Home Universo elegante Salud El poder de lo invisible. Cáncer, reiki y algo más

El poder de lo invisible. Cáncer, reiki y algo más

A Alfonso le acaban de trasplantar la médula ósea y espera tumbado su próxima sesión de reiki. Cristina Chao, supervisora de Hematología en el hospital Ramón y Cajal de Madrid, lo escucha con esa mirada tierna de quien cree estar haciendo el bien, aun sin saber muy bien cómo. La técnica oriental que ella misma introdujo en el centro le genera dudas, pero está “encantada porque los enfermos lo están”. En cualquier caso, tiene claro que no es una terapia alternativa: “Curar no se va a curar nunca”.  

 

Hay que cubrirse los pies con fundas para entrar a la habitación de Alfonso, a la que se llega tras cruzar dos puertas automáticas que no pueden coincidir abiertas a la vez. Su cama está bajo un inmenso sistema de ventilación de acero. Su madre, junto a él, viste ropa de hospital. Alfonso no abandonaría su medicación, pero cree que el reiki contribuye a su recuperación: “Te predispone a aceptarla bien”.

 

Energía universal de vida como método de sanación natural. El significado del término reiki encierra uno de los grandes misterios de la ciencia para algunos, y uno de los mayores fraudes del ingenio humano para otros. ¿Se puede curar o, al menos, mejorar la calidad de vida de otras personas, a través de energía invisible, incalculable y flotante? Es lo que sostienen aficionados y maestros de reiki. Esa energía curativa –que dicen nos rodea- es guiada por una conciencia divina. Algunos la llaman dios, otros la conocen como su propio “ser superior”. A decir verdad, poco les importa la nomenclatura, se conforman con aclarar que esa energía no está guiada por el “sanador”, sino por su fuerza superior.

 

La Fundación Sauce es la principal asociación de reiki en España. John Curtin, su responsable. Conoció el reiki tras sufrir una parálisis facial aguda que afectó a parte de sus cuerdas vocales. Ocurrió tras viajar a Suramérica para visitar a su padre, enfermo de cáncer y al que no veía desde hacía siete años. Sostiene que la impresión que le causó el estado de su progenitor fue la causa. Tras probar la medicina convencional y la homeopatía, la acupuntura, el shiatsu o la hipnosis, se puso en manos de los maestros de reiki del grupo de meditación al que asistía. En tres meses, estaba curado.

 

En su Manual de Reiki Nivel I, Curtin indica que esta energía es “energía vibrando a su más alto nivel”, aunque él prefiere llamarlo amor: “Cuando canalizas reiki, canalizas amor”. El canal es el propio cuerpo. Desde la coronilla hasta las manos, por donde sale, pasando por los chakras. “El sistema energético del cuerpo humano se puede comparar con la red eléctrica de nuestro hogar”, detalla el Manual de los Chakras que se entrega a quienes asisten a los cursos de fin de semana. “Los chakras tienen la misma función en nuestro cuerpo que los enchufes en una habitación. Su funcionamiento incorrecto es clave para entender el porqué de una enfermedad o malestar físico, mental o emocional”.

 

Según explica el documento, existen siete chakras: el primero está ubicado entre el ano y los genitales; el segundo, unos tres centímetros por debajo del ombligo; el tercer chakra, conocido como plexo solar, se sitúa justo por debajo de la caja torácica; el cuarto es el corazón, mientras que el quinto está en la garganta. Hay un sexto chakra, denominado del tercer ojo, entre las cejas y un séptimo en la cabeza. Cada uno “tiene su propia nota musical y su propio color, ya que tanto la música como los colores son vibraciones energéticas”, apunta el manual. “Un chakra bloqueado es, por mi experiencia en la consulta, una de las causas más comunes de problemas de salud y emocionales”, escribe Curtin. 

