Hubo un tiempo en el que algunos cafés de la capital duraban sólo un día, con la misma rapidez con la que abrían, cerraban, eso sí, su ciclo vital, aunque corto, era intenso: allí se reunían los cantautores a guitarrear hasta que llegaba el alba. “Hace años, cuando empecé, se notaba una efervescencia especial, quedábamos para tocar, hacíamos la fiesta de la primavera, homenajeábamos a Silvio… En los cafés se hablaba mucho de música, creo que ahora los músicos hablan más de lo que pagan”, cuenta Ismael Serrano mientras recuerda lugares que hoy ya no existen: Nuevo Juglares, donde coincidió con Bebe, Quique González o Rafa Mora; La Taberna Encantada, Carambola…»Muchos bares han ido cerrando porque no se cuida esta cultura”, denuncia Rafa Mora, que junto a Moncho Otero ha ido errando por distintos locales de la capital, entre ellos el mítico café Libertad. “Toco en Libertad, en Galileo Galilei, también lo he hecho en Joy Eslava, junto a Marwan. ¿El sitio más extraño de Madrid donde he tocado? En una despedida de solteras y antes de que preguntes te diré que no salí de ninguna tarta ni llevaba tanga de leopardo”, rememora Luis Ramiro. “En El perro de la parte de atrás del coche, Arte Bar, Silikona son algunos de los locales donde he dado conciertos”, cuenta el madrileño Aitor, de nombre artístico Gata.
Los cantautores
Llegados a este punto conviene quizás invitar a los protagonistas de esta historia a presentarse: “El cantautor es como el trovador de nuestro tiempo”, comenta Moncho Otero, que ha musicado junto a Rafael Mora a poetas como Gloria Fuertes, Ángel González… “Parece que es una marca obsoleta. El cantautor en el fondo es un tío que canta su vida”, dice Mora. “Para algunos el término es un estigma: el cantautor es una figura muy significativa en los 70, es el altavoz de un sentir social. Después llegó La Movida que fue el destape de una olla a presión, una época de frivolidad, y pagaron justos por pecadores, algo que no ha sucedido en otros países. A los cantautores se les identifica con la resistencia, con una etapa a olvidar. En España todo lo que tenga un tufillo ideológico es mirado con escepticismo y visto con unos prejuicios jodidos. Le pasa al cine: Fernando León hace Los lunes al sol y tiene que dar el doble de explicaciones. La canción de autor es un género como otro que ha aportado la mayor parte de las canciones más hermosas que todos tenemos como referencias”, defiende Serrano.
Cierto, basta pensar en algunas composiciones de Serrat, Silvio, Aute… Ser artista no es sencillo, pero, dentro del abanico de géneros musicales, el cantautor es, quizás, quien lo ha tenido y lo tiene más difícil. Sus trayectorias vienen a ser algo así como carreras de fondo en las que van, guitarra al hombro, de local en local, de pueblo en pueblo, de país en país. Caminando fui lo que fui, que cantaría Silvio: “Nunca me han puesto en radios comerciales, así que el único camino que tengo son los directos, el boca a boca, componer muchas canciones para variar todo lo posible el repertorio”, explica Ramiro. “Además, ahora está más complicado acceder a los grandes medios de comunicación: hace 20 años habría sonado en las radios, ahora no, sólo queda seguir tocando y sumando gente poco a poco. A veces puede desesperar, pero si estás convencido, y yo lo estoy, sigues adelante”.
“¿Los principales problemas a los que nos enfrentamos? La poca difusión de esta música por parte de las radios y los prejuicios que hay alrededor de este género”, según Marwan. Serrano corrobora esta visión: “Ahora lo tienen más jodido que cuando yo empecé, no sólo acceder a las discográficas, sino a los medios. En mis inicios había radios que ponían esta música, incluso Los 40 apostaron por Tontxu. Había fisuras, espacios por los que colarse. Hoy por hoy no suenas en ninguna radio ni yo ni cualquiera que empiece con lo cual ser cantautor es de una heroicidad admirable. Habrá quien diga que está Internet, pero el caudal de información es tan grande que te pasa por encima”. Aunque las nuevas tecnologías ayudan, o eso afirma Mora: “La Red te permite darte a conocer. La tecnología es la gran diferencia con respecto a hace unos años, no sólo para grabar un disco sino para darse a conocer”, explica. Actualmente lo de grabar un disco está a la orden del día: “En mis inicios grabarlo sonaba lejanísimo”, recuerda Serrano.
