Fotografía tomada por la autora de este blog. Huelva. 6 de agosto.
Huelva. 1 del mediodía. 6 de agosto. Media España está de vacaciones y los mendigos calzan chanclas. Allí está el pensador de la calle Concepción, un Rodin en pleno trasiego de una calle comercial. El pensador tiene una bici a sus espaldas, un bolso color ocre y le acompaña un mensaje en sus viajes: ‘Tengo hambre. Muchas gracias‘.
A primera vista no parece español, de mediana edad, estatura alta y cuerpo normal, sin excesos. Es un pensador equilibrado que, a diferencia de la popular escultura, no es admirado, sino ignorado. Cuando tomo la foto se encuentra completamente absorto con el ceño fruncido. Una postura semiencorvada en la que observa el paso del tiempo. En la distancia, ese silencio delata. Sólo con el sonido de las monedas reacciona. Levanta la mirada y vuelve a repasar el suelo con los ojos, falto de energía. Tiene los ojos azules si se le mira de frente y el pelo canoso de quien antaño lo paseara rubio. No parece cumplir estereotipos. No procede de África, ni tampoco tiene la imagen de un borracho de medianoche, y sin embargo, representa la tristeza bajo el sol de agosto, la soledad de quien vaga a ninguna parte, de quien hace de la calle su casa. Tiene cuerpo pero le falta el alma, el ánimo. No conocemos su historia aunque la tenga, no sabemos su nombre aunque lo tenga, por ignorar, ni siquiera podemos averiguar cómo son sus vacaciones, si es que las tiene. Es un mendigo con chanclas. Es el pensador de la calle Concepción de la 1 del mediodía un 6 de agosto.