Jorge Martínez en Alepo (Foto: Samuel Aranda)
De su creatividad han nacido proyectos de renombre como aquel Pastillas contra el dolor ajeno para Médicos Sin Fronteras, que ayudó a concienciar y captar recursos para el diagnóstico y el tratamiento de enfermos olvidados en países en vías de desarrollo. Jorge Martínez no se define como publicista ni como creativo, se siente más identificado con el término inventor. «Me parece más bonita la idea de inventar». Aunque acapara gran número de premios y reconocimientos en festivales como El Sol, FIAP, Club de Creativos, Art Director´s Club of Europe, premios a la Eficacia Publicitaria, más de 20 premios Laus de Diseño y Comunicación Gráfica, entre otros, así como la inclusión de numerosos trabajos en los Anuarios del Club de Creativos y ADC*E, no lo es todo para él. Con un marcado perfil multidisciplinar y un fuerte compromiso social, está inmerso en proyectos cada vez más importantes y globales como OCEANA, Paz y Desarrollo, Fundación Vicente Ferrer o junto al FC Barcelona y UNICEF aplicando la metodología FutbolNet. Recientemente, ha dirigido la comunicación del décimo aniversario de los premios Fundación Princesa de Girona, con la participación de presidentes del IBEX y jóvenes premiados y ha lanzado el proyecto Reality: Historias para no dormir 2, que ayuda a Save The Children a denunciar la situación de los niños víctimas de conflictos armados. Colabora con la Campaña del Milenio de la ONU; produce piezas documentales y colabora junto a Toni Segarra (su amigo y maestro) con algunos de los grandes chefs de nuestro país. Su relación laboral con las ONGs va con viento a favor. Está feliz. No tiene perfiles en ninguna red social. Sigue viviendo en Murcia y usa su coche para trasladarse a cada lugar, «unos 4500 kilómetros puedo hacer al mes», me cuenta. Dice que ese momento en el coche le sirve de despacho, para pensar, su yoga particular.
Acaba de presentar ALEPOH, el proyecto de ONG Rescate, el PNUD y el sector de la construcción español para devolver la esperanza a Siria. Alepo intenta resurgir de sus escombros después de haber sido devastada por miles de bombas que han caído sobre esta ciudad desde el inicio de la guerra de Siria. Montañas de escombros, de piedras destrozadas, se amontonan en las calles mientras las personas tratan de recuperar la normalidad. Ante esta situación, ¿por qué no aprovechar todos esos escombros y reutilizarlos para hacer ladrillos con los que volver a construir la ciudad? La ONG Rescate junto al Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo está intentado contribuir a esta reconstrucción mediante la reutilización de las montañas de escombros de los edificios caídos para fabricar ladrillos nuevos con los que levantar casas, escuelas y hospitales. Al proyecto lo han bautizado Alepoh, un juego de palabras entre Alepo y Hope (esperanza, en inglés). Consiste en la puesta en marcha de la denominada Fábrica de Esperanza. No sólo es la reconstrucción, sino también dar trabajo a hombres y mujeres de Alepo, de manera que esas personas, además de sentir que trabajan en la reconstrucción de su ciudad y de sus vidas, tengan un sustento económico y un empleo. ONG Rescate ha lanzado una edición limitada de 2.000 ladrillos al precio de 500 euros cada uno. Se trata, sin duda, del ladrillo más caro del mundo, pero también del más valioso. ¿El objetivo? Recaudar un millón de euros con el que se podrían fabricar 1.428.500 ladrillos de cemento reutilizado de escombros.
