«¡Tumbaremos a Mubarak! Lo conseguiremos». Era mediados del 2007 y la conversación tenía lugar en un ajetreado y ruidoso restaurante de comida árabe rápida de El Cairo. La bloguera Dalia Ziada trabajaba entonces en la Red Árabe para la Información sobre Derechos Humanos, una organización nacida en 2004 para apoyar y promover la libertad de expresión en internet. Desde allí, se empeñaba en ayudar a su amigo alejandrino Karim Amer, el primer bloguero condenado a prisión en Egipto. Entre bocado y bocado de ta’amiya, hablaba con entusiasmo sobre cómo los blogs estaban dando esperanza y cambiando la mentalidad de los egipcios. «Los blogueros acabaremos con el régimen, ¡te lo aseguro!», insistió tras apurar su bebida con una gran sonrisa, orgullosa, decidida y, a fin de cuentas, clarividente.
Nadie hubiera apostado por aquel entonces que Hosni Mubarak dejaría el poder a menos que la edad o alguna enfermedad acabara con él, pero Dalia dio en el clavo. Menos de cuatro años después, el 11 de febrero pasado, ella y muchos de sus colegas de entonces llenaron finalmente sus páginas de facebook y sus twitters con comentarios exultantes de orgullo y entusiasmo, algunos twitteados directamente desde Tahrir. «Sí, pudimos», escribió Shahinaz abd del Salam. «Lo hicimos», apostilló Mina Zekri. «Estoy tan orgulloso, pero tan increíblemente orgulloso. Al resto de vosotros, queridos: ¡a vuestra disposición!», añadió Sandmonkey. «Cabe señalar que los egipcios hemos batido el récord de los tunecinos en las revoluciones olímpicas y hemos sido capaces de expulsar el presidente ¡en sólo 17 días!», se regocijó Gemy Hood. «¡Larga vida Egipto! ¡Larga vida libertad!», escribió ella misma. Algunos a los que la revuelta pilló en el extranjero regresaron a toda prisa para no perderse el asalto final. «Despegamos, pronto estaremos en el Egipto liberado», había twiteado el 1 de febrero Alaa Abd del Fattah de camino desde Suráfrica junto con su mujer, Manal Hassan.
Aunque sería exagerado calificar la revuelta del Nilo de ciberevolución o de revolución facebook, e injusto para los miles de egipcios de todas las edades, creencias y extracción social que abarrotaron Tahrir, y para los veteranos disidentes políticos, activistas de derechos humanos, líderes sindicales e intelectuales comprometidos, no lo es afirmar que difícilmente podría haberse producido a esta velocidad sin el concurso de internet y de los jóvenes guerreros del teclado egipcios. Lo mismo sirve para la revolución del Jazmín en Túnez o la movilización popular de Bahrein, que cuenta con una blogosfera tan pequeña y tan activa como diminuto y crucial es este archipiélago del Golfo. Por supuesto, las gestaron décadas de frustración, de falta de libertades y de represión, las condiciones económicas, el peso demográfico, la falta de expectativas de futuro y, finalmente, la dramática inmolación de Mohamed al Bouzizi en Túnez, seguida en Egipto y en otros países. Túnez inspiró a Egipto, y la Umm al-Dunya (la madre del mundo) multiplicó el efecto dominó. Pero antes de las revueltas, los blogs identificaron los males de sus países y los airearon en debate público y se mostraron más efectivos en poco tiempo que décadas de acción de los disidentes políticos convencionales y las organizaciones de derechos humanos.
