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Mientras tantoEl hombre que ríe

El hombre que ríe

El dueño pálido de la tabaquería   el blog de Ernesto Pérez Zúñiga

No es el personaje de Salinger, pero como a él se le nublan los rasgos.

 

Porque siempre está de espaldas.

 

Lleva sombrero, un abrigo largo y una bolsa de plástico en cada mano, cuyo contenido desconocemos los peatones.

 

Lo vemos detenido delante de alguno de los solares donde hubo edificios viejos, entre Atocha y la nueva Puerta del Sol.

 

Lo vemos situado justo en el centro del espacio que se va a construir, subido en la acera, entre la escombrera y una escavadora.

 

Y ríe. Ríe a carcajadas. Se dobla de risa mirando un punto que no podemos determinar:

restos de mosaicos en el muro de enfrente, que corresponden a una cocina derribada,

una muñeca vieja medio hundida en la tierra,

la calidad de las nuevas vigas, amontonadas en espera del trabajo,

los albañiles que trabajan al fondo del solar,

la basura entreverada en los cascotes,

la cacería intermitente de los gatos,

un reguero de orines,

los colchones donde duermen vagabundos,

la excavadora que estrena la empresa adjudicataria.

 

Ríe. Se parte de risa con tal fuerza que adivinamos su presencia antes de doblar una esquina.

 

Allí está otra vez, delante de otro edificio destruido; delante de un esqueleto venidero.

 

Nos estremece oírle, y la vibración del ala de su sombrero, y contemplar cómo bailan las siluetas de esos objetos que guarda dentro de sus dos bolsas de plástico.

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