Henri Matisse descubrió la explosión de colores, la naturaleza exuberante y la sensualidad de Oriente en la Expo de 1890, entre los pabellones de Turquía, Persia, Marruecos, Túnez, Argelia y Egipto. El pintor llegó a afirmar que “lo arabesco forma parte de mi concepción del cuadro”. En Roma acogen este mundo árabe en la exposición Matisse. Arabesque, con pinturas, dibujos, máscaras, telares o mosaicos, venidos de Oriente y en los que el pintor se inspiró. La muestra recoge la mezcla de motivos geométricos y laberínticos del arte vanguardistas y que Matisse alteró en el sentido de las proporciones, seducido por la magia del cuerpo femenino de las odaliscas.