No es casualidad, quizá, que en estos tres países los jóvenes hayan sido pioneros y quizá los más expertos en el uso de los nuevas tecnología y un modelo a seguir para sus compañeros árabes. Sólo un par de ejemplos: en septiembre de 2006, el tunecino Sami Ben Gharbia reconstruyó con un mashup de google maps desde Holanda, donde vivía (ha vuelto a Túnez), el mapa de las prisiones de Ben Ali, desvelando un tabú hasta entonces bien protegido, el de la localización de las cárceles y sus secretos. En Bahrein, un activista shií detalló anónimamente usando Google Earth en un pdf de 45 páginas las propiedades de la familia Al Khalifa (Google Earth fue bloqueada temporalmente en el país). En noviembre de 2007, los blogueros egipcios conseguían su primera gran victoria: meter por primera vez en prisión a dos policías que torturaron, dos años antes, un conductor de microbús que havia osado poner en duda su autoridad durante una discusión de tráfico: lo llevaron a comisaría y lo sodomizaron con un palo y, para humillarlo todavía más, grabaron las torturas con el móvil y lo distribuyeron por el barrio vía SMS… hasta que le llegó al bloguero Demagh Mak, éste lo colgó en Youtube y se lo pasó al periodista y activista Wael Abbas, que recibía ya en su blog un millón de visitas mensuales (llegó a recibir 260.000 en un solo día cuando lo colgó).
Las revoluciones de Túnez y Egipto han hecho añicos varios mitos. El primero, que era una utopía acabar con los regímenes autocráticos que los gobernaban. El segundo, que los movimientos islamistas eran los únicos capaces de movilizar a la población y la única alternativa al poder, un recurso manido para justificar y conseguir legitimar décadas de abusos en el mundo árabe. Los Hermanos Musulmanes no han sido un factor clave en la revuelta de la calle egipcia, aunque lo sean en la transición. Tampoco lo ha sido Mohamed El Baradei, ex director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, u otros opositores políticos. Quien es clave en el mundo árabe son esas masas de jóvenes desprovistos de líderes -un tercio de la población tiene entre 15 y 29 años-, sean educados o no, de clases medias o desfavorecidas, que han crecido en la era digital y que saben utilizar Facebook y Twitter y grabar vídeos con sus móviles y colgarlos en Bambuser o Youtube. “Estábamos convencidos de que si algún día había una revuelta, sería a manos de otro hombre fuerte”, escribía al día siguiente de la caída de Mubarak el jordano Naseem Tarawnah en su blog Black Iris of Jordan. “Nunca imaginamos que sería nuestra generación quien la encabezaría; que sería una revolución sin líder; una revolución secular y sin ideologías; una revuelta genuina de la gente y para la gente”.
La voz de las minorías
Llegó tarde, a finales de los 90, pero internet se convirtió pronto, tras Al Jazira, en una herramienta esencial para acceder a información alternativa. En 2002, sólo un 3% de la población árabe estaba conectada, empezando por la de los Emiratos Árabes Unidos (31%) y Bahrein (11%), en términos de porcentaje de población, y por los saudíes y los egipcios, 1.6 millones (2,5%) y 1.5 millones (0,81%) respectivamente, en número de internautas. Promovida en algunos países por cuestiones económicas y controlada por cuestiones políticas o de moral en la mayoría, los países árabes pusieron en marcha programas electrónicos de filtraje y distintas estrategias para garantizar el control: desde encarecer los precios de conexión hasta, como en Arabia Saudí y Túnez, conceder el monopolio del servicio a una sola compañía pública.
La red no sólo rompió el muro del silencio y permitió discutir los temas tabúes, también ofreció una plataforma insospechada de expresión y comunicación a las minorías discriminadas del mundo árabe, sean de género, raza, religión u opción política o sexual. Los grupos islamistas fueron de los más eficaces en usarla para difundir su mensaje. El colectivo homosexual, uno de los primeros en sacarle partido a través de los chatrooms, aunque eso les costó a algunos egipcios ser engañados por supuestas relaciones virtuales y ser detenidos al citarse con ellas por la policía de la Unidad de Crímenes de Internet, creada en 2002 para ese propósito y usada más tarde para perseguir la ciberdisidencia.
