Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Mientras tantoEl Nobel y Ladbrokes

El Nobel y Ladbrokes

La historia no tiene libreto    el blog de Joseba Louzao

El premio Nobel de Literatura se ha convertido en uno de los catálogos literarios más polémicos y denostados de nuestro tiempo. Al intentar congraciarse con la diversidad geógrafica y lingüística, los académicos suecos se han permitido excluir de su nómina a algunos de los principales escritores de la literatura contemporánea universal. Los lectores aún se preguntan sobre los motivos que justifican el olvido de clásicos indiscutibles como Nabokov, Joyce, Ibsen o Pérez Galdós. A pesar de estas graves omisiones, el Nobel sigue gozando de un crédito inagotable porque el ritual cortesano de la entrega, la generosa retribución en metálico y la notoriedad transitoria del ganador alimentan los sueños de muchos candidatos y de sus respectivos editores.

Siendo justos, tampoco se puede obviar la dificultad que conlleva señalar “la obra más sobresaliente de tendencia idealista dentro del campo de la literatura”, tal y como fue el deseo particular de Alfred Nobel. Pero desde sus inicios, y por encima de las virtudes de los premiados, descuella el pancismo estratégico de los responsables del premio. De esta forma, un idealista León Tolstoi fue desdeñado como candidato por sus controvertidas opiniones políticas. Una politización excesiva del jurado que favoreció décadas después la extravagante elección de Winston Churchill, quien nunca sobresalió por su contribución a las letras universales. Los criterios esgrimidos en este sentido han sido tan confusos, alterables e incomprensibles que la Academia Sueca ha conseguido discrepar hasta consigo misma. Por ejemplo, mientras a Borges se le negaba el galardón por su supuesta cercanía a las dictaduras latinoamericanas, las odas al camarada Stalin de Pablo Neruda no eran un obstáculo para que lo recibiera en 1971. Sin embargo, la distinción anterior había recaído en Alexandr Solzhenitsyn, paradójicamente un autor perseguido por las propias autoridades soviéticas.

Por todo ello, las casas de apuestas descubrieron hace tiempo el filón de esta lotería cultural. En la actualidad los periodistas sólo tienen que analizar las fluctuaciones de Ladbrokes si persiguen elaborar una informada quiniela para el Nobel de Literatura. No es que desdeñen a los especialistas, es que éstos no pueden esclarecer el potencial fallo de la feria mediática escandinava. Y cada año durante unos días, como consecuencia del secretismo y las filtraciones, la literatura se codea con partidos de Champions y carreras de galgos. Quizá ahí resida el prestigio al que apelan los valedores de un premio que este año ha elegido a un estimable poeta sueco que ha sido publicado en este mismo proyecto. Con todo, los aciertos del Nobel siempre son oscurecidos por sus periódicos e injustos errores.

Más del autor

-publicidad-spot_img