Es una de esas tardes todavía calurosas y agradables del mes de octubre. Trescientos coches tocan el claxon fuera, al lado de un hospital, porque sí, porque los tullidos que bajan en camilla de la ambulancia solo se han lesionado para molestar, porque si uno, aún encima de vivir en un país de mierda, ya no puede ni tocar el claxon ni matar a la gente que le queda…
Un colega libanés ha pedido en Facebook a sus amigos que le recomienden alguna lectura. Con espíritu budista yo me preparo una tila, me siento en el sofá con gesto sádico y hago una lista mental de las joyas literarias que con toda seguridad me voy a encontrar.
No falla. Alguien sugiere a Dan Brown como autor de grandes libros, no sabría si darle el beneficio de la duda al autor del comentario. Brown, en efecto, con esas portadas gigantes en rojo que ocupan tanto espacio en los mostradores hace libros grandes. Quién se ha llevado mi queso, aconseja otro desgraciado sobre una de esas soberanas mierdas destinadas, supuestamente, a cambiarte la vida y que al final solo te la joden y llenan de aburrimiento. Vaya cabreo me pillé yo sola leyendo ese libro en una época en la que te hacían creer que estudiando un máster igual le parecerías a alguien menos gilipollas. Un cuento sobre ratones, con ausencia de cualquier tipo de frases subordinadas y sentencias de no más de 6 palabras por si algún lector sufría un derrame cerebral leyéndolo, para llegar a la conclusión de que en la vida maricón el último y el que venga detrás que se joda.
La siguiente propuesta es El monje que vendió su Ferrari. Una fábula de autoayuda, para el editor sobre todo, que hace recordar al lector más bobo que la felicidad lo es todo. Como si hubiera alguna diferencia entre ir por ahí todo el día aparentando felicidad, estrangulándola con una sempiterna sonrisa, y ser un completo psicópata. Buceo en google y como me temía nadie a quien le importe su reputación se toma la molestia de comentar el libro si bien, algunos lectores entregados elogian la sencillez de su lenguaje lo que solo se puede interpretar de una única manera: Esto es para usted, deficiente, lo máximo que puede llegar a entender. Leo entre el sofoco y el descojone una de las citas memorables del libro, “Atrévete a desempolvar tus sueños”, mientras me entran ganas de salir al balcón y gritar tirándome de los pelos: “Dejad de ayudarme, coño”.
No podía faltar Pablo Conejo. Siempre en el Top Ten de mierdas que le gustan al autoproclamado intelectual libanés. Y yo me pregunto, ¿por qué a esta gente que lee a Coelho no se la puede llevar a la tele para que sean motivo de mofa y escarnio?, ¿por qué los del Estado Islámico no amenazan con seguir degollando periodistas hasta que salga Pablo Conejo reconociendo que la vida también puede ser una mierda…? Tú le dices a cualquier libanés que para conseguir sus metas hace falta trabajo, esfuerzo, dedicación y te manda a tomar por el culo, si no te quema el coche, para que luego aparezca el pelagatos éste proclamando que el mundo conspira a tu favor si pones todo tu empeño y pasión en tus sueños y la chusma se corre encima.
Las 50 sombras de Grey… hombre… ya las echaba en falta, esta vez recomendadas por una zorra encorsetada en un vestido condón rosa con abalorios colgantes. Personalmente no me he leído las fantasías sexuales de la vieja que lo escribe pero por lo que me han contado me imagino al prota todo buenorro, todo cuadrado, forradísimo, con ese mentón masculino de te voy a destrozar to´el coño en mi helicóptero, con un cipote enorme, follándoselas a todas porque es mazo sexy, y entonces conoce a la Anastasia, que es muy dulce y muy ingenua, y luego resulta ser una zorra de cuidado, y el Grey, que viene con más accesorios que la Barbie, empieza a sacar grilletes y fustas y cinturones con pinchos de debajo de la cama, porque de niño lo violaban o lo llamaban tonto en el cole, por eso necesita castigar y se comporta como si fuera el puto amo del chiringo. En el fondo solo está buscando las 50 luces que le faltan, de ahí el título con las sombras. Para despistar.
No sé… cuando creía que la cosa no podía ir a peor sale un tal Johnny, en el Líbano tenemos muchos Johnnys, apostando por La enciclopedia de bodybuilding moderno. Dice el tío orgulloso que fue su primer libro de bodybuilding. Yo me trago una bolsa de cacahuetes de vez sin respirar y escribo mi aportación: Leed a Cioran si tenéis cojones.