Home Mientras tanto El periodismo de transcripción (o cómo empotrarse en el poder)

El periodismo de transcripción (o cómo empotrarse en el poder)

 

Debe ser que me ensañaron mal esto del periodismo. En algún momento, los maestros le hablaban a uno de la independencia, de sospechar de las fuentes oficiales y, en especial, cuando se trataba de una guerra o un conflicto violento porquen en esos casos, la información era munición pesada. Me lo debieron enseñar mal y yo me lo creí demasiado.

Leo, entre alucinado y escéptico, las informaciones que siguen brotando como maná de «inteligencia» del famoso computador de Raúl Reyes, uno de los discos duros más fértil en la breve historia de la informática. Lo que me sorprende no son los cursillos de explosivos que, supuestamente, impartieron miembros de ETA a guerrilleros de las FARC en territorio venezolano, sino el lenguaje mimetizado de los periodistas españoles que copian informes policiales y de «inteligencia» dando todo por verdadero y sin un solo matiz o sospecha.

Los «supuestamente» o los «según xxx» desaparecen para utilizar las «fuentes policiales» como si fueran «fuentes periodísticas», lo que antes eran «guerrilleros» ahora son «terroristas». Es el periodismo de transcripción, los amanuenses del poder reproduciendo la versión de los militares, esa de la que antes huíamos como si fuera la peste.

Es grave que miembros de ETA hayan formado a miembros de las FARC, pero hay que comprobarlo y hay que escribirlo conociendo el conexto. Lo demás es seguir la política de satanización de Hugo Chávez impulsada desde Bogotá y que hace que llueva sobre mojado ya que el presidente venezolano ya da motivos él solito para ser criticado. Ahora, en España se hace fiesta con esta «noticia» como si fuera una sorpresa que miembros de Eta han mantenido vínculos con movimientos guerrilleros latinoamericanos o que se pasean tranquilamente por el Caribe y por algunos países de Centro y Suramérica.

El problema es que el lector medio español es tan ignorante de los vericuetos de Otramérica como los periodistas que escriben sobre ellos en los emdios peninsulares y que es fácil retratar a estos países como si vivieran en una «Fiesta del Chivo» perpetua sin salidas de emergencia y sin conexión con el «mundo civilizado europeo».

Lo que estos periodistas hacen es ir «empotrados» en el poder. El periodismo ha muerto… ¡Viva el periodismo!

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