“Considero mi blog como mi segunda casa, aquélla en la que puedo ser como soy de verdad. Internet se ha convertido en un refugio para los homosexuales árabes y musulmanes, es el único sitio público en el que podemos estar a salvo y no temer que nos maten o nos encarcelen», contaba Mohamed desde Jordania vía email hacia mediados de 2006. «Bloguear para mí es una manera de expresarme y de ventilar mis frustraciones, lo necesito desesperadamente», explicaba poco después Jo, autora del blog A thought in a Kingdom of Lunacy desde Riad, cuando la tasa de penetración de internet en Arabia Saudí era ya del 15% y se habían abierto entre 500 y 600 diarios en línea, la mitad escritos por mujeres. «El blog me mantiene cuerda, es una de las pocas cosas que puedo controlar de mi vida. Por supuesto, mi familia me controla el acceso a internet, pero al menos cuando blogueo soy yo misma».
Nacido en los fórums y webs, el activismo virtual maduró cinco años después en los blogs. Reducidos en un principio a la minoría ed ucada y pudiente que hablaba inglés en Oriente Próximo o francés en el Magreb, los blogs se hicieron accesibles a cualquiera que pudiera conectarse a internet una vez se superaron las dificultades técnicas vinculadas al árabe. Wael Abbas fue uno de los primeros periodistas que empezó a bloguear no ya en árabe sino en dialecto cairota. «El blog me dio todo lo que me faltaba como periodista. El margen de libertad es ilimitado… Los blogs han animado a los periodistas y a las televisiones por satélite a abordar temas sobre los que la gente tenía miedo de hablar. Se expresan en un lenguaje muy cercano y muy fuerte, y están enseñando a los egipcios cuáles son sus derechos», contaba en 2007. Y no sólo eso, con el tiempo y en una especie de pacto tácito, los periódicos independientes y anti-régimen Al Dostor y Al Badil pasaron las noticias que no osaban publicar a los blogueros para poder informar de ello citándolos como fuente una vez ellos las hubieran colgado en sus diarios.
Como los definió el bloguero y activista Sandmonkey durante una entrevista en aquella época, la blogosfera egipcia dio a luz a tres tipos de activistas: los que hacían la guerra en línea, los que empezaron virtualmente y acabaron saliendo a la calle, y los que ya combatían en la calle y encontraron apoyo para su labor en el ciberespacio. Los blogueros laicos y de izquierda aliados en torno al ala joven del movimiento Kifaya (Basta) ya organizaban manifestaciones contra Hosni Mubarak y colgaban en sus diarios mapas anunciando la convocatoria y guiando a la gente en 2004. La actividad era frenética: tecleaban a todas horas en sus ordenadores; conspiraban en cafés; se manifestaban en la calle a favor de la libertad de expresión y contra el estado de emergencia; organizaban congresos para denunciar la tortura; se interesaban por cualquier cuestión social (acoso sexual femenino, discriminación de coptos, bahais o refugiados sudaneses), y amplificaban cualquier protesta, como la del cierre de trabajadoras en una fábrica téxtil del delta del Nilo.
Dos años después, en 2006, los jóvenes Hermanos Musulmanes invadían también la blogosfera local para mostrar que no eran tan fanáticos como los pintaban y para denunciar la represión brutal a la que el régimen sometía el histórico movimiento islamista. Chicos y chicas sin distinción saltaron al ciberespacio en una estrategia promovida por el periodista de la Hermandad Abdel Monem Mahmud tras el arresto de cuarenta líderes del grupo en diciembre de 2006 y para contrarrestar la opacidad del veterano movimiento islamista y dotarlo de lo que él llamó “un rostro humano”. «Creé el blog dos semanas después de que detuvieran a mi padre. Es una voz que la gente puede oír, porque el régimen y la prensa distorsionan nuestra imagen», explicaba Saad al-Shater, hijo menor de Khairat al-Shater, considerado el número tres y el cerebro financiero de la Hermandad, todavía en prisión. Con el tiempo, Monem, como otros blogueros islamistas, se distanciaría del movimiento, crítico con el giro conservador que adoptó en 2009, fruto, en gran parte, de la represión y el bloqueo del régimen a sus intentos de participar en la vida política del país.
