En árabe saudá/sawdá significa literalmente atrabilis, la negra bilis de los atrabiliarios de carácter. Hace referencia a la ennegrecida sangre estancada en el corazón y, figuradamente, a un sentimiento de profunda e inexplicable tristeza. Su étimo está emparentado con aswad, “negro” (de donde procede también la palabra Sudán, de Bilad as-Sudan, “el país de los negros”). En el sistema humoral árabe, heredero del griego, el color negro es el emblema de la melancolía y la saudá/sawdá es un achaque (un arabismo, como alifafe) del hígado o de la vesícula biliar que tiene como síntoma una amarga y melancólica tristeza. La advocación de la gran enfermedad barroca europea era el dios Saturno. Y Robert Burton le dedicó su Anatomía de la melancolía y un servidor, en otro registro más municipal, le dio su nombre a su blog: La morada de la melancolía.
Si hay una palabra de la lengua portuguesa de alcance universal esa es saudade. No está clara su etimología. Hay escuelas de opinión enfrentadas con la misma pasión con la que los portugueses viven las polémicas sobre su cultura o su lengua (hace poco hubo un conflicto muy serio en Portugal debido a una timidísima reforma para poder alcanzar una convergencia con el portugués de Brasil). En el Dicionário de José Pedro Machado el étimo de saudade es el latín solitate, “soledad”, de lo que resulta que ese estado de ánimo es un tipo de soledad o de aislamiento o que es provocado precisamente por la soledad. Sin embargo, otras etimologías apuntan a la herencia árabe del portugués. Como nos recuerdan Klibansky, Panofsky y Saxl en su estudio clásico sobre la Saturno y la melancolía, la expresión saudāwī mizaj procedente del sistema humoral Yunani (“griego”, de Hipócrates a través de Avicena) significa tanto “temperamento negro” como “melancolía”. No está probado que la palabra saudade venga de saudá/sawda, pero la cosa se pone muy interesante cuando descubrimos que en turco y persa se tomó como préstamo del árabe la misma noción y se llama a la pasión y al enamoramiento sewda. Aunque en el Dictionaire des intraduisibles ostente su lugar saudade y no aparezca el mismo intraducible término que nombra al morbo balcanicus, la sevdah, el significado de esta palabra es idéntico al de la saudade portuguesa y a partir de la Bosnia otomana llegó a la mayor parte de las lenguas balcánicas. La sevdah además de ese sentimiento de nostalgia indefinible hace referencia también al mal de amores y al amor no correspondido. Para rizar el rizo, en la región balcánica, además de un temperamento denominado karasevdah, que es pura tautología, pues significa (en turco) “negra atrabilis”, existe un género musical muy popular llamado la sevdalinka, que es a la sevdah como el fado a la saudade. De Portugal a los Balcanes, la Morada de la Melancolía.
Josiah Blackmore ha hablado de “la imaginación épica” del poeta nacional de Portugal, Camoẽs, en Os Lusiadas, su epopeya sobre las empresas de África y del Índico. La alteridad absoluta que era África para los portugueses, su horizonte y su verdadera frontera, estaba simbólicamente representada por su color: el negro. Y la negrura y la melancolía colmaban el ánimo de los marinos portugueses que circunnavegaron el Continente Negro y llegaron al Cabo de Buena Esperanza, con La India en el horizonte. Esplendor de Portugal.
Winston Churchill utilizaba la expresión inglesa “perro negro” (Black dog) para referirse a sus periodos depresivos. La expresión tiene larga raigambre en la lengua inglesa (Samuel Johnson, Walter Scott, Stevenson, Conan Doyle) y se hace eco de un topos grecorromano que encontramos en Teofrasto y Horacio: la depresión como un perro negro. Y negro era y es el sol de la melancolía. “Mi única estrella ha muerto y mi laúd lleva el sol negro de la melancolía”, afirmó Gerard de Nerval. El Capitán Alatristre dejó este epitafio a propósito de Flandes, el Vietnam de la Monarquía Hispánica: “Cuando Dios nuestro señor creó a Flandes lo alumbró con un sol negro, un sol hereje, que ni calienta ni seca los huesos. Flandes es el infierno.” El sol negro de la melancolía.