«Ayudar a los demás». Ese es el motor de vida de Jorge Martínez. Ya de niño, cuenta su madre, con tan sólo seis años, quería ser misionero «y la vida me ha regalado algo maravilloso, y es que haciendo lo que me gusta, que es trabajar con las ideas, de alguna manera he conseguido ser lo que siempre quise ser. Porque, al final, cooperar no es ni más ni menos que ayudar a los demás». No es una especie de misionero, o un santo… No lo es. Es un tipo normal, que cree en lo que hace, que se rebela contra el dolor que genera la injusticia y, sobre todo, que cree en el trabajo duro y la capacidad de conectar con los demás como la única forma de lograr que los proyectos y las ideas que lidera se hagan realidad. «La sociedad está deseando ayudar, lo único que necesita son herramientas, vehículos que permitan canalizar ese deseo de ayuda conectando la solidaridad de la gente (su dolor ajeno) con organizaciones y entidades capaces de mitigarlo. A eso me dedico, a crear esas herramientas, a conectar personas con problemas, y curar con ello el dolor ajeno de una sociedad que ha de conocer esos dramas y esas injusticias, y movilizarse para combatirlos».
¿Publicista o creativo? ¿Cómo prefiere que le denomine?
Publicista. Últimamente soy muy crítico con lo de creativo. Parece que los que nos dedicamos a la publicidad nos hemos adueñado del concepto creatividad y no nos pertenece sólo a nosotros. Además, no sólo me interesa la publicidad, me interesan las ideas. Fíjate que mis hijos me llaman «pensador» y a veces creo que es la palabra que más se ajusta a lo que yo hago; incluso la palabra inventor, me parece más bonita la idea de inventar. Lo que intento es vincular en los proyectos a personas de disciplinas muy diversas; a veces son campañas, son libros, presentaciones,… pero siempre hay un componente de idea.
Efectivamente, siempre me ha hecho hincapié en eso, que lo que más le interesa a la hora de trabajar es generar ideas. Que son las que cambian el mundo…
Es un proceso al que he ido llegando con el tiempo. Lo vas viendo a medida que te vas haciendo mayor. Aquello que haces porque te gusta, porque te nace, porque te hace realmente feliz, porque tienes cierta habilidad o talento para comunicar ideas, conceptos…. Tras hacer este análisis te vas dando cuenta de que todos los avances de la humanidad vienen de ahí, las innovaciones no dejan de ser ideas. Tengo la enorme suerte de dedicarme a algo que tiene una enorme trascendencia y la capacidad real de cambiar las cosas. Cuando logras llegar a moverte en esos códigos entiendes que realmente el mundo tiene grandísimos problemas y que hay muchísimos dramas que merecen ser resueltos. Hacer bien o mal tu trabajo determina que una organización o una entidad pueda tener más o menos recursos para solucionarlos… Es una gran responsabilidad.
Y ese trabajo junto a las ONGs, ¿realmente es efectivo…? ¿Funciona? ¿Llega la ayuda?
Sí, sí es efectiva. Comprendo que hay mucha gente crítica hoy en día con ONGs. ¿Qué tendrán fallos?, indudablemente; ¿y qué son mejorables?, la mayoría; pero te aseguro que si no existieran en aquellos lugares estarían peor, eso es indiscutible. Hay muchísima gente en el mundo que depende exclusivamente de la labor que desarrollan estas organizaciones. Creo que es importante ayudarles, cada uno en la medida que pueda. Soy muy consciente de que mi trabajo supone una oportunidad para ayudar a mucha gente.
Y lo comprueba viajando al terreno antes de emprender cada campaña y también después…Nunca abandona el proyecto aunque ya esté hecho…
Tengo una máxima cada vez que trabajo con una organización: viajar al terreno para conocer la labor necesaria desde cerca. No trabajo con una organización a la que no conozca bien. Y cuando hablo de conocer bien me refiero a analizar con ellos lo que hacen, sobre el terreno. Por un lado, lo necesito como fuente de información. Tener más información me facilita poder acertar e intentar que mi trabajo sea efectivo. Pero, sobre todo, en el fondo, es una cuestión personal y emocional. Lo importante de mi trabajo es la utilidad que tiene, pero sobre todo significa la cantidad de experiencias humanas que me permite vivir. Si mañana me tuviera que ir de esta vida me siento muy orgulloso de haber sido capaz de crear una familia, de mis hijos, y lo segundo haber tenido la suerte de viajar y ver cómo es el mundo realmente.