 

La Fundación Sauce, que tiene su sede en una equipada doble planta de la calle Sandoval de Madrid, junto a la transitada Fuencarral, no eligió al azar su nombre. Curtin explica por email que “este árbol es algo espiritual en Japón ya que se dobla, pero nunca se rompe”. Y alude a que “en Occidente se usaba para extraer ácido acetil salicílico, la popular Aspirina. Lo curioso es que la Bayer la comercializó sin saber cómo funcionaba durante setenta y cinco años”. “Muchas de las terapias como reiki son así: se desconoce cómo funcionan, pero eso no quiere decir que no tienen un efecto”, defiende.

 

Hay varias teorías sobre el origen del reiki. Esta oenegé se decanta por la legendaria, pues “existen diferencias entre lo que se cuenta popularmente y lo que realmente ocurrió”. Su versión explica que el monje japonés Mikao Usui, profesor en la Universidad Cristiana de Kioto, no supo responder a sus alumnos sobre por qué ellos no podían curar como Jesucristo. Dimitió y prometió no volver hasta que tuviera respuesta. Viajó siete años por India y Estados Unidos. Después de veintiún días de ayuno y meditación en la montaña sagrada de Kuruma, “una luz brillante golpeó su frente. Visualizó los símbolos que había descubierto, pero esta vez con los conocimientos y el poder necesarios para activarlos”, describen. “A este proceso lo llamó reiki, que significa Energía (Rei) Universal (Ki)”. Además, “ideó cinco frases que resumían lo que quería demostrar: Sólo por hoy no te enfades. Sólo por hoy te no preocupes. Da las gracias por las bendiciones en tu vida. Trabaja honradamente. Sé amable”.

 

“Muchos seguidores de esta práctica se esfuerzan en presentarla como algo milenario, diciendo que Usui sólo la redescubrió. Que no haya ningún documento que la mencione anterior al siglo XX no parece molestar mucho”, escribe en su blog Mauricio-José Schwarz. Este periodista científico explica por teléfono desde Asturias las contradicciones del reiki: “Es una terapia milenaria que se inventó en 1922. Es mentira que se utilice desde hace siglos, sino que es un sistema inventado por Usui que tiene una visión mágica de unos caracteres y pone una empresa para enseñar reiki cobrando un pastón. Es un negociazo. Para hacerte maestro reiki tienes que apoquinar una buena cantidad. Tu esperanza es poner tu propia empresa para fingir que curas y enseñar a otros. Es un buen timo piramidal”. 

 

La Fundación Sauce recluta cada año a nuevos seguidores que confían en el reiki como método para sanar o equilibrar sus vidas y recuperar el sentido de las mismas. Dispuestos a invertir su tiempo y gastar su dinero, asisten cada fin de semana a los cursos que son la puerta de acceso para conseguir el reconocimiento de “maestro” de reiki. María Dolores Ruiz, Loli, no se los pierde. Es profesora de aeróbic y gimnasia rítmica en el Polideportivo Municipal Poetas, en el barrio del Pilar de Madrid. Tiene 36 años y dos hijas: Lara de 18 y Andrea de 16. Viven con Emilio Mendiola, el prometido de Loli. Él tiene 42 años, es fisioterapeuta freelance y se acaba de licenciar en Psicología por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Además de amor e hipoteca, comparten su fe en el poder de la energía universal del reiki. Los cursos duran dos días en los que se dedican cinco horas a didáctica e iniciación al reiki y seis horas a prácticas supervisadas y meditación. La fundación de Curtin les entrega un programa con los contenidos, el material necesario y la forma de pago, la denominada “donación”. En total, 180 euros que pueden abonarse por trasferencia bancaria o ingresarse directamente en la asociación.

