos”, explica el jefe de Unidad de Programas de ACNUR y añade: “En lugar de las cuatro familias del ejemplo, hablamos de cientos de miles”. Hay familias que no llegan a considerarse entre las posibles elegidas porque se encuentran en zonas prácticamente inaccesibles a causa del conflicto. La Covid-19 es un problema añadido. Según Ariza, la pandemia ha expandido los niveles de pobreza de los más pobres y la vulnerabilidad de los más vulnerables.

El compromiso

Ante esta crítica situación, preguntamos a Ariza qué le mueve a seguir adelante con su trabajo: “Ponerles cara. El tema no es los cuatro millones de desplazados; es una familia, una señora, un niño… la meta de que ESA familia en particular tenga unas mejores condiciones de vida. Cuando eso se logra, entonces te comprometes con otra, y así hasta que terminen siendo cientos”.

Tú también puedes comprometerte con las familias desplazadas en Yemen a través del Comité español de ACNUR.

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