Hay una sociedad que se impone, no una sociedad espontánea, libre e ideal, y que se dirige por juicios de valor. De parte, por supuesto. Una sociedad democrática, se dice para homologarse, que promueve la invalidación de un pasado selecto y de los juicios de valor contrarios. Hay una revista, la revista Time nada menos, que ha elegido como persona del año (personas del año, dos, en este caso) a Joe Biden y Kamala Harris. El año pasado fue la niña Thurnberg la elegida por Time, que ya debe de ser o ya debía de ser una mujer entonces. Son personas del año al menos curiosas con la cantidad y calidad de personas del año posibles.
El otro día les puse a mis hijos en la televisión El libro de la selva, la película de Disney de 1967, y antes de que comenzara me encontré con el siguiente mensaje de Disney: “Este contenido incluye representaciones negativas o contenido inapropiado de personas o culturas. Estos estereotipos eran incorrectos entonces y lo son ahora. En lugar de eliminar este contenido, queremos reconocer su impacto nocivo, aprender y fomentar que se hable sobre él para crear entre todos un futuro más inclusivo. Disney se compromete a crear historias con temas inspiradores y motivadores que reflejen la gran diversidad de la experiencia humana en todo el mundo”.
Disney nos dice categóricamente qué es negativo e inapropiado. Disney señala los estereotipos incorrectos y reconoce un pasado nocivo en favor de “un futuro más inclusivo”. Después de adelantar y asegurar Disney a todo el mundo que ahora su propia película, El libro de la selva, es una aberración de la cual quiere fomentar que se hable (no de la película sino de la aberración), decidí volver a verla con gran curiosidad, dispuesto a encontrar todo lo monstruoso que en este tiempo no había sabido ver. Pero no lo encontré. Yo no vi nada negativo, ni incorrecto, ni nocivo. Lo que sí vi fueron usos y costumbres, hechos, frases, concepciones, ideas propias de 1967, que fue un año del siglo XX.
Si uno lee, por ejemplo, Guerra y Paz, descubrirá usos y costumbres, hechos, frases, concepciones e ideas propios de 1869. Eso es diversidad histórica y cultural. O cultura, simplemente. Una diversidad que para Disney no debe reflejarse. Es incomprensible la matización de Disney, la declaración de principios, salvo por una redirección en la que haya decidido actualizarse. Yo no vi nada negativo, ni incorrecto, ni nocivo en El libro de la selva sino la manifestación de su época. Lo que sí vi, o descubrí, es que lo aberrante para mí no es el contenido del que Disney reniega sino el propio reniego que esa sociedad democrática, presente en Disney, no una sociedad espontánea, libre e ideal, impone. Me gustaría ver El libro de la selva sin prefacios, como había hecho hasta ahora, para discutir y preguntarme por esta película sin condicionamientos ni aleccionamientos previos.
Es llamativo que El libro de la selva sea considerado un contenido negativo, inapropiado, incorrecto y nocivo frente a la multitud de ejemplos que seguramente a usted, lector de este artículo y de Time y espectador de Disney, le vienen a la memoria, y que la sociedad dirigida, no una sociedad espontánea, libre e ideal, no considera negativos, inapropiados, incorrectos y nocivos para su sorpresa, o sí. Dicen que la meta, el objetivo, es lo «inclusivo», por ejemplo, cuando, más allá de (o contra los) conceptos de parte, el objetivo debe ser la libertad. La que tiene Disney para denigrar (cualquiera diría que al dictado) sus propias películas, la que le permite a Time elegir como personas del año a Joe Biden y Kamala Harris, o la que me permite a mí pensar y decir que ambas cosas, por no extenderme mucho, me parecen un espanto.