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El Padrino de los elefantes

 

Rush Limbaugh - Nigel Parry for The New York Times

Rush Limbaugh es uno de los periodistas más influyentes de Estados Unidos y lo sabe. Lo sabe porque tiene quince millones de oyentes diarios; él dice que son veinte. Lo sabe porque 600 emisoras llevan su voz a todo el país. Y lo sabe porque cada año ingresa 50 millones de euros.

 

Por todo eso, y porque se sabe poderoso en un Partido Republicano secuestrado por sus radicales, debió de pensar que llamar «prostituta» a una joven estudiante era una magnífica idea. Otra gracia más de un locutor tan vejatorio como orgulloso.

 

El pecado de Sandra Fluke, estudiante de Derecho en Georgetown, fue pronunciarse partidaria de que el Gobierno financie los anticonceptivos. Entraba Fluke en un debate político, el mismo que obligó a Barack Obama a recular ante la presión de la Iglesia Católica, que se negaba a aceptar que sus organismos financiaran la cobertura de los anticonceptivos. Así que Limbaugh disparó:

 

«¿Qué hay sobre la estudiante universitaria Susan [sic] Fluke, que acude a un Comité del Congreso y, prácticamente, dice que debe cobrar por tener relaciones sexuales? ¿En qué la convierte eso? ¿Se convierte en una puta, verdad? Le hace una prostituta. Quiere cobrar por tener sexo.»

 

Surgieron entonces las primeras críticas. Y a Limbaugh, que se ha casado cuatro veces, todo le pareció muy gracioso. Al día siguiente volvió a la carga:

 

«Señorita Fluke y resto de ‘feminazis’, este es el trato. Si nosotros vamos a tener que pagar por vuestros anticonceptivos, y por tanto pagar para que podáis tener sexo, queremos algo a cambio. Os diré el qué. Queremos que pongáis los vídeos sexuales on line para que todos podamos verlos.»

 

La primera bala la gastó un miércoles 29 de febrero. Tras regodearse en su ingenioso insulto, no tuvo más remedio que rectificar ese mismo sábado. Lo hizo a través de un comunicado: «No elegí bien mis palabras y, tratando de ser gracioso, he creado una polémica, así que le pido disculpas a la señorita Fluke por los insultos». Varios anunciantes decidieron retirar la publicidad del programa de Limbaugh. Hoy ya son 141 empresas y dos emisoras las que han decidido darle la espalda.

 

 

Muy poco para el guardián de las esencias conservadoras. El mismo que reconoció en 1993 haber consumido marihuana. El mismo que dice que no hay de qué preocuparse porque «tal vez» tiene 18.000 anunciantes: 18 minutos de publicidad por cada hora de las tres diarias de su programa. Pero lo cierto es que esta polémica sí le preocupa. Así se explica que volviera a pedir disculpas insistiendo en que su arrepentimiento era sincero.

 

«Limbaugh on the floor! Great Limbaugh on the floor», habría escrito Norman Mailer.

 

La mala noticia para los republicanos es que la polémica ha mostrado las miserias del partido de Lincoln. John Boehner, en el papel de líder de la mayoría republicana en el Congreso se apresuró a decir que los comentarios eran «inapropiados». No hicieron lo mismo los candidatos a la nominación republicana para enfrentarse a Obama en las presidenciales de de noviembre.

 

 

Romney, el candidato inevitable, se atrevió a decir que él no hubiera utilizado esas palabras. Fiel a su estilo: acostumbra a no meterse en charcos. Santorum, el candidato de la derecha religiosa, restó importancia al asunto: al fin y al cabo Limbaugh solo busca entretener. El fin justifica los medios. Gingrich, una vieja gloria peleada con el mundo, no ve razones para la controversia. Todo es culpa de esa «prensa elitista» que le quiere apartar de las primarias. Solo Paul, que aboga por una vuelta al patrón oro, entre otras rarezas, insinuó que las disculpas no eran sinceras: todo se debía a la pérdida de anunciantes.

 

Y es que en época electoral no conviene enemistarse con alguien capaz de hundir las aspiraciones de cualquier político. Por algo decían que él era el verdadero líder de la oposición durante la presidencia de Clinton. Es ‘El Padrino’ de los elefantes.

 

 

El último republicano prominente que osó limitar la influencia de Limbaugh fue el expresidente del Comité Nacional Republicano, Michael Steele, en 2009. Tardó un día en disculparse.

 

También en 2009, otro republicano, Phil Gingrey, declaró que siendo Rush Limbaugh era muy sencillo criticar. Algunos representantes conservadores habían pactado con Obama en el Congreso y se encontraron con la oposición del popular periodista. Gingrey en seguida volvió al redil. Seguidores de Limbaugh le obligaron a hacerlo con multitud de correos electrónicos y llamadas.

 

Y Obama sonríe.

 

 

En 2013 entrará en vigor una norma que obliga a hospitales, colegios y entidades sociales a ofrecer un plan de salud que contemple métodos para el control de la natalidad. Obama pretendía que también participaran los organismos dependientes de la Iglesia Católica, pero tuvo que renunciar a ello por las presiones. Un revés del que se recupera ahora gracias a Rush Limbaugh.

 

Obama llamó personalmente a Sandra Fluke para agradecerle su tesón y, días después, afirmó que levantó el teléfono pensando en sus hijas. Un movimiento que permite a los demócratas situarse como el partido que está del lado de las mujeres. Un sector que en 2008 supuso el 53% del total de votantes. Obama ganó entonces con el apoyo del 56% de las mujeres, cosa que no ocurrió en las elecciones legislativas de mitad de mandato.

 

Una encuesta de ‘The Wall Street Journal’ y la NBC pronosticaba para noviembre una victoria de Obama sobre Romney de seis puntos. Mientras Romney se impone entre los hombres por una diferencia de seis puntos, Obama acumula una ventaja de 18 puntos entre las mujeres.

 

GOP on the floor! Great GOP on the floor.

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