Pensamos que el mundo es esto que tenemos cerca a nuestro alrededor, y no…
Es cierto que nos llegan imágenes a través de los medios de países con problemas, gentes que necesitan ayuda, pero entender cómo funcionan no lo entiendes bien hasta que no lo vives de cerca. No nos damos cuenta de lo privilegiados que somos. Lo azaroso que al final es nacer aquí o allí. Esa cuestión determina la vida de millones de personas. El mundo, al final, es un lugar dividido en dos: si tienes la suerte de nacer en una de las dos mitades, las posibilidades son muchísimas; si naces en la opuesta, todo se complica muchísimo. Tenemos la obligación moral de intentar, digamos, echar una mano a los que no han tenido nuestra suerte.
Aún le sigue dejando perplejo, atónito, el dolor que existe…
¿Recuerdas aquello que llamé «dolor ajeno» con la campaña Pastillas…? Yo soy muy consciente de que sufro dolor ajeno. El primer enfermo de dolor ajeno soy yo. Una de las maneras de curarlo es hacer lo que hago. Ayudar a los demás es una de las cosas que más inmensamente feliz nos hace y es lo que ahora mismo nos salva a diario. El día que ayudar no nos produzca un profundo bienestar, el mundo será un lugar infinitamente peor; de hecho, pienso que el mundo será un lugar imposible. Cuando regreso a casa me preguntan muchos de mis amigos si vuelvo deprimido o tocado en lo más profundo… No, no, vuelvo con rabia, con ganas de cambiar las cosas. Pero, al mismo tiempo, vuelvo fascinado tras ver la inmensa capacidad que tiene el ser humano para sobreponerse.
¿Cómo surgió el proyecto Alepoh…?
El 80% de lo que hago no me lo encarga nadie. Soy tremendamente proactivo. La innovación real viene cuando realmente tienes mucha libertad para crear ideas como ésta. En el caso de la ONG Rescate trabajé así con ellos. Un proyecto, a priori, tremendamente difícil en el Sahel con comunidades de pastores nómadas. Querían mostrar la tremenda vulnerabilidad de esta gente. Como proyecto me parecía tremendamente difícil: trasladar ese sufrimiento y esa necesidad a nuestra sociedad. De ahí salió Nómadas, un proyecto expositivo y audiovisual sobre sus vidas en colaboración con el fotógrafo Samuel Aranda y el escritor y periodista Martín Caparrós. Conseguí que tuviera un impacto real en medios de comunicación. Cristina Bermejo, directora de ONG Rescate, me trasladó el proyecto de Alepo. La idea de convertir los escombros en ladrillos nuevos para rehabilitar viviendas. Entendí que había un valor simbólico en ese ladrillo brutal. Primero porque, evidentemente, todas las noticias que nos llegan de Siria son negativas: destrucción, muerte… Me parecía importante dar una imagen de reconstrucción, de esperanza. Y, por otra parte, cuando se habla de Siria nos referimos a los refugiados que llegan a España o a Europa cuando, en realidad, muchos no han podido salir de allí. Cambiar el punto de vista me parecía importante. Primero, para permitir que los que han salido puedan volver: hay que terminar esa guerra. Y, luego reconstruir el país. Entender esas historias que hay detrás fue un proceso muy largo.
El ser humano nos da lecciones todos los días…
Tiene una capacidad de resiliencia y de aguantar el dolor inmensa. Seguramente eso es lo que nos ha llevado hasta aquí. Cuando realizo campañas para Médicos Sin Fronteras, por ejemplo, compruebo cómo el ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor; es capaz de matar, de asesinar, de aniquilar, pero es también capaz de crear, capaz de levantar, dar vida. Eso es lo que nos hace únicos y extraordinarios.