 

También se les reparte el manual de reiki de Curtin con toda la información, tanto textual como gráfica, sobre qué es, cuáles son las sensaciones que genera y sus efectos, cómo montar tu propio altar de reiki e, incluso, un epígrafe bajo el nombre ¡Reiki no me funciona! La resistencia al cambio, la falta de tiempo o patrones de comportamiento de la enfermedad son, según este manual, los principales motivos por los que, al comienzo, puede parecer que el reiki no está cumpliendo su labor.

 

Por último, se les proporciona un cuaderno de prácticas en el que se les aconseja que anoten las sensaciones experimentadas tanto por el que practica reiki como por quien lo recibe, sobre todo si se quiere pasar del nivel I al nivel II. El curso está formado por tres niveles más la maestría. Para lograr ese “poder de trasmitir reiki a otros” se exigen más de dos años de pagos y un mínimo de prácticas y de asistencia. En caso de que estas prácticas sean particulares, la fundación pide la firma de la persona que recibió las sesiones. Si no es así, aceptan que sea el propio practicante quien escriba el nombre de la persona y los motivos por los que no firmó. Una vez completados los cursos, Sauce permite la posibilidad de “reiniciarse en reiki”, es decir, repetir la iniciación y repetir el pago.

 

Decía Alexander Pope que “de la esperanza nace lo eterno en el corazón del hombre”. Loli depositó toda la suya en el reiki. Sufrió una depresión por cuestiones personales que la llevó a una situación de abandono, tanto personal como físico. “A lo largo de nuestro recorrido vital atravesamos etapas en las que nos sentimos perdidos, desbordados, sin rumbo. Entonces surge en lo más profundo del alma una sensación: la necesidad de cambio, de buscar la armonía interior, de encontrar una filosofía de vida en la que seamos felices, de vivir de forma equilibrada y a gusto con nosotros mismos”, cuenta. 

 

Desde que asiste a los cursos, asegura que se siente más relajada. Se acerca a Sauce una vez por semana, los sábados por la tarde, su único rato libre. Fue Emilio quien la animó a inscribirse. Él es ya maestro de reiki y juntos proyectan abrir su propio negocio: Syncro21. “Por ahora es él quien da las sesiones. Visita a los clientes en su domicilio y poco a poco se va ganando una clientela fiel”.

 

Pese a su aspecto esotérico, el reiki se aplica en la actualidad en los centros penitenciarios de Soto del Real, Navalcarnero y Valdemoro, y en numerosos hospitales públicos de la Comunidad de Madrid. El  Puerta de Hierro, en la localidad de Majadahonda, es uno de ellos. Es una suerte de hotel de cuatro estrellas: superficies y suelos de mármol, grandes pasillos, escaleras mecánicas, tiendas, hilo musical. Cuenta con más de seiscientas camas, todas en habitaciones individuales, y un equipamiento tecnológico que se encuentra entre los más modernos de España, con un quirófano robotizado. 

 

La juventud del centro, inaugurado en 2008, va en paralelo a la de su equipo directivo y sanitario. Y eso se nota. En él se realiza una de las iniciativas más controvertidas en el sector de la sanidad: preparan a médicos y enfermeras para poder dar reiki a los pacientes que así lo deseen. “Nuestra intención es aplicarlo contra el dolor”, dice Manuel Revuelta Zamorano, supervisor de Formación. “Aplicarlo sobre enfermos oncológicos para paliar efectos secundarios de la quimioterapia, pero también en pacientes con estados de nerviosismo para reforzar su sistema inmunológico, o en enfermos crónicos como parte de un proceso de mantenimiento, para que se sientan mejor”. Y afirma tajante: “No se trata de curar”. 

 

Santiago Moraleda es subdirector de Enfermería del Puerta de Hierro. Asegura que se está perdiendo el trato humano con los pacientes y que, por ello, es beneficiosa la incursión de estas terapias: “Estas iniciativas cambian la sensibilidad del profesional, aunque todo lo que hacemos vaya encaminado a potenciar el tratamiento técnico. Son terapias complementarias. No lo sustituyen, ni lo entorpecen”. 