Panarabismo en la red
La blogosfera no sólo contribuyó a politizar y movilizar la generación digital árabe sino a tejer una red de complicidad entre jóvenes más allá de fronteras geográficas, ideológicas y religiosas e, incluso, a tender puentes con los jóvenes internautas israelíes. La suerte de panarabismo contemporáneo que hierve estos días en internet se fraguó durante estos años. “Nuestros países necesitan reformas desesperadamente, y nosotros queremos hacerlas realidad. Los blogueros árabes afrontamos la censura, el arresto y otros problemas, pero nada nos parará”, afirmaba en 2005 en una entrevista por e-mail Ahmed al Omran, pionero en la blogosfera saudí con sólo 21 años y autor de Saudi Jeans, cuando todavía blogueaba desde el anonimato y estudiaba farmacia en Riad. «Permitidme que diga que estoy extremadamente orgulloso de mis amigos egipcios: Alaa, Manal, Mona, Wael, Sandmonkey, Noha, Shahi, Eman, Ahmad, Wael, Gamal, y de todos los héroes de esta revolución. Habéis ofrecido al mundo un ejemplo maravilloso de protesta pacífica y resistencia no violenta, y nos habéis inspirado a todos», escribió en su blog la semana pasada desde Nueva York, donde estudia en la Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia.
Si los blogs iraquíes y especialmente el de Salam Pax, Where is Raed?, que relató en 2002 y 2003 el día a día de la invasión de Irak, inspiraron a muchos egipcios, kuwaitíes y saudíes, ellos lo hicieron a su vez con los jordanos, libaneses o sirios. Salvados los problemas técnicos con el árabe, la comunicación se estableció también entre los jóvenes de Oriente Próximo y del Magreb. Cada vez que uno de ellos era detenido se organizaban con toda celeridad campañas internacionales en línea exigiendo su liberación. (Free Alaa, Free Fouad, Free Monem, Free Karim). De nuevo, la defensa de la libertad de expresión era absoluta e incondicional y tanto se defendía a un bloguero condenado por “insultar el Islam” (Karim) como a uno islamista (Monem).
La relación virtual se hizo también real, gracias a encuentros promovidos por ellos mismos o por iniciativas como la plataforma internacional de blogueros Global Voices Online. Enviados por Gamal Eid, director de la Red Árabe para la Información sobre Derechos Humanos, jóvenes activistas egipcios viajaron a países vecinos (Yemen, Libia o Sudán) para enseñar a periodistas, ciberactivistas y defensores de los derechos humanos cómo sacar partido de la red y protegerse contra la censura. Los mismos talleres se celebraron en El Cairo y contaron con la pericia de Amr Gharbeia, uno de los blogueros egipcios más expertos. No es de extrañar que pudieran sortear con relativa facilidad el bloqueo de internet que el régimen egipcio decretó al principio de la revuelta (dejó fuera de juego a 20 millones de usuarios egipcios), aunque, como señaló Alaa Abd el Fattah, tuvieran que echar mano de los consejos de los activistas de izquierdas de los 60 y 70 -entre los cuales su propio padre, Ahmed Seif- y usar “técnicas mediavales” para organizarse.
