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El Poder y el Dinero están fundados en la fe

 

El Régimen que hoy padecemos se estableció de una manera firme y descarada hace unos cuarenta y tantos años: gente a medio formar, estudiantes, por aquellos años alrededor de las Metrópolis del Mundo Desarrollado, debieron de sentir, más o menos oscuramente, lo que nos estaban echando encima. Cuando la onda llegó a Madrid en el 65, me dejé arrastrar por ella con la alegría de quien ve surgir lo inesperado; y desde entonces para acá, cuanto he dicho o hecho en política de la que no hacen los políticos, ha estado inspirado por lo que allí aprendí. Ahora, en el largo envejecimiento del Régimen, algunos de vosotros (tal vez hasta nietos de aquellos estudiantes) queréis poneros a debatir de nuevo sobre las cuestiones que he venido debatiendo a lo largo de tantos años. Me temo que inevitablemente las discusiones serán más bien realistas, buscando maneras de corregir, mejorar el Régimen, dando como necesario el Régimen y por supuestas muchas de las grandes creencias y mentiras en que se funda, y que son para mí y para el sentido común intolerables; y hablar así no puede hacer más que contribuir a darle al Régimen sostén, variedad y más futuro; ya entendéis que eso me desanime, me suene a viejo, me aburra de antemano. No deduzcáis de esto, como suele hacerse, que a lo que estoy llamando es a un levantamiento violento y repentino de lo que nos quede de vivo y pueblo contra el Poder y la Administración de muerte: nadie hay que pueda llamar a eso: eso sucede por su cuenta, sin proyecto, sin futuro, y cuando menos se espera. Lo que pasa es que, como el Poder y el Dinero están fundados en la fe, lo que siempre nos queda y nos es dado hacer hablando es descubrir las mentiras de las verdades de esa fe. Os deseo, como a mí mismo, alegría y suerte en el intento.

 

 

Las caras del dinero

 

Esta vez (disculpen los lectores que en estas últimas andanadas me haya fijado en películas para centrar el tiro; pero ¿no es la cinematografía el arte mayor para representar la realidad?, y, aunque la gran mayoría de los filmes sirven dócilmente a confirmar la fe y entretener al personal, ¿no se escapan algunos que, mal que bien, tratan de decir algo?), pues esta vez me ha tocado un documental financiero de Charles Ferguson titulado Inside Job de 2010, que, aunque hilvanando algunos otros casos (como el de Islandia, sus tierras y gentes destrozadas en pocos años con la entrada de su Banca y Gobierno en la onda del Gran Dinero), se centra en EE UU y la crisis de los ’80 hasta el presente (llamémosla, al estilo épico, la Larga Crisis: no hay cuidao de repentinos derrumbes y banqueros tirándose de los rascacielos como en 1929: el Capital aprende mañas a lo largo de los años) y consiste mayormente en una ristra de caras de economistas, banqueros, agentes de bolsa, directivos de gran empresa, investigadores del Fisco, ingenieros de finanzas y la tira, respondiendo al encuestador , defendiéndose, atacando, opinando de las causas del mal y su futuro y cómo remediarlo, una ristra insoportable, y más para los que no creen a su vez entender lo que pasa con el dinero. He salido derrengao, con los pobres ojos escociéndome de ver pasar tantas caras, en primer plano y a veces rebosando de la pantalla, y tratar trabajosamente de oír lo que decían esas bocas, Casi no me queda sitio para vengarme. De la buena intención de los realizadores no me cabe duda, sólo que de buenas intenciones… Lo más grande del error es esto: que el dar tal importancia a las caras y opiniones de los que andan en esos tejemanejes contribuye a la humana ilusión de creer que de veras saben lo que dicen y hacen y que son los responsables y dirigentes del tinglado. “Pero ¡coño!” dirá alguno “el caso es que a veces, sin saber, aciertan”. Y sí, a fuerza de tantear el ordenador, cualquier listo aprende a hacer lo que el ordenador mande. Pero lo peor del error es que, con esa atención a las personas, se nos escapa la gracia de descubrir que el Dinero, los capitales y las empresas, desarrollan, como los organismos naturales, mañas y trucos para mantenerse y progresar. ¿A que no acaba de creérselo? Claro: Vd. cree en las personas. Pero no se palpe, por favor, la cartera ni la chequera: eso son sólo chucherías que el Capital le echa para que se entretenga haciendo cuentas y no se le ocurra pensar en otra cosa.