 

Los voluntarios de Sauce son los que imparten los cursos de formación al personal sanitario que esté interesado en dar reiki a sus pacientes. No supone ningún coste para el hospital. Así lo aseguran una y otra parte y así se recoge en el convenio de colaboración rubricado el 15 de abril de 2010 entre Jesús Cubero, director de la Fundación para la Investigación Biomédica en Majadahonda, y Curtin. 

 

“Es importante que no tengan depresiones ni ansiedad. El equilibrio interior en las personas que van a dar reiki es primordial”, afirma Lourdes Casillas, enfermera del Puerta de Hierro y promotora de la incursión del reiki como terapia complementaria, que no alternativa, en el centro médico. Casillas es profesora en la Universidad Autónoma de Madrid, donde prepara un doctorado sobre la influencia positiva del reiki en los enfermos de fibromialgia: “Existen diversos estudios, pero soy consciente de que no tiene la suficiente validez ni rigor científico. Por ello mi objetivo es buscar evidencias”.

 

Por su parte, Revuelta explica que la intención del hospital es enmarcar el reiki dentro de lo que denominan Espacios en blanco, procesos en los que el paciente se siente cómodo con otras terapias como musicoterapia, teterapia o arte con el Museo del Prado. Es difícil incluir tratamientos de este tipo en un hospital, pero argumentan que lo han hecho “con cuidado y respeto”. 

 

¿Ven los médicos con buenos ojos el reiki por su escasa formación científica? Schwarz, miembro de la Asociación Española para la Comunicación Científica (AECC) y de la Sociedad Mexicana de Divulgación de la Ciencia y la Técnica (SOMEDICyT), cree que sí. Enemigo enérgico del reiki, no le sorprende su entrada en los hospitales: “La formación científica de un médico es bastante pobre. Son técnicos muy especializados que interpretan y utilizan los resultados de la ciencia para curar a la gente, pero, salvo los médicos que realizan experimentación clínica, no necesitan esa formación”.

 

En su opinión, el problema es que los médicos “no tienen bases para rechazar prácticas como el reiki. En muchas facultades de Medicina, Métodos Científicos no es una asignatura troncal, sino optativa. Ellos también sufren la falta de información, pero tienen un paciente oncológico que quiere reiki. Fácilmente va a pensar que si se lo aporta y mejora su estado de ánimo, adelante”. 

 

Ese es el dilema al que se enfrenta a menudo la médico Cristina Chao. Desde 2004, voluntarios de Alaia, una asociación de ayuda a enfermos graves y a personas que atraviesan el duelo por la muerte de un ser querido, practican reiki en los pacientes del Ramón y Cajal que, como Alfonso, lo solicitan durante su convalecencia. En su caso, no forman al personal hospitalario: “No tendríamos tiempo”. También es gratuito, pero pagar no sería inconveniente: “Gastamos el dinero en tantas tonterías…”.

 

Luis Alfonso Gámez, encargado de la información de ciencia del diario vasco El Correo desde hace una década, disiente: “Que ahora no tengan ayudas públicas no quiere decir que en un futuro no las vayan a pedir, pero cuando la administración no invierte en este tipo de terapias, sino que lo hace en cosas serias, no es porque quiera derrochar dinero en costosísimas máquinas, sino porque limpiar energías no sirve para nada”, afirma. 

 

Los practicantes de reiki de Alaia acuden a oncología y pediatría una vez por semana, y dos a hematología y a enfermos trasplantados de médula ósea, como Alfonso. “Es importante que la gente esté preparada, que no lo dé cualquiera”, dice Chao. A pesar de su incredulidad, recuerda que una vez vio “a un niña muy nerviosa y se quedó dormida de golpe después de practicarle reiki”. “Al principio lo ofertábamos como relajación porque la palabra reiki todavía sonaba rara”, señala. 