Mira, recientemente me dio una gran lección de vida el Padre Ángel. Coincidí con él en Barcelona, en los premios Fundación Princesa de Girona, y me invitó a acercarme a su iglesia, en Madrid, y ver cómo les podía ayudar. Él es muy consciente de mis campañas, las conocía muy bien, sabe que hemos logrado recaudar millones de euros y podía perfectamente haberme pedido una campaña que tuviera como objetivo únicamente recaudar, pero lo único que me dijo fue: «Mira Jorge, lo único que me gustaría es que crearas una campaña que hiciera ver a la sociedad española la importancia de dar los buenos días. Yo estoy aquí todos los días recibiendo a gente, gente que viene a verme, y lo que más me agradecen es que les escuche; estas personas que están en esta iglesia son personas a las que nadie les da los buenos días…». Me pareció tal reto… justo en la época de la hipercomunicación estamos más incomunicados que nunca…
Pero, desgraciadamente, parece que siempre nos llega más que vence el mal sobre el bien…
Desgraciadamente, esta sociedad parece tener más interés en destacar lo negativo que lo positivo. Las mismas noticias que tenemos a nuestro alcance negativas, que son muchísimas, podríamos tenerlas, a diario, también positivas. Te lo aseguro. Hay una parte del mundo que es maravillosa, gente que está haciendo cosas increíbles. Mira, me acabo de encargar de la comunicación en los premios Fundación Princesa de Girona. Teníamos frente a nosotros a decenas de chicos con historias grandiosas, jóvenes que están desarrollando vacunas para salvar miles de vidas, creando mecanismos científicos, gente que dedica su vida a los demás. Todo eso es importante ponerlo en valor. Pero, cuesta destacarlo en los medios; cuesta mucho trabajo conseguir que lo bueno tenga el mismo tratamiento en los medios que las noticias malas. Y añado, esa notoriedad a las noticias negativas está consiguiendo que la sociedad se empiece a contagiar de esa negatividad y ese pesimismo.
Tiene razón, vi la ceremonia. Era paradójico, triste. Contemplábamos lo maravilloso que era descubrir esos talentos jóvenes que estaban siendo premiados y, sin embargo, al mismo tiempo, en el exterior sólo había destrucción…
Hablando con amigos de Cataluña me comentan que lo están viviendo con mucha tristeza, viendo cómo su sociedad, su ciudad, se ha metido de lleno en esta postura diaria negativa, de enfrentamiento. Quiero pensar que la mayoría de los que estaban fuera con barricadas, quemando, increpando, no tenía ni idea, realmente, de lo que dentro se estaba haciendo. Si supieran lo valioso que era lo que allí se celebraba, que básicamente se estaba celebrando el talento de los jóvenes… Nadie puede estar en contra de celebrar el crecimiento, el talento y la valía de los jóvenes. Y la Fundación Princesa de Girona es además un homenaje a la catalanidad, que nace con esa vocación de celebrar Cataluña, su talento, se habla en catalán… Es triste que estén tan desinformados… Y eso les lleva a donde estamos…
Ha sido de decisiones rotundas toda su vida, está claro…
Soy tremendamente impulsivo, lo reconozco. He llegado a la conclusión, eso sí, de que tengo una determinada actitud: soy tremendamente perseverante. Creo firmemente en lo que hago y en sus consecuencias. Esta actitud me lleva a dedicar la energía, el tesón, a estos proyectos que desarrollo. Lo determinante no es tanto la parte creativa o el posible talento creativo que yo pueda tener, realmente lo importante es hacer que las cosas ocurran, que esas ideas se hagan realidad. Enamorar, embarcar a la gente en tu proyecto, generar esa constancia que te permita salvar los múltiples obstáculos que nos rodean y que están pensados para que esas ideas positivas no avancen. La burocracia, el sistema, crea un montón de elementos, de barreras, para que no podamos hacer, de alguna manera, realidad nuestros sueños… Comprobar que me crezco y consigo salvar esos escollos… eso me reactiva.