 

(mentiras principales. 74)

 

 

 

Ordenar el mundo

 

Domina la sociedad humana una voluntad o necesidad de ordenar, lo primero, esa misma sociedad, para que cada vez esté mejor regida, así como cada uno de los indivíduos componentes, para que funcione cada vez mejor, y luego, como el Hombre sigue siendo el centro y razón del mundo, ordenar asimismo el resto de la realidad, de modo que sus leyes sean cada vez más visibles y manejables para el Hombre, y el mundo, todo de verdad un Kósmos, Orden.

 

No me negarán los lectores que ese ideal domina por todos lados la existencia: ¿para qué, si no, están los gobiernos de los Estados?, ¿para qué las cuentas cada vez más rigurosas y ambiciosas de los dineros del mundo y de sus almas?, ¿para qué, si no, sigue Vd. mismo las normas de la Higiene o hace gimnasia o guarda régimen o se chequea?, ¿para qué la Ciencia se empeña en probar la verdad matemática de las cosas y sus movimientos, de modo que eso permita una aplicación más amplia y más certera a las industrias de los hombres?

 

A Vd. lo han convencido (a) de que debe Vd. cuidarse, porque, si no se cuida, ¿qué iba  a ser de Vd.?, (b) de que algún Gobierno o Administración es necesario, porque, si no, ¿qué?: la anarquía, el caos, (c) que la Ciencia o sus doctores, alguien en lo Alto, saben lo que dicen cuando echan sus cuentas sobre el mundo y saben lo que hacen cuando proceden en consecuencia, porque, si no, el abismo de lo desconocido.

 

Los resultados de eso Vd. los padece conmigo cada día: la mayoría de sus fastidios., molestias, sufrimientos de hoy consisten en los cuidados, terapias, consultas, exámenes, miedos, regímenes, profilaxis a que se somete en aras de la salud futura; si se asoma a la calle en cualquier metrópolis o los suburbios millonarios formados en torno a ella, el solo caos que de verdad se topa es el tráfico ciclónico, la legislación volcánica, relámpagos y estrépitos de información acribillando ojos y oídos; y no tiene más que meter el cuezo en una Universidad o Centro de Ciencia para palpar lo que es caos y barullo administrativo de saberes y disciplinas.

 

No te voy a pedir, lector, que te tomes esos sufrimientos tuyos y del mundo como prueba del error funesto del ordenar y organizar las cosas desde Arriba, pero me atrevo a prometerte, sólo con que renuncies un poco a la fe en ese ideal, manantiales de inteligencia y de salud, que vienen a ser lo mismo.

 

(mentiras principales, 75)

 

 

 

* Agustín García Calvo, gramático, dramaturgo, poeta y filósofo. “Los libros donde se tratan estas cuestiones”, escribe en un mensaje, están publicados por la editorial Lucina: Análisis de la sociedad del bienestar, Avisos para el derrumbe, Noticias de abajo, Que no, que no, 37 adioses al mundo, De verde a viejo, de viejo a verde. “En estos libros hay artículos que tocan a las varias cuestiones del FORO DE DIÁLOGO, responsabilidad social corporativa y procomún”. Pueden también leerse en la red en la página web www.editoriallucina.es y en el blog http://agustingarciacalvo.blogspot.com/. Los artículos mentiras principales se publican los martes en el diario La Razón. Los dos que adjuntamos fueron remitidos por el autor como su contribución al foro que FronteraD celebró los días 9 y 10 de mayo pasados en CaixaFórum Madrid. Con motivo de su muerte volvemos a publicar este artículo. Es nuestro homenaje

 


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