 

Eso es lo que siente Alfonso. Tumbado bajo la enorme campana de extracción y con una sonrisa perpetua, aventura que el reiki será una práctica habitual en el futuro en España. “La persona a la que se lo hacen se lo tiene que creer. Si eres reacio, no funciona. Hace falta confianza hacia la terapia y el terapeuta”, señala. “La voluntaria que me lo da es una profesional como la copa de un pino”, ríe. Cada vez que le pone las manos encima, los martes y los jueves, Alfonso se queda “profundamente dormido”. Su mujer, trabajadora del hospital de Alcorcón, en el que también se ha introducido el reiki, comienza a experimentar con él. Pero aún no lo hace tan bien, bromea el paciente.

 

“Genera mucho calor”, detalla Alfonso, que piensa que “los laboratorios farmacéuticos mandan mucho y mueven mucho dinero”, como razón para justificar el escepticismo. Para él es, además, “una forma de no estar pensando”. “Cuando estás enfermo, la cabeza corre muy rápido”. Por eso, ha probado otras terapias como la reflexología podal, basada en la creencia de que cada órgano del organismo se identifica con un punto del pie y, al presionarlo, se puede tratar una afección: “Una amiga me lo hizo y me curo las hemorroides y, en otra ocasión, me desatascaron así las heces”. 

 

A pesar de que la mayoría de los médicos considera inofensivas estas prácticas, especialistas alertan de su peligro. “De lo que no se dan cuenta los médicos es que el tratamiento sí hace mal. Causa muchísimo daño –sentencia Schwarz-. El daño es el engaño, pero hay más: si un maestro reiki le dice a un enfermo que no necesita tratamiento médico, y ha establecido con él un vínculo cercano, no irá a consulta”. Lo mismo opina Gámez, fundador del Círculo Escéptico y consultor del Comité para la Investigación Científica. “Estas terapias son algo inocuo siempre y cuando no dejes el tratamiento. El problema es que mucha gente lo abandona. Están jugando con las falsas esperanzas de la gente –critica-. Lo primero que tendrían que decir esos médicos es: ‘Aquí no se hace brujería’, porque limpiarle a uno las energías es lo mismo que hace el padre Fortea al expulsar demonios del cuerpo”.

 

El Manual de Reiki Nivel I de Curtin dedica uno de sus capítulos a La postura ética del practicante de reiki: “Cuando una persona está recibiendo un tratamiento con fármacos recetados por un médico, nunca debemos aconsejar varias dosis, dejar tratamientos o modificarlos. No es un nuestro papel”. No obstante, Curtin señala: “Lo único que podemos hacer es aconsejar un mayor contacto con el médico para que, en caso de mejoría, pueda disminuir las dosis recetadas”. Y añade: “De todos modos, en muchas ocasiones los mismos pacientes deciden que no desean seguir con un tratamiento al experimentar una mejorar”, algo que sucede “muy a menudo en pacientes enfermos de cáncer”.

 

Las instrucciones de Curtin dejan abierta la puerta a la iniciativa de sus maestros: “Nunca se debe decir nada sobre tu opinión del estado de salud a menos que el paciente lo pida específicamente. Aun así, es cuestión de ética subrayar que es una mera opinión tuya y que no eres médico”. Por último, la guía del máximo especialista en reiki en España indica que si el paciente no comunica lo que siente al practicarle la terapia, “normalmente significa que todavía no está listo para reconocer su problema y diciéndolo tú no sólo puede provocar preocupación, sino que estás robándole su poder”.

 

Con el objetivo de dar un respaldo a su actividad, los practicantes de reiki realizan estudios como el desarrollado entre 1999 y 2000 en el Hospital de Hartford de New Jersey, en Estados Unidos. En ellos, se pregunta a los pacientes por sus sensaciones tras recibir reiki y muchos consignan que mejoró su calidad de sueño y se redujeron las náuseas. Además, casi un 85 por ciento afirma que, si tuviera que ingresar de nuevo, elegiría el mismo centro médico por su programa de terapias alternativas.