Pastillas contra el dolor ajeno cambió su vida…
Sí. Primero me dio visibilidad como profesional, pero sobre todo me permitió hacer coincidir dos cosas que en mi vida son fundamentales: mis convicciones personales, ese deseo que siempre he tenido de ayudar, esa sensibilidad que siempre he tenido desde pequeño, con la otra parte de mi vida que es mi trabajo. Tengo una enorme suerte. Siempre lo digo, soy un tío tremendamente afortunado.
Y lo importante que fue contar con Luis García Berlanga…
Efectivamente. Mi trabajo es un proceso en el que están implicadas muchas personas. Yo puedo ser, digamos, el que lidera, pero intento rodearme de gente que haga que mi historia sea mejor, que llegue más lejos. Yo solo no podría hacer nada. Y en ese equipo, de repente, surgen personas que no tenías previsto que tuvieran ese papel tan determinante, y Berlanga lo fue. Yo me empeñé en que Luis fuera el protagonista. Cuando me preguntan «¿por qué?» nunca he sabido responder. Era una persona que lo había sido todo en el mundo del cine y de la que no sabíamos nada desde hacía años, que estaba olvidado. Hablé con su hijo José Luis y estuvo de acuerdo. También dudamos porque me di cuenta de que Luis no estaba bien. Pero José Luis me decía que sí, adelante, que tenía momentos buenos de lucidez. Inesperadamente, María Jesús, su mujer, lo paró todo. No quería ese lío de cámaras en casa, «sé muy bien lo que supone un rodaje» y no quería molestarlo. Mira, otra persona habría dado un paso atrás y le habría dicho, «te comprendo, te respeto» y habría marchado a buscar a otra persona. Pero me empeñé en Luis. Pensé que ahí había que luchar. Escribí una carta de cinco o seis folios a su mujer. No quería leerla. Su hijo le insistía, pero se negaba. «Otro día», decía. Hasta que un día su nuera la sentó y la leyó. Supe transmitirle lo que había detrás de ese rodaje, lo consciente que era de que, efectivamente, Luis estaba muy enfermo y que esto era lo último que iba a hacer en su vida, pero también lo bonito que era que alguien como Luis se despidiera haciendo algo útil y ayudando a vidas. Dio su consentimiento.
Le siguieron otras muy efectivas con Fundación Vicente Ferrer -De mujer a mujer, un nuevo modelo de colaboración y solidaridad entre mujeres españolas e indias-; Save the Children y la metodología FutbolNet, la alianza entre la Fundación FC Barcelona y UNICEF que consigue a través del deporte cambiar la vida de niños y niñas que viven en contextos de violencia, discriminación y pobreza o Save the oceans, feed the World, para OCEANA, que fue muy significativa…
Ahora está muy de moda lo de la conservación de los mares, ese apogeo de la sostenibilidad. Cuando lo hice no estaba tan en auge todo este movimiento. Pude, entonces, desarrollar una campaña internacional con el apoyo de algunos de los mejores cocineros del mundo. La idea era transmitir que cada vez hay menos pescados y lo peor es que los métodos extractivos actuales ponen en peligro la supervivencia, el futuro de la vida diaria. Me dejaron un libro que había escrito el CEO de Oceana, Andrew F. Sharpless. Comprobé que la idea que lanzaba en The perfect protein era la clave: el pescado como alimento principal de la humanidad –por su buena accesibilidad y sus propiedades nutritivas– y los océanos como una despensa inagotable si se explotasen de forma inteligente. Lo que dice Andy es que la población crece exponencialmente y a esa gente habrá que alimentarla. Está demostrado que la fuente de proteínas para alimentar al planeta los próximos años no va a llegar ni de origen animal ni de origen vegetal porque no existirá extensión superficie para cultivar tanto. Ni agua para poder regar. Los océanos son la gran despensa para salvar la humanidad. La campaña, además, coincidió con ese momento de relevancia y de fama que viven los chefs, que es tremendamente justa, por otra parte, porque tienen un valor creativo excepcional. A través de Aduriz, Roca y Adrià contactamos con los veinte cocineros más mediáticos de los cinco continentes –entre ellos el ‘Top 10’ de la lista Restaurant–. Se comprometieron a usar pescado más sostenible, de temporada, utilizando técnicas respetuosas con los ecosistemas, apostando por las especies locales…
¿Y qué hacemos con el Mar Menor?