En Egipto, la relación ha sido especialmente fructífera entre los jóvenes activistas laicos e islamistas, que pronto se dieron cuenta de que, pese a las diferencias, no sólo compartían la pasión por las nuevas tecnologías sino, sobre todo, un enemigo común, además de la lucha en la calle y las estancias en la cárcel. Valientes y casi temerarios a la hora de dar el salto del mundo virtual al real, muchos de ellos pagaron el precio: fueron acosados, golpeados, secuestrados y arrestados. Lo mismo, pero peor, pasaba en Túnez, donde Ben Ali reprimió con mano de hierro la ciberdisidencia y convirtió en rutina bloquear el acceso a cualquier web incómoda (para los internautas tunecinos era muy familiar encontrarse con el mensaje de error “404 not found” al tratar de acceder a Youtube, Al Jazira o nawaat.org). Global Voices Online ha especificado los activistas online víctimas del régimen tunecino. En otros países, la represión de la ciberdisidencia continua. En Bahrein, el ciberactivista shií Ali Abduleman fue detenido en septiembre (por segunda vez tras 2005), durante la campaña de arrestos de opositores que las autoridades lanzaron en la isla antes de las elecciones parlamentarias de octubre. El pasado martes 22 fue liberado. En Siria, otro de los grandes enemigos de internet, la estudiante de secundaria y bloguera Tal Dosser Almalouhi acaba de ser condenada a cinco años de prisión.
La nueva generación digital
Los regímenes árabes y los ciberactivistas llevan años jugando al gato y al ratón en la red. Refinado en los métodos de represión, Ammar, como los tunecidos llamaron a la persona imaginaria responsable de la maquinaria de censura en internet de Ben Alí, pudo hackear durante la revuelta del Jazmín las cuentas privadas de Facebook antes de que la compañía interviniera. Para contrarestar la primera manifestación del 25 de enero, Egipto bloqueó el acceso a las redes sociales (y a los portales de Al Badil y Al Dostor, que promovían la protesta) y al final, a la desesperada, cortó por lo sano la conexión a la telefonía móvil e internet (sólo resistió la compañía Noor, que garantiza un 8% de las conexiones). Con el apoyo de la blogosfera árabe y occidental, los egipcios se las ingeniaron para eludir el bloqueo, ya fuera conectándose vía módem a servidores en el extranjero o simplemente dictando por teléfono sus tweets a sus amigos y parientes en el exterior. SayNow, Google, que lucha contra la censura en China, y Twitter, que apoyó las protestas en Irán de 2009, pusieron también en marcha a principios de febrero un servicio (Speak2tweet) que posibilitó que los egipcios llamaran por teléfono y grabaran mensajes que luego se colgaban en internet.
Aunque el intento fue vano, no es extraño que Ben Ali y Mubarak la tomaran con las redes sociales (también Al Assad en Siria, donde estuvieron bloqueadas durante los últimos cinco años), ya que fue allí donde se graduó con méritos el ciberactivismo. Facebook, en particular, se utilizó desde muy pronto en Egipto para convocar y organizar protestas. En noviembre de 2007 la plataforma Egipcios contra la Tortura, creada un par de meses antes por veteranos activistas políticos y de derechos humanos, blogueros y miembros de los Hermanos Musulmanes, ya organizaba una primera manifestación utilizando el apartado “eventos” de la plataforma, a la que invitaron a un total de 495 contactos. Durante la primavera de 2008 nació el Movimiento de Jóvenes 6 de abril, creado por Ahmed Maher y Mohamed Adel, para prestar apoyo a la huelga de trabajadores del sector textil en Mahalla el Kubra, en el delta del Nilo (en enero del 2009 tenía 70.000 miembros y ahora más de 98.000). Una vez en las calles, Twitter se reveló especialmente útil para alertar de los movimientos de la policía y para seguir después la pista y rescatar a los blogueros que a menudo eran secuestrados por agentes de la seguridad, metidos en una camioneta y abandonados a su suerte en el desierto en las afueras de El Cairo.
Las redes sociales han puesto al alcance de cualquiera un medio ideal para movilizarse y participar. No hay ciberactivista que no tenga varias cuentas abiertas en la red, en Facebook, Twitter, Flickr, Youtube o Bambuser, pero también es el caso de muchos jóvenes que jamás se habían implicado en política. Los datos son reveladores: aunque el acceso a la red sigue siendo bajo y controlado en el mundo árabe, el ascenso de Facebook es imparable: sólo a lo largo del año pasado aumentó en un 78%, pasando de 12 millones a más de 21 millones de usuarios (en Túnez creció un 8% durante las dos primeras semanas de enero). De todos ellos, tres cuartas partes tienen entre 15 y 29 años y uno de cada tres son mujeres. Casi una cuarta parte del total, más de cuatro millones, son egipcios.