Los canallas
Otra etiqueta que se atribuye al músico y de la que a muchos les gustaría zafarse es la de ser un vividor. “Estoy hasta las pelotas de que a los músicos se nos presente como unos vividores que no trabajamos, como si esto no fuera un trabajo”, dice Serrano. “A la gente le gustan los artistas, pero les ven como unos golfos, sobre todo aquí en España. Éste es un rojo, un titiritero… Si no vives de ello a veces es mejor esconderlo”, analiza Mora. Pero, ¿se puede afirmar que el cantautor es canalla? “Es noctámbulo, vive con intensidad pero se mitifican muchas cosas de la noche, de los bares. Se tiene la sensación de que la gente es más interesante por la noche y el cantautor tiene la sensación de que va de safari, como si fuera a vivir cosas especiales que luego plasmará en las canciones. Es verdad que el cantautor es sensible y que sabe encontrar la estética de la derrota que tiene la noche, porque hay mucho fracaso en la noche. Al mismo tiempo, la noche es cojonuda y es verdad que los peores antros a las peores horas están llenos de la mejor gente”, analiza el de Vallecas.
“El canallismo no necesariamente es una práctica dañina, hay elementos en la noche que pertenecen a la negrura y la perdición. Se trata de ser fiel a una vida, la forma es lo de menos. El canallismo puede llegar a ser elegante”, afirma el gallego Andrés Suárez, otra voz asidua de Libertad. “Ahora ya no salimos tanto, pero antes sí que exprimíamos la noche, con las charlas y los amigos. La conversación como base, de lo divino y de lo humano”, cuenta Mora. Para Otero, el mundo canalla es muy acogedor: “El canalla no tiene límites, el canalla te arrastra, cuenta con buenas habilidades sociales. En el bar a veces te sientes como en el salón de tu casa”.
Canción para un viejo amigo
“Uno va a los bares huyendo de sí mismo, pero cuando vuelve a casa se da cuenta de que se está esperando despierto…”. Eso dice Canción para un viejo amigo, de Serrano. “A veces el canalleo es pura pose” -continúa el cantante-. “De noche uno se desinhibe más porque por la noche te visitan los instintos más primarios, quizás por eso también somos más creativos. La noche es irreal en el sentido de que no estamos atados a las rutinas del día, por eso mentimos más, nos inventamos incluso un personaje. Y al ser más vulnerables, también bebemos más, porque la bebida es una huida”.
Cuantos ríos de tinta se han dedicado a la noche, a su magia y a sus miserias: “Existe toda una mitología en torno a la noche: fantaseamos con que vamos a conocer a gente genial, acudimos a los peores sitios creyendo que vamos a encontrar al drogadicto intelectual, a la puta ilustrada, al perdedor romántico. Y, ¿sabes qué pasa? que a veces vas de safari por la noche creyendo que va a descubrir todos estos animales mitológicos y un día te miras al espejo y te das cuenta de que perteneces a esa fauna, que eres parte del mobiliario de los bares a los que sueles ir”, dice Serrano.
Vale, pero, ¿qué bares son esos? “Mi preferido es el Gris, en Chueca, cerca de Libertad 8, por cierto. He aprendido más allí que en mis años de universidad”, afirma Ramiro. “Para mí el sitio más canalla de Madrid es el Tony 2, un piano bar donde la gente se lanza a cantar coplas y clásicos de la música española. Un lugar lleno de náufragos… Allí hacen unas salchichas al vino a las cinco de la mañana que te mueres”, detalla Marwan. Otero suscribe lo del Tony 2 y añade que “el canalla es canalla en cualquier lado”. “¿Un sitio donde ser canalla? Todo Madrid, esta ciudad tiene la noche más efervescente que he conocido”, finaliza Serrano.
Y con éstas se cierra de nuevo el círculo y volvemos a la nocturnidad, con sus bares, sus borrachos, su magia, sus miserias y sus canallas, tengan o no guitarra al hombro.
Así se hizo
No era hora canalla, ni los vasos contenían whisky o ginebra. Tan sólo muchos cigarrillos, consumidos sobre todo por Ismael Serrano, fumador compulsivo. Las fotos de este reportaje se hicieron en Libertad 8, uno de los locales cuna de cantautores de la capital. Y se hicieron un día festivo entre semana, no imaginen los lectores una hora intempestiva, eran simplemente las siete de la tarde. Algunos llegaron puntuales, otros se disculparon por el retraso y los hubo incluso que, según llegaban, se tumbaron en el fresco suelo del local, no víctimas de la juerga de la noche anterior sino de una bajada de tensión…. Cosas de los calores del verano.
Nadie trajo guitarra, pero afortunadamente en el local había un piano. Nunca el fotógrafo tuvo que luchar tanto para que se le prestara atención: aquello más parecía una reunión de amigos que una sesión de fotos para una revista. De eso se trataba, de lograr la complicidad entre los protagonistas y no hubo que pelear en absoluto para conseguirlo, todos eran compañeros cómplices de canciones, músicas, series de televisión y, a buen seguro, de muchas juergas.
Que nadie piense que estos chicos son unos balas perdidas. Más de uno criticó el recurso periodístico que adorna el titular de este reportaje, la palabra canalla, que definimos como un romántico, que vive de noche y duerme de día, cuyas rutinas nada tienen que ver con las del oficinista, el canalla que teme las raíces y que va destrozando corazones.