La exposición The Eye Is Not Satisfied with Seeing (El ojo no se conforma con ver), de la pintora estadounidense Jennifer Packer, en el Whitney Museum, fue una muestra maravillosa que constituía un avance en el arte figurativo. Packer estudió en la Tyler School of Art, en las afueras de Filadelfia, y en la Universidad Yale, donde realizó su máster en Bellas Artes. En la actualidad, vive en Nueva York. Su arte, a menudo sobre sus amigos, combina unas respuestas a base de rotundas pinceladas –aplicadas libremente, pero precisas– a personas que conoce y los entornos donde las encuentra. Sus cuadros florales, ampliamente expresionistas, pueden ser al mismo tiempo maravillosos estudios de la belleza de las flores, y en especial de su color, así como una conmemoración de las mujeres negras asesinadas por la policía. Packer no solo se ve como una artista que trabaja con la figuración, sino también como una artista política, y es cierto. Sin embargo, los prejuicios y la violencia que se imponen constantemente a las personas de color en todo Estados Unidos no aparecen como un retrato real en las pinturas, sino como un trasfondo que impregna el lirismo de la sensibilidad de la artista. Estas pinturas son elegías con la intención de recordar los perturbadores sucesos de la historia del Estados Unidos negro, además de ser excelentes ejemplos de arte, basados en la complejidad y en la brillantez de su mano.
Ver esta exposición en Nueva York, donde el expresionismo lírico aún mantiene un importante papel, es volver a ser conscientes de la capacidad del arte figurativo para representar a la persona y otros temas reconocibles de formas que hacen justicia al pasado. En el caso de Packer, tenemos un pasado plagado de agresiones raciales, un pasado que se extiende hasta el presente y que muy probablemente continúe en el futuro. Por tanto, la memoria de Packer está dirigida hacia las vicisitudes, de ayer y de hoy, de la cultura afroestadounidense. Al mismo tiempo, replantea con brillantez temas de carácter tradicional. ¿Qué podría ser más tradicional que un cuadro de flores? Las densas pinceladas de sus composiciones florales se vinculan, de hecho, con el importante movimiento estadounidense del expresionismo abstracto –que ahora sería mejor considerar como un acontecimiento histórico–, al igual que las obras están dedicadas a un realismo que alude a la vida contemporánea. La complejidad del arte de Packer tiene que ver con un realismo desarreglado donde la impresión general de la composición es tan importante como sus detalles, que tiende a estar pintado de forma expresiva. Esto no quiere decir que la obra sea compleja en exceso, por su tema o por su tratamiento, sino que las gotas y las incipientes extensiones de la pintura, junto con las aproximaciones a la figura, más bien parciales, crean un ambiente en el que nada parece asentado.
Debido a que Packer no representa la violencia directamente, solo podemos decir, a partir de los textos en las paredes, qué podrían representar ciertos cuadros en términos políticos. Al renunciar a la representación de la violencia directa, Packer puede concentrarse en el ambiente y la forma. Sin embargo, en sus comentarios es en gran medida una artista política. De forma memorable, ha dicho: “Nosotros pertenecemos aquí”. En los retratos de sus amigos, destacan sus inusuales habilidades técnicas, tanto en el dibujo como en la pintura. El ambiente es el de una representación velada y una fuerte emoción. Los cuadros ilustran la historia social y también la personal, prestando atención a vidas que, normalmente, son vividas bajo presión. A pesar de los fragmentos abstractos, se ha de considerar a Packer como artista figurativa. Ahora que la abstracción lírica tiene una antigüedad de varias generaciones en Estados Unidos, es un género más fácil de incorporar, no tanto en un nivel integral, sino menor, y eso es lo que sucede en algunos de los efectos de los cuadros de Packer. Estos efectos no abruman la experiencia figurativa que domina su arte, sino que hacen las imágenes más complejas. Al mismo tiempo, tienen en consideración el expresionismo abstracto, uno de los mejores momentos del arte estadounidense. Así, existe una atípica –e inspirada– complejidad en las obras que vemos. Aunque Packer crea activamente un arte que actúa como testigo del largo historial de dificultades a las que se enfrentan los afroestadounidenses, también mantiene su compromiso con la práctica pictórica.
El contenido político implícito en la obra de Packer plantea una pregunta muy interesante y de gran actualidad en el arte estadounidense: ¿cómo transformamos nuestras creencias sociales en composiciones no limitadas por la literalidad? A menudo, el mensaje en las obras políticas es tan claramente obvio que se apodera de la imagen. Sin embargo, no importa lo bienintencionadas que puedan ser las intenciones de la artista: es fácil que se produzca una brecha entre la pasión de la postura social de la artista y su expresión en términos visuales. Las connotaciones del cuadro pueden volverse tan abstractas como para justificar una afirmación cuyo significado depende necesariamente de una cita de la artista o un texto en una pared. Si miramos a Goya, uno de los primeros grandes artistas políticos que condujeron al modernismo, vemos que su obra suele tener significado, fruto de un humanismo solidario que entendemos de inmediato. En cambio, en la obra de muchos artistas de hoy, la política es indirecta; por tanto, hace falta pensar mucho para entender su postura. Lo que Packer ha hecho muy bien es relegar su justificable indignación a la larga historia del racismo estadounidense, que aún perdura, a través del acto de pintar. Así, una figura que, a primera vista, está simplemente descansando en un sofá, se convierte, a la luz de la nueva información, en una víctima de la violencia mortal a manos de la policía; o se ofrece un arreglo de flores en honor de otra mujer a la que han matado las autoridades. El espacio entre el significado implícito de Packer y la franqueza descriptiva que encontramos en los cuadros es en realidad un lugar donde la intención y la representación se fusionan. Packer habita este lugar por medio de una inusual habilidad. No obstante, se ha negado a olvidar la historia de los afroestadounidenses, plagada de peligros, incluso cuando pinta cuadros que acaban propiciando la apreciación y el placer.
En el Whitney Museum, al salir del ascensor, el espectador se encuentra de frente con el gran cuadro Blessed Are Those Who Mourn (Breonna! Breonna!) (Bienaventurados los que lloran, ¡Breonna! ¡Breonna!, 2020), un amplio espacio interior amarillo con una mujer negra tendida en un sofá. La obra se basa en el tiroteo contra Breonna Taylor, de veintiséis años, en Louisville (Kentucky). Supuestamente, la policía entró en el apartamento en busca de drogas, pero no encontró nada. Da la fuerte impresión de que la muerte de Taylor fue un asesinato, sin justificación. Sabemos por el título que el cuadro está llorando por la persona representada. El espacio interior consiste en un conjunto de objetos convencionales: un ventilador, una plancha, varias hojas de palma verdes a la derecha y, en la esquina superior izquierda, un cuadro de una gran ave volando en un cielo azul. En el cuadro no hay nada que se refiera abiertamente a la violencia que le quitó la vida a la mujer, pero saber las circunstancias de su muerte dota a este cuadro de una gravedad memorable gracias a la destreza pictórica. Esto es la clave de la efectividad de Packer como pintora y como testigo. El significado de su cuadro se cierne sobre ella y a su alrededor, lo que produce un sugestivo ambiente que hemos de entender plenamente para dar un completo sentido a la escena. Así, Packer, más que afirmar, insinúa. Este es un enfoque de pide al público que fusione el aspecto visual del cuadro con el sufrimiento social que lo originó. Curiosamente, la presencia de efectos dispares –figurativos y abstractos– y objetos en toda la composición hacen que sea atípicamente variopinta, con múltiples centros de interés. Contiene vagamente la existencia de cosas cuya cohesión es intuitiva, más que activamente determinada. Esto sucede a menudo en el arte de Packer. Cómo puede transcurrir la pintura representa un verdadero avance; en la composición no hay mucho completamente acabado, y la artista prefiere un estilo que produce una representación tan dinámica como inmóvil. Por tanto, nuestra experiencia se enriquece de este modo con las múltiples valencias sociales y estéticas.
La libertad de Packer en sus representaciones es una decisión visual que expande el modo en que se puede experimentar la pintura. Ella abarca el espectro que va desde los aspectos más refinados de la figuración hasta los efectos más expresionistas de la abstracción. Naturalmente, no se puede calificar a Packer de artista abstracta, a pesar de hacer un buen uso de los criterios no objetivos. Es una verdadera artista del realismo, pero de un modo que toma en consideración el potencial de fusionar su estilo con florituras que no son fáciles de relacionar con los aspectos reconocibles de su arte. Esto podría explicar perfectamente la complejidad de los cuadros de Packer, que nos hacen partícipes de una variedad de estilos, a veces unidos de modo que encajan, y otras contraponiéndolos de manera notable. Sin embargo, la experiencia de la obra no es discordante, sino que nos proporciona una serie de enfoques cuyo amplio alcance llama la atención de los espectadores. La artista utiliza los temas para exponer la historia de los prejuicios; además, cabría decir que el propio estilo pictórico se ve profundamente poseído por numerosas características que pertenecen a diferentes enfoques artísticos. El tira y afloja de estos estilos diferentes imbuyen los cuadros de Packer de una notable diversidad, así como de una apertura a acontecimientos pictóricos que, dentro del cuadro, esbozan las relaciones simbióticas y también poseen valor por sí mismos. Así, la composición está centrada y descentrada al mismo tiempo. Al abordar diferentes formas de trabajar en el mismo cuadro, Packer deja claro que la ambigüedad de su trazo es una fortaleza que respalda su visión. Esa ambigüedad no se siente como una falta de concentración, sino que su público ve la obra como una invitación a contemplar una panoplia de técnicas y, a veces, un comentario no revelado sobre la violencia racial. Sin embargo, esto se hace sin ninguna pérdida del sentido de testimonio y sin restar fuerza a sus habilidades como artista.
Un retrato, For James (III) (Para James, III, 2013) nos presenta a un hombre con el torso desnudo, pintado bocabajo mientras descansa sobre una prenda marrón en un colchón azul claro sin sábanas. A la derecha del colchón hay un área de color verde oscuro que se extiende hasta el borde del cuadro. El hombre pintado nos mira directamente con sus ojos azules; la composición general del cuadro evoca El desollamiento de Marsias, la gran obra de Tiziano, que muestra una fábula tomada de Ovidio, donde la figura central aparece colgada bocabajo. Los detalles de la obra de Packer –la figura parcialmente desnuda tendida en una cama sin sábanas– puede sugerir una conexión más fuerte que la amistad, como dan a entender las notas sobre el cuadro; pero también podría ser simplemente un atípico estudio de la figura de un amigo. El retrato, con los originales arreglos de Packer, es uno de los puntos fuertes de la artista. De nuevo, vemos un cuadro cuyas fortalezas derivan de la innovadora disposición, del modo en que el cuerpo aparece invertido en la cama. Además, los colores –el marrón de la camisa, el azul del colchón, el verde del extremo derecho de la composición– parecen contrastar y también concordar. Por tanto, cabe decir que en el arte de Packer suelen abundar las connotaciones no expresadas. En su retrato de cuerpo entero de su buen amigo y colega artista Eric N. Mack, pintado en 2018, Packer demuestra su fortaleza al adherirse a un género tradicional y, a la vez, dotarlo de efectos originales, en especial el color rojo con que ha decidido representar la mayor parte de la figura. Mack es retratado sentado en un sofá, y viste una chaqueta granate y unos pantalones que son una vaga mezcla de rojo y blanco. Sus piernas cruzadas acentúan la informalidad del cuadro. Además, la figura no nos mira directamente, de modo que nuestra percepción se vuelve más compleja por la distancia establecida por su observación indirecta. Parece meditativo, perdido en un hilo de pensamientos. Esto es un retrato de un buen amigo y colega que preserva su intimidad. Es una excelente muestra de amistad.
En el cuadro floral Say Her Name (Di su nombre, 2017), Packer conmemora la muerte de Sandra Bland, de 28 años, que se produjo mientras estaba bajo custodia policial en Texas. Aunque Packer no conocía a Bland, se vio muy afectada por su muerte, a la que se llamó suicidio, pero cuyas circunstancias siguen siendo preocupantes y misteriosas. Packer opta por mostrar su emoción sin pintar a la propia Bland, sino que presenta un arreglo de flores azules, blancas y amarillas, envueltas en muchas hojas. El fondo es oscuro en la parte superior del cuadro, y amarillo en la mitad inferior, con una franja blanca en la parte inferior derecha. La profusión de hojas y flores sugiere un lamento desbordado. Sabemos, por supuesto, que los arreglos florales son a menudo parte de las conmemoraciones públicas de los muertos, así que, una vez que entendemos la desgraciada situación que engendró Say Her Name, reconocemos el dolor al que obedece el cuadro. Esta obra cobra mucha más fuerza por la decisión de Packer de transmitir su dolor de manera tortuosa; las flores hacen las veces de metáfora del luto de la artista. Es un bello cuadro que recuerda un terrible suceso. Todos los cuadros de Packer ofrecen una fuerte emoción, y muchos de ellos son una reacción a la violencia provocada por los prejuicios. El resultado es que el sentimiento, la técnica y la conciencia política se fusionan de un modo que no olvidamos.
En 2015, Packer empezó a trabajar con la pintura monocromática. En Vision Impaired (Visión defectuosa, 2022) aplica un solo color: malva oscuro. En la composición, vemos una figura a la derecha, vagamente representada; la persona tiene las piernas extendidas hacia la izquierda, parece que apoyadas en algún soporte. Al fondo, las paredes enmarcan una puerta pintada de un malva muy oscuro. Tal vez el título se refiere a la ambigüedad visual de la figura pintada; el propio color parece ser el centro de interés de la artista, al menos tanto como la composición borrosa. En Vision Impaired no entendemos del todo lo que vemos. Parece como si Packer estuviese hablando de cómo el uso de un color puede apoderarse de nuestro interés por derecho propio, haciendo que el contenido sea indistinguible y dificultando así nuestra visión. Tal vez esta obra sea un experimento de cómo se puede ocultar un cuadro acentuando solo su tonalidad. Packer decide ocultar bastante la definición, lo que hace que la composición sea secundaria. Así, en cierto modo, está enfatizando la abstracción en la obra, principalmente porque nuestra interpretación pasa de la representación indefinida hacia una apreciación del color por sí mismo. Esto no quiere decir que olvidemos las connotaciones de lo que es reconocible en el cuadro; lo que significa es que Packer está experimentando con un color como suceso visual, cuya importancia iguala la de las connotaciones figurativas de su imagen. Aquí, la combinación del color malva y la imaginería insinuada producen un cuadro genuinamente ingenioso. Packer, por tanto, potencia su intuición visual al instituir un punto de enfoque atípico y novedoso.
The Eye is Not Satisfied with Seeing se basa en la premisa de que se pueden tomar en consideración muchos tipos de enfoques en relación con la pintura contemporánea. En el logrado léxico de Packer, un fuerte sentido de la justicia compite con el acto de pintar. Ella tiene el mérito de encontrar formas de trabajar que reconocen tanto el arte como la política. Lo hace de un modo muy creativo, en parte por su multifacético enfoque de la pintura, y en parte porque sus preocupaciones sociales versan sobre el persistente problema de los prejuicios en Estados Unidos. El relato implícito en varias obras suyas refuerza nuestra esperanza de que se puedan afrontar el maltrato y la violencia que han acosado a los afroestadounidenses junto con la apreciación de la destreza de Packer. Debemos recordar que, incluso cuando Packer pinta flores, puede que no sean solo flores lo que está pintando. A menudo, se entrega a la conmemoración, en busca de verdades morales tanto como de exploraciones visuales. En consecuencia, los cuadros atestiguan el dolor que se deriva de las distorsiones del racismo. Packer nos pide que participemos en su emoción a través de sus pinturas, que registran sucesos que nunca deberían haber ocurrido. A la larga, sus espectadores solo pueden esperar que ese arte brinde una mayor visión y más precisa de las dificultades a las que se enfrenta la sociedad estadounidense. Si no confrontamos estas dificultades, como Packer hace tan bien, nos veremos obligados a repetir un doloroso error que ha durado siglos.
Traducción: Verónica Puertollano
Original text in English