 

El hospital Ramón y Cajal elaboró un informe similar que se presentó en el XII Congreso Nacional de la Sociedad Española de Enfermería Oncológica en 2009. En él, se concluía que un 82 por ciento de enfermos de cáncer aceptó recibir reiki durante su ingreso. Un 46,7 quedó muy satisfecho, por un 44,4 por ciento de satisfechos. Las sensaciones más experimentadas eran calor, relajación muscular, sueño, disminución de ansiedad y mejora del estado de ánimo.

 

Sin embargo, el único estudio riguroso publicado en una revista científica de prestigio, The Journal of the American Medical Association, demostró las lagunas de la percepción del reiki. Emily Rosa (http://en.wikipedia.org/wiki/Emily_Rosa) se convirtió, en 1996, en la persona más joven en escribir en esta publicación, con solo nueve años. Tras escuchar que los practicantes de toque terapéutico –similar al reiki- percibían energía al colocar las manos encima, decidió comprobarlo. Para ello colocó a terapeutas al otro lado de un tablero, sin que pudieran ver si ponía o no su mano encima de la del especialista, que tenía que responder. Lo hizo ese año con quince personas a lo largo de siete meses durante diferentes días, y en 1997 con trece más –de los que siete repetían- en un único día. Sus conclusiones, con 123 aciertos en las 280 veces que volvió sobre el experimento, demostraban que pese a lo que aseguraban, no advertían sensación alguna.

 

“Se amparan en que no se ha demostrado su no existencia –alega Schwarz- pero es que la ciencia hay cosas que no puede demostrar de forma negativa. Sobre el que afirma que existe recae la carga de la prueba. Tienen la obligación de demostrarlo”. Sauce prevé experimentos en el Puerta de Hierro, para lo que contratarán actores que darán reiki falso. Ya realizan alguno para medir el efecto placebo, en el que enchufan a los pacientes a un ordenador y se les hace creer que reciben reiki. “Que lo publiquen en una revista seria, que tenga revisión por pares. Ni van a ser estudios con doble ciego –herramienta que impide que los resultados estén contaminados- ni se van a mandar los resultados a revistas con árbitros. Medicinas alternativas como la homeopatía lo han intentado y les ha dado un resultado nefasto. Desde hace un siglo, la revista médica británica The Lancet pide que se retire”, precisa Gámez.

 

Descalzo en una de las salas en la que desarrolla sus sesiones, Curtin se apoya en unas diapositivas para mostrar la obra social que Sauce desarrolla y explicar su financiación: “Como oenegé no recibimos dinero público. Todo viene de particulares, lo que les da derecho a asistir a cursos”. La fundación ha formado a dos mil personas desde 2007 y cuenta con 4.000 colaboradores, que aportan setenta euros anuales.

 

Ocho personas están en nómina. Hay un informático, una recepcionista de la sede o una representante en Nicaragua, uno de los países extranjeros en los que la Fundación Sauce trabaja. En Ecuador reside el padre Anselmo, “único cura maestro de reiki de la fundación y el más mayor”, aunque recalca que no tienen “afinidad con religiones, sino con personas”. Para tratar a los niños de su misión, la organización subvenciona cada año el viaje de la pareja de Curtin, cirujana pediátrica especialista en aparato digestivo. 

 

Curtin no oculta que los precios de sus clases y sesiones de reiki son muy elevados: “Los cursos son los más caros de Madrid. Además, cobro noventa euros por media hora de terapia, carísimo, y tengo lista de espera de dos meses”. El alquiler de sus instalaciones es de 3.600 euros mensuales, que incluyen una tienda en el que venden libros sobre reiki y otras terapias, discos o cuarzos a noventa euros.

