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Mientras tantoEl mundo es un gran narcopiso

El mundo es un gran narcopiso


La producción envidiable sobre el lumpen madrileño de Iñaki Domínguez sigue a buen ritmo y como muestra es este San Vicente Ferrer 34. Pieza teatral constreñida por el tiempo -casi podría decirse que la amenaza de la policía se cierne sobre este comercio ilegal- ficcionaliza las conversaciones del autor con varios empresarios del paraíso artificial en un piso céntrico de Madrid.

Los instrumentos de tortura mental

Es una obra, así, cheli con algunos modismos de la capital y también con el choque entre gente relativamente convencional. Esta, el autor y su amiga, parlotean con una miríada de personajes que han convertido a gran parte de esta ciudad en sonámbula. Para algunos lectores, quizá, falte más violencia en algo que resulta una evocación nostálgica del tiempo de esa hoz y el martillo que eran la jeringuilla y la cucharita.

La memoria de los protagonistas, así, se entrelaza con la reconstrucción de varias décadas donde se evocan los club con planta dedicada a los camellos -impensable en la actualidad- o los famosos que hacían su particular “tour” por estos barrios como escape de sus apacibles existencias. Antonio Flores, la heroína iraní, las cárceles, sobrevuelan muchas páginas de una memoria oculta, en cierto sentido abolida, de lo que fue un comercio ilegal bastante lucrativo.

“Lo que más me jode es que nos gastásemos los millones que robábamos en putas, farlopa y fiestas en Valencia. Si llegamos a invertir ese dinero en comprar pisos aquí, ¡el barrio sería nuestro! (…) Malasaña en aquellos años era una puta mierda”.

De todos los personajes, evidentes trasuntos de figuras reales, destacan los monólogos de un tal “Antoine” (chamán de otros tiempos). Fuera de sus contemporáneos, alejado de las pastillas y narcóticos, da las claves para entender el drama de un mundo que se extingue:

“Yo nunca he sido atracador de viejas. En esa época nos llevábamos entre ocho y nueve millones de presentas, troco. Me gasté todo en drogas y en juergas. Yo podría haber sido rico. Y aquí me tienes, fumando coca en el barrio (…) Esa gente, que anda siempre drogada con el móvil, que se drogan de todas las maneras posibles; que prueban sus vicios y condenan los nuestros…Pero ¡si el mundo es un gran narcopiso!…”.

 

«Que te meto un meco»

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