Unas 85 personas se han suicidado recientemente en la India por no poder hacer frente a pequeñas deudas que habían contraído al amparo del popular programa de microcrédito existente en el país. En algunos casos el montante global de lo adeudado era de 250 euros. El suicido de campesinos no es infrecuente en la India, pero la extensión de la práctica por la inminencia del pago de unos créditos que están concebidos para ser honrados sin apuros ha originado una polémica política. No es el único país en que la institución es cuestionada.
Los microcréditos fueron creados en 1983 por Mohamed Yunus, que recibiría en el 2006 el Premio Nobel de la Paz por su feliz iniciativa. La idea era conceder préstamos, a veces de un monto tan reducido como 60 euros, a bajo interés para que gente modesta pueda iniciar un pequeños negocio, compra de una bicicleta para repartir leche, material para construir cestos, un pequeño horno para hacer pasteles… El proyecto ha tenido un espectacular desarrollo. En Bangladesh, país natal del fundador, hay más de 8 millones de beneficiarios, en la India más de 25 millones…La iniciativa se ha extendido a muchos países, México, Colombia, Guatemala, NIgeria… Últimamente ha llegado incluso a Nueva York.
Los abusos no han tardado en llegar. Prestamistas que aprovechándose de la fama del microcrédito prestan a intereses abusivos, sociedades que cotizan en bolsa con la finalidad obvia de ganar dinero y que quieren obtener lógicos y prontos beneficios… El cuestionamiento final ha llegado con un reportaje de la televisión noruega, país modelo en la dedicación de recursos para ayuda al tercer mundo, en donde se llegaba a decir que fondos proporcionados al Grameen Bank fundado por Yunus estaban siendo utilizados indebidamente.
Yunus sostiene de manera creíble que la idea del microcrédito es rehén de su éxito y que al calor de la misma han surgido usureros desalmados que perciben intereses inauditos o que conceden un segundo o tercer préstamos a personas angustiadas asfixiándolas económicamente. En la India, por otra parte, el microcrédito se ha politizado. El gobierno ha fundado una Agencia para concederlos que ha entrado en competición con las instituciones micro financieras(MFIS) creadas al amparo del proyecto de Yunus. En alguna provincia, así como en la de Punjab en Pakistán, políticos locales han hecho demagogia diciendo a los pequeños agricultores que no honraran sus créditos si los consideraban abusivos.En Bangladesh, política de nuevo, el primer ministro llegó a acusar a Yunus de “chupar la sangre de los pobres”
El fundador ha sido completamente “absuelto” por el gobierno noruego. Una investigación oficial del gobierno de Oslo concluyó en diciembre que el “banco Grameen ni habia desviado fondos ni los había utilizado para fines inadecuados” Iba más allá al afirmar que “Grameen es quizás el proyecto de desarrollo que tiene mayor éxito en el mundo”.
Yunus sostiene que políticos de su tierra, celosos quizás de su fama, han tratado de emponzoñar su idea vertiendo acusaciones peregrinas a periodistas o figuras extranjeras. Su fe en su iniciativa permanece incólume: cree que la mayor parte de los seres humanos tiene capacidades emprendedoras y que sólo hay que darles la oportunidad, con un modesto empujón financiero, para que las desenvuelvan. Cita miles de casos, la compra de dos cabras o de una docena de gallinas para salir adelante que han cambiado vidas. Nimiedades que aquí nos parecen ridículas pero que parecen funcionar en muchas ocasiones. La gente de Yunus ha descubierto que las mujeres son las receptoras ideales de esos créditos, “son más prudentes”, dice él, “en la elección de su actividad y tienen una visión más a largo plazo”. Los hombres buscan la ganancia inmediata. No es raro que en Bangladesh 97% de los clientes sean mujeres y en otros lugares tan dispares como Guatemala o Nueva York el porcentaje llegue al 100%