Me duele especialmente, tengo una vinculación personal con el Mar Menor brutal. Mi madre y mi abuela nacieron en Santiago de la Ribera. Me he criado allí. Vivo en Cabo de Palos. Mi relación afectiva con esa laguna es lógicamente manifiesta. Me da mucha rabia saber que esta degeneración es consecuencia no sólo de unas malas prácticas políticas y empresariales, sino del egoísmo y el deseo de crecer a costa de lo que sea. La naturaleza, por otra parte, es tremendamente sabia. Me parece excepcional que la naturaleza haya puesto por sí misma de manifiesto todo lo que hacemos contra ella. Quiero pensar que esto generará un antes y un después, que las empresas, políticos, la sociedad… cambien su actitud. Ha sido una lección que el Mar Menor nos haya escupido sus pescados muertos. Una imagen muy poderosa: te escupo esta realidad para que seas consciente del daño que me estás haciendo. Ha hecho despertar a muchos ante una realidad que era evidente…
La religión es importante en su vida… Recuerdo que su madre comentaba que ya con seis años decía lo de ser misionero. Esa necesidad de ser útil a los demás…
Con el tiempo he aprendido que mi formación académica en un colegio religioso de monjas y, por otra parte, estudiar en la Escuela de Artes y Oficios me ha ayudado en mi recorrido y en mi forma de ser. Aquella Escuela de Artes ya no es la misma. Ha cambiado muchísimo. Por aquella época era un nido de efervescencia cultural, artística… Yo era un niño y estaba rodeado de gente mayor. Se hablaba de política, libertad sexual… había un deseo de aquellas gentes de entregarse de verdad a las disciplinas artísticas, a lo artesanal, gente auténtica, con las ideas muy claras y un sentido humano y comprometido con el arte y la cultura. Por otra parte, en el colegio de monjas había un movimiento cristiano-juvenil que nos invitaba a tener un contacto real con colectivos desfavorecidos. Las cuidadoras nos explicaban las realidades de esos niños maltratados, desasistidos, abandonados, familias que no tenían capacidad económica para cuidar a esos niños… Con 13 años una de las cosas con las que más disfrutaba era yendo, los domingos por la tarde, a cuidar de niños en la Casa Cuna de Cartagena…. Recibí esos impactos culturales y de vida que quedaron grabados en mi mente y, a la larga, he sido consciente de que me han marcado profundamente.
La Humanidad necesita de la religión…
Mira, soy tremendamente respetuoso con las creencias y no creencias de los demás. Tengo una manera muy particular de practicar mi propia religiosidad. Me considero, eso sí, muy espiritual. Creo sobre todo en la bondad, es el gran motor. Efectivamente hay una parte de la iglesia católica con la que podemos ser muy críticos, pero es necesario que la gente conozca que hay una parte muy importante dentro que dedica su vida completamente al prójimo. Y merecen absolutamente todos mis respetos.
Cuando le nombro a Toni Segarra ¿qué le viene a la cabeza?
Conocer a Toni Segarra es una de las grandes fortunas que he tenido en mi vida. Que la vida haya puesto en mi camino al que es el paradigma de lo que decía anteriormente: vincular gente a la que admiras en tus proyectos… Hoy es una de las personas más importantes en mi vida. Gran amigo al que quiero, con el que puedo contar, contarle mis proyectos, con una capacidad de clarividencia para aconsejarme… y que, además, tengamos una relación casi familiar… Soy un tío muy afortunado. Es uno de los grandes publicistas de este país y además una gran persona.
¿Ha cambiado mucho la publicidad desde que usted comenzó como profesional?
