Esta exposición no es para gorriones. Exige tiempo, lectura, ensimismarse en las amplias salas del espacio ampliado del Reina Sofía para desplegar este Atlas, el titán que, junto a su hermano Prometeo, se enfrentó a los dioses del Olimpo para arrebatarles el poder y entregárselo a los hombres. Como castigo, Atlas fue condenado a sostener con sus hombros el peso de la bóveda celeste. Pero gracias a esa penitencia el titán pudo adquirir vasta cultura. De ahí pasó el término a una forma visual de conocimiento, libros de imágenes con mapas y reproducciones que tratan de aprehender el mundo. En el campo de las artes visuales, Abraham Moritz Warburg (1866-1929), más conocido como Aby Warburg, fue un famoso historiador del arte, alemán, que entre 1924 y 1929 compuso su «Atlas Mnemosyne», un esfuerzo ímprobo e inacabado : intentó reunir en unos paneles móviles en constante mutación todos los objetos de su investigación y de su curiosidad artística con una voluntad entomológica. Su paradójica obra maestra fue, según los exégetas del Reina Sofía, el equivalente para la historia del arte lo que su contemporáneo Sigmund Freud representó para la psicología, y añaden: «La exposición ‘ATLAS’ no ha sido concebida para reunir maravillosas pinturas, sino para ayudar a comprender cómo trabajan algunos artistas -en relación con eventuales obras maestras- y cómo este trabajo puede considerarse desde el punto de vista de un método auténtico e, incluso, desde un ‘conocimiento transversal’, no estandarizado, de nuestro mundo». De ahí que aquí no se muestren las preciosas acuarelas de, por ejemplo, Paul Klee, sino su «modesto herbario y las ideas gráficas o teóricas que brotaron de él». Entre los artistas representados hay piezas que quitan el aliento, como la película que Laszló Moholy-Nagy filmó en Marsella, textos y fotos de James Agee y Walker Evans para su «Elogiemos ahora a hombres famosos», el recuento abrumador de Hans Haacke de inmuebles de Manhattan con su ubicación y precio pagado, polaroids de Sol LeWitt del Lower East Side neoyorquino, una guía psicográfica de París concebida por el situacionista Guy Debord, páginas de Samuel Beckett, Claude Simon y Walter Benjamin (cuya obra parece una prolongación exhaustiva y lúcida de la de Warburg), fotografías de Gerhard Richter, August Sander y Thomas Ruff, dibujos de George Grosz, hojas arrugadas de Ignasi Aballí o ‘collages’ de Salvador Dalí y Kurt Schwitters. Un exposición para no perderse, pero sobre todo para perderse y encontrase dentro de ella.