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El holón rebelde

 

El PSOE es un partido de izquierdas que pretende nacionalizar todas las empresas, abolir la propiedad privada y destruir la familia tal como la comprendemos. El PP, por su parte, un partido de extrema derecha que desearía cerrar el Congreso de los Diputados y terminar con el sistema de elecciones generales. La Iglesia Católica es una institución de carácter fascista que defiende la superioridad del hombre sobre la mujer, la violencia doméstica y los abusos sexuales. Sólo en un contexto intelectual de similar rudeza, inexactitud y, verdaderamente, malevolencia, podríamos encontrar una descripción de la actitud posmoderna como aquella que afirma que los hallazgos de la ciencia no son verdades objetivas que se corresponden con una realidad externa, sino meras construcciones culturales y sociales.

            Ustedes dirán que me repito, que este artículo ya lo he escrito. Pero es que, para mi gran asombro, la campaña contra la posmodernidad no ceja. Y es una campaña absurda, porque la posmodernidad es la época que vivimos nos guste o no. Veo la campaña cada vez que pongo mis ojos en alguna publicación cultural prácticamente de cualquier ámbito, dentro del mundo de las ciencias humanas o del de las ciencias naturales. Hay incluso muchos ejemplos de intelectuales y de artistas posmodernos que reniegan públicamente de la posmodernidad que ellos mismos practican, a la que ellos mismos pertenecen.

            Esto nunca había pasado antes. Normalmente, las ideas nuevas y los paradigmas nuevos se encuentran con una cierta resistencia inicial y luego son naturalmente integrados y se convierten, a su vez, en el centro del pensamiento dominante. Esto era lo que había pasado siempre, dentro de una coreografía que nos habíamos acostumbrado a considerar como el movimiento casi natural de la historia de occidente. Las nuevas ideas, los nuevos estilos, las nuevas músicas, las nuevas modas pasan de ser la “vanguardia” a convertirse en main stream para, con el tiempo, convertirse en tradición. Todos sabemos que este proceso no implica necesariamente un “progreso” cualitativo (no es “mejor”, por ejemplo, la música de Mozart que la de Bach), y sabemos que dicho progreso es holístico, es decir, que no procede por sustituciones, sino por nuevas integraciones de elementos. Es decir, no por escalones, sino por “holones”, de manera que lo que en una época se considera opuesto (la discusión ente wagnerianos o antiwagnerianos de fines del XIX, por ejemplo), en la siguiente época pasa a formar una unidad y a oponerse, en otro nivel, a otra cosa (la oposición compositores tonales y atonales, por ejemplo, todos los cuales pueden defender por igual a Wagner).

            Lo que sucede es, pues, sumamente extraño. La posmodernidad sigue siendo vista como algo extraño y ajeno a la verdadera cultura. El rechazo es casi unánime, y proviene de un establishment enquistado de una forma anacrónica en un modelo cultural que se niega a relativizar sus propios postulados. Es un holón rebelde, que no quiere pasar al siguiente holón. Llevamos ya medio siglo de posmodernidad, de literatura posmoderna, de pensamiento posmoderno, de ciencia posmoderna, de psicología posmoderna, de sociología posmoderna, de política posmoderna, pero a pesar de todo seguimos afirmando que los posmodernos son el diablo. O, como decía más arriba, que los posmodernos afirman que lo que dice la ciencia no es más que una construcción cultural y que la realidad objetiva no existe.

            Realmente, si la posmodernidad dijera eso, los pensadores posmodernos serían una pandilla de estúpidos y no habría que darle más vueltas al asunto. Si el posmodernismo fuera, al menos en parte, una negación de la ciencia, entonces habría que combatirlo con todas nuestras fuerzas, porque sería una fuerza destructiva y dañina.

            Hoy sabemos que el modelo del átomo como un “núcleo” pequeñito alrededor del cual “giran” unos “electrones” todavía más pequeñitos, no es exacto. Sabemos también que el cerebro y las creencias tienen mucho que ver con las enfermedades físicas. Las ciencias adelantan que es una barbaridad, y crean difrentes modelos del universo y del ser humano. Eso es todo. Nuestro modelo no es el mismo que teníamos en 1929. Me parece increíble que sea necesario seguirlo discutiendo.

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