Las empresas, entendidas como lugares donde hay talento de comunicación y creativos, cada vez tienden a ser menos escuchadas. Sí, ha cambiado. Antes el cliente era consciente de que el publicista tenía la capacidad para ayudarte a resolver tus problemas. Era alguien que merecía la pena ser escuchado. Hoy en día el cliente tiene demasiado poder respecto al publicista, ha perdido un poco el respeto a ese profesional que sabe muy bien lo que tú necesitas para conseguir tus objetivos. Se está produciendo, entonces, una comunicación muy perniciosa. La agencia, claro, no quiere perder esa cuenta y acaba por aceptar ese cambio de rol. El nivel creativo de un gran número de agencias en este país, actualmente, ha bajado. Es difícil ver anuncios que te impacten, que te agarren desde lo más profundo de las entrañas…
¿Las redes sociales han influido?
Hoy impera el cortoplacismo, ese efecto inmediato. Y, las marcas no se construyen de un día para otro. La buena comunicación se construye a largo plazo. Todas las marcas a las que admiramos –Nike, Apple, Ikea…- han construido su personalidad a base de largo recorrido y a base de coherencia. En la actualidad, pocos lo entienden. Erróneamente cambian constantemente de concepto, de agencia. Con ello lo único que consiguen es que el cliente se pierda. Careces de una personalidad concreta. Las marcas que triunfan son las que dejan trabajar a la agencia con libertad durante el tiempo que sea. La agencia, por un lado, sabiendo dar su lugar al cliente y el cliente, por su parte, al profesional de la publicidad. Detrás de una buena campaña siempre hay un buen cliente que sabe muy bien qué necesita y cuándo hay que confiar ciegamente en una idea. Hoy se invierte más en redes sociales, cada vez todo es más efímero, es ese efecto viral mal entendido.
Tras tanta experiencia vivida, ¿ha descubierto, al menos, qué hace el ser humano en este mundo?
Nadie decide venir a este mundo, para empezar. Lo importante es que, una vez que estás aquí, entiendas para qué, pero eso sólo lo logras cuando te conoces bien a ti mismo y cuando entiendes muy bien el mundo que te rodea. Yo hace relativamente poco que he entendido para qué estoy en este mundo. Es un proceso al que cada uno de nosotros debe llegar con el fruto de los años y, además, creo que es una respuesta que mucha gente no llega nunca a alcanzar. Creo que todos tenemos aquí nuestro cometido, pero para averiguarlo primero tienes que hacerte las preguntas adecuadas. Recuerdo que Ferran Adrià hizo justo esto. Junto a Toni Segarra creamos Auditando el proceso creativo porque Adrià se obsesionó con intentar encontrar respuestas que le ayudaran a entender qué había hecho en El Bulli durante esos últimos treinta años para lograr ese impacto a su alrededor. Ese proceso de autoauditarte me parece fundamental. Mira, hago 4.500 kilómetros al mes. Imagínate, yo solo, en mi coche, tantas horas me da para pensar mucho. Analizarme es casi como mi propio yoga. Y llego a la conclusión de que ayudar, la labor que estoy haciendo, es el motor de mi vida; la sensación de arrimar el hombro y auxiliar es lo más gratificante que existe…
Y siempre con bondad…
Es la única manera de establecer un equilibrio entre los miles de millones de personas que somos. La desigualdad, a corto plazo, conlleva aspectos muy negativos; y a largo plazo, catastróficos. La única manera de conseguir que el mundo no se extinga como consecuencia de esos enfrentamientos, de esas desigualdades, es intentar que cada uno de nosotros seamos conscientes de que formamos parte de una red en la que todos estamos conectados. Tienes que ser consciente de qué posición ocupas y saber que a tu alrededor existen personas con las que tienes que establecer una conexión. La gente está muy desconectada y eso hace que la red esté fallando. Cada uno tiene que saber canalizar esa ayuda, tener ese deseo de ayudar es lo importante. Y cuando no tienes ese deseo de ayudar al prójimo… eso sí que es muy preocupante…