“Cinco años de progreso en esta época equivalen a cinco siglos en el pasado”, escribió hace poco Gamal Eid. “Desde el nacimiento de los blogs, ha evolucionado una nueva generación de blogueros que usa los blogs y las redes sociales de una forma que no se puede controlar y con una audacia incontenible”. De hecho, el término “bloguero” o “blogosfera” ha quedado desfasado. La rapidez a la que avanzan las nuevas tecnologías y los que las usan es de vértigo. La bahreiní Esra’a al Shafei, una de las avezadas de internet más prolíficas y activas de Oriente Próximo, fundadora de la plataforma Mideast Youth, asegura desde hace tiempo que los blogs “son cosa del pasado” y trabaja con vídeos, podcasts, widgets, aplicaciones para blackberry y iPhones, mapas y calendarios interactivos para poner en marcha continuas campañas internacionales por la libertad de expresión y los derechos de las minorías.
Facebook, y otras redes sociales, está sirviendo estos días para convocar, organizar e impulsar los días de rabia a lo largo del mundo árabe y para informar de lo que pasa sobre el terreno, ya sea en Argelia, Marruecos, Yemen o Libia, aunque su influencia ha sido menor debido a los bajos índices de penetración de la plataforma (en Libia y Argelia, menos del 4%; en Marruecos, del 7,55%, en Yemen del 10%). En Bahrein (34,27%, casi 277.000 usuarios), la convocatoria de las protestas que arrancaron el 14 de febrero surgió también en Facebook. Aunque se organizaron y anunciaron con tiempo en un afán de evitar un baño de sangre y la reactivación de la lucha sectaria en el país, las balas y los gases lacrimógenos y los heridos y muertos que han causado han sustituido la llamada al diálogo y las reformas por una llamada a la caída del régimen. La revuelta se ha cubierto ampliamente a través de vídeos colgados en las redes sociales, aunque algunas de las cuentas han sido bloqueadas, como la de Bambuser de Nabil Rajab, del Centro de Derechos Humanos de Bahrein. El jovencísimo activista y fundador de la Bahrain Youth Society for Human Rights, Mohammed al-Maskati, inunda día a día de información la red. Todas las revueltas han sido rápidamente cubiertas por Wikipedia, donde se actualiza tan rápidamente la información de lo que pasa que la página dedicada a Hosni Mubarak cambió el “presidente” por “expresidente” minutos después que el rais egipcio renunciara finalmente al poder.
Las redes sociales han dado a luz una nueva generación de activistas, nacidos en los años 90, aunque la “primera” generación no llega todavía a los treinta. Tan jóvenes son muchos de los que colaboraron o simpatizaron con la plataforma We are all Khaled Said (Todos somos Jaled Said), que convocó la primera manifestación en Egipto coincidiendo con la primera jornada festiva tras la revuelta del Jazmín, el 25 de enero, día de la policía. Creada bajo el anonimato por Wael Ghonim, responsable de marketing de Google en Oriente Próximo y el Norte de África y diseñador también del web de Al Baradei, la plataforma nació para denunciar la muerte de un bloguero a manos de la policía en Alejandría, en junio de 2010. «Esta gente que apareció el 25 de enero eran los chicos de Facebook. Los he visto en las calle y les he preguntado: ‘¿Cómo te enteraste de ésto?’ Y ellos se reían y decían: ‘En Facebook'», contó Wael Ghonim tres días antes de la caída de Mubarak, poco después de ser detenido y desvelar su identidad. «No creían que los jóvenes serían capaces de ésto. Tenemos un sueño y tiene que hacerse realidad».
Barcelona, febrero, 2011.
Lali Sandiumenge es periodista.