 

Toda una infraestructura que crece a diario frente a la que Schwarz y Gámez no titubean: “La energía del reiki no existe. Es una energía chiripitifláutica que solo detectan ellos. Si fuera energía normal, se tendría que registrar con detectores”, afirma Gámez en una conversación telefónica en unos de los parones de la grabación de Escépticos, su nuevo programa para la televisión autonómica vasca. Según Schwarz, el éxito del reiki con el paciente guarda mucha relación “con el tiempo que le dedican estos pseudoterapeutas a la personas y el estado deshumanizado de la medicina socializada. La gente quiere aprecio, que le atiendan, ser importante y no un número más. Esto es parte de su atractivo”. 

 

Para Michael Shermer, autor del libro ¿Por qué creemos en cosas raras?, “el reiki se enmarca dentro de la pseudociencia, es decir, toda su descripción está en la mente. Mientras que las leyes científicas describen fenómenos naturales que se repiten, las afirmaciones pseudocientíficas son idiosincrásicas. Pero, si vivimos en la Edad de las Ciencias, ¿por qué abundan las creencias pseudocientíficas y acientíficas? Algunas personas son propensas a la fantasía, otras a susceptibles a la sugestión y a la influencia del grupo, y otras tienen facilidad para entrar en estados alterados de conciencia”. 

 

La explicación es sencilla. “Es totalmente comprensible que un enfermo se agarre al reiki o a peregrinar a Lourdes. Es la fe y el deseo de sobrevivir”, dice Gámez. Por su parte, Schwarz explica el motivo por el que reiki y terapias semejantes calan también entre personas instruidas: “La gente muy culta, generalmente, lo es en términos de música, pintura, política, historia… Pero la cultura científica es una de las grandes asignaturas pendientes de nuestra sociedad. La ciencia es muy despreciada”. 

 

Entre los fundamentos del reiki existe lo que denominan la “burbuja de energía”, una especie de campo electromagnético que nos conecta con todo lo que existe y en el que se asientan las bases para lo que seremos en el futuro. Pero, como si de una cebolla se tratara, las capas de las que se compone esta burbuja se van debilitando como consecuencia de las tensiones, penalidades y traumas emocionales que experimentamos a lo largo de nuestras vidas. Como consecuencia, el flujo de nuestra energía universal de vida se va bloqueando. Es en este momento en el que el reiki entra en acción.

 

Gámez encuentra en esta creencia reikiana un peligro: “Hay veces que las explicaciones que se dan desde estas terapias alternativas de enfermedades como el cáncer provocan que la culpabilidad recaiga sobre el enfermo. Lo que te dicen es que ‘el cáncer surge cuando una persona está descontenta consigo misma y se recarga de energías negativas’. Eso añade un plus de angustia al paciente, que piensa que el culpable de lo que le esta sucediendo es él”. “En España se venden revistas en los quioscos que dicen que el cáncer es una manera del cuerpo de limpiarse”, indica con indignación. 

 

Que el reiki se promocione como una terapia alternativa y no complementaria tiene para Gámez una lectura oculta: “Imagina que yo sufro un cáncer y me dicen: ‘No dejes la medicación o la radioterapia y a la vez te damos los pases de reiki’. Si me curo, se lo achacarán. Si me muero, dirán que la medicina no ha podido hacer nada. Se cuelgan éxitos que sin el reiki también serían de la medicina”.

 

Mientras habla de las bondades del reiki, Alfonso deja ver un tatuaje en su pantorrilla derecha. Es un dragón a color que expulsa fuego. El fuego es energía en sí mismo, pero depende de un combustible y del aire para existir. El reiki, al igual que el fuego, por sí solo no tendría sentido, la fe se erige como su principal fundamento. Schwarz, por si acaso, seguirá sin probarlo: “Es probable que lo sintiera”. 

 

 

 

 

Abraham Coco y Rocío Ruiz-Calero son periodistas. Escribieron este reportaje entre enero y abril de 2011

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