……EL LOBO QUE RONDA LA ALDEA
Sábado de la tercera semana de marzo
Salgo de casa. Por las escaleras
bajo a echar la basura. En un rellano
me cruzo con una mujer que carga
dos bolsas de la compra. No le ofrezco
ayuda. Nos miramos brevemente,
luego nos apartamos por instinto
y en silencio seguimos caminando.
Ella sabe y yo sé que ambos tememos
que el otro tenga el virus, que me toque,
me tosa o, aún peor, me necesite.
Hasta hace diez días el miedo estaba
allá, tan lejos que no lo veíamos,
tanto que era posible confundirlo
con la normalidad, o el humo leve
de las hogueras tras el horizonte.
Pero estaba: en el muro del estrecho,
la miseria de lueñes poblaciones,
los conflictos que sacan la cabeza
entre las aguadillas del olvido.
En estos meses vamos a mirar
al miedo cara a cara, no al soslayo.
Está aquí, con nosotros, en la casa.
Tendremos, algún día, que vencerlo,
compartirnos (tocarnos, abrazarnos)
cual la lluvia comparte su albedrío.
Entonces, ebrios de calor y dicha,
propongo, hermanos, no olvidar el miedo,
ir a buscarlo allí donde prospere
(campos de refugiados, sequedales,
guerras, fronteras) y acabar con él.
Ir hasta el último confín del mundo
y escupiéndole en el semblante al miedo
abrazar hasta la última persona.
Gonzalo Sánchez-Terán