Entre la noche de San Juan y el día de San Miguel gravitan las verdaderas fronteras temporales del estío. Si saltando las hogueras, se entra de golpe en el sentimiento veraniego de la vida; el Veranillo de los membrillos es el luminoso túnel por el que se ingresa en el otoño, antesala del invierno frío.
Honramos el fallecimiento de la estación más deseada del calendario, con una imagen captada por Faba hace años en una playa ibicenca. Esta pequeña Acrópolis de arena fue construida por una pareja de hombres que se bañaba a su lado; debían ser amantes. Se necesita más amor que arena, para alzar esta poética construcción, que es en sí misma toda una ofrenda tanto al Mediterráneo como al amado.
No se atrevió Faba a retratarla estando presentes sus autores aún en la playa. Rebosaba tanta intimidad aquella obra de arte efímera, que le daba pudor fotografiarla delante de sus artífices. La sensibilidad y la arquitectura se besaban en la boca mansamente, a través de esa pequeña montaña mágica, recortada sobre el profundo azur del horizonte.
Y aunque, probablemente, el castillo de arena más bonito del mundo se desplomara a las pocas horas, y fuera engullido como cena por las olas hambrientas; la memoria física de un objetivo fotográfico puso a salvo la plenitud de su armonía.
¿Llegarán a ver algún día sus autores, (ahora que esta imagen se hace pública), el pequeño Partenón de arena que ellos mismos construyeron en los primeros días de agosto de 1990, en la playa de Es Cavallet, en el poniente de Ibiza? ¿Seguirán juntos? ¿Seguirán vivos? Si algún día llegara a producirse este cibernal encuentro, nos gustaría por esta Huerta, saberlo.
RUEGOS FINALES
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