Como todo lo que tiene que ver con la oscura noche del nacionalsocialismo, Guardianas nazis (Edaf) no es un libro de cómoda lectura. Comienza y termina de la misma manera, removiendo nuestra conciencia por lo sombría que puede llegar a ser en ocasiones la realidad. En este caso nos encontramos con diecinueve historias, tan singulares como trágicas, de otras tantas mujeres recogidas por la periodista Mónica G. Álvarez. Y no hay mejor guía de lectura que el testimonio del escritor Elie Wiesel con el que se inicia el texto: «Todo sigue siendo irreal. Es solo un sueño, me dije mientras caminaba colgada del brazo de mi padre. Es una pesadilla que me ha arrancado de las personas a las que amo, que están golpeando a la gente hasta la muerte, que Birkenau existe y que alberga un gigantesco altar donde los demonios de fuego devoran nuestro pueblo». Queramos o no, aquel pasado es el nuestro. No podemos olvidarlo y tampoco podremos jamás explicarlo en toda su irrealidad demasiado real. Sigamos, por tanto, rescatando estas historias, aunque nos duelan.
La obra se estructura en dos partes, «las siete arcángeles del terror» y «las doce apóstoles del Reich», que inciden en una interpretación causirreligiosa del nazismo. Se echa en falta una mayor reflexión sobre esta interrelación o, en otras palabras, un anclaje más firme en la producción académica sobre la discutida cuestión de la religión política. La pregunta es evidente: ¿fue el nazismo una religión política? ¿Cómo podríamos definir una simbiosis ideológica tan compleja? Y si digo esto, es porque la bibliografía de este trabajo no es, ni mucho menos, nimia o descuidada. ¿Realmente se dedicaron a difundir entre los fieles la semilla de la religión aria? ¿Se puede hablar de una religión aria? Si la intención no es denigrar la religiosidad, algo de lo que no tengo ninguna duda, ¿por qué mezclar la terminología religiosa con esta catástrofe del siglo XX? A veces, los símiles estorban más que ayudan.
En cualquier caso, estas críticas en nada empañan lo que el lector no especializado va a encontrar en este trabajo. Álvarez elabora diecinueve biografías que nos acercan al lado femenino del mal y la crueldad nacionalsocialista. Y es que, pese a estar ocultadas en las historias generales, las mujeres también participaron del envilecimiento de la época. Los nombres lo dicen todo: «la zorra de Buchenwald», «la bestia de Auschwitz», «la sádica de Stuthof» y tantas otras, que no dudaron en usar las técnicas más inhumanas contras los enemigos políticos. Ellas también participaron activamente del asesinato masivo y de los actos más macabros. Como narró tiempo después una interna de una de estas mujeres, «hacía estragos en torno al campamento para mujeres. Siempre se la vio usando guantes, golpeando, pateando, mirando a las presas, insultando de forma grosera. Eran tantas las prisioneras heridas que es difícil para mí citar los nombres de las que fueron agredidas con crueldad». Por lo tanto, una recomendación: no se vayan a la cama con este libro, porque no conciliarán el sueño con facilidad.