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El Pacto


Siete adolescentes de 16 años deciden quedarse embarazadas a la vez para:

 

1) Solidarizarse con una compañera que se ha quedado embarazada y que el director del centro echa del colegio.
2) Ver la cara que se les pone a todos cuando se enteren.
3) Tener alguien a quien querer de verdad.

 

Uff ¿Por donde empiezo?

 

Mejor no empiezo, continúo y saquen sus propias conclusiones.

 

En el cole  privado y con uniforme minifaldero sólo parecen existir una profesora y un profesor además del  antipático director. Al profe y tutor de las niñas,  le gusta llevar las camisas con dos botones desabrochados y es partidario de una relación cercana y amistosa con el alumnado (dan clases al aire libre, hace una tutoría en su casa y les lee poemas en primavera). Sí, lo han adivinado, va a ser el principal sospechoso de la fecundación simultánea, que según tengo entendido es más difícil que el orgasmo simultáneo, aunque claro con quince años nunca se sabe.

 

En fin, cada adolescente se busca la vida y encuentra un fecundador al que ni se le pasa por la cabeza usar preservativo. Uno de ellos es notario (creo que son individuos que estudian derecho), y cuando se entera  que la menor con la que tuvo una noche loca está embarazada, tampoco se le ocurre pensar que el nasciturus será una vez nacido legalmente su descendiente: herencias, pensión de alimentos, responsabilidad…

 

La única chica de la clase que no participa en el pacto será, como no,  la hija del director, que, oh!, casualidad, no tiene ni una sola amiga, y aparece rodeada de chicos, aunque claro, siempre de colega, nada sexual. Sus compañeras, en cambio, tienen una relación entre ellas fraternal y sólo se relacionan con chicos como parejas o ex-parejas, nada de amistad o compañerismo con el otro sexo.

 

Luego están los progenitores: ninguno tiene buena relación con sus hijas, ninguno merece una palabra de respeto, y ni siquiera hay un intento de opinión, consejo o criterio. Ellas hacen y deshacen, en alguna ocasión dudan, pero deciden ser valientes y llegar hasta el final. En ningún momento ninguna persona adulta,  plantea la cuestión del mantenimiento de la criatura que va a venir, ni de sus necesidades de cuidado constante que impedirá que sigan en su flamante colegio, ni de si están capacitadas para educar a un ser humano cuando ellas mismas no han terminado su proceso de educación (ni empezado parece en algunas escenas). Tampoco se plantea en ningún momento si los fecundadores y futuros padres tienen alguna responsabilidad en todo esto.

 

Finalmente todas parirán y tendrán su carrito último modelo con bebé al que pasear como hace apenas unos años paseaban a la muñeca de turno. «Vamos a se madres», repiten sin parar. Sólo aborta una de ellas porque es diabética, tiene una infección y el médico le da un ultimátum: «o él o tú». Por supuesto al aborto va sola y sólo en el último momento llama a la lideresa-manipuladora del grupo (para que vamos a buscar causas colectivas), que para ser originales se llama Rebeca.

 

Y ya está, fin. Todo termina cuando al final se descubre que el profe alternativo no llegó a desabotonarse más botones de su camisa, que es inocente y  que el director era tan malo como parecía.

 

Todo termina con una charla de un orientador sexual (como si el desconocer los métodos anticonceptivos hubiera sido la causa del embarazo de estas niñas). No es un orientador lo que necesitan estas crías, sino otro mundo donde existan personas adultas de referencia. Más vale que en vez de a una charla llevaran a todos a terapia y algunos a juicio: progenitores, fecundadores, adolescentes, programadores de Telecinco y sobre todo guionista, productor y